Desgastes | Por Carlos Cotón

Insultos, imposturas, descalificaciones personales, bronca permanente. Y no solo desde el atril de los mítines y actos de partido, sino desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados. Eso es lo que hemos presenciado los ciudadanos desde que estallase la pandemia.

Científico investigando con pruebas COVID. Fuente: EFE.  
  • Todavía me cuesta entender como los políticos demuestran tanto empeño en desacreditar la política frente a los ciudadanos.

 

  • Analista político  colaborador de ALCALÁ HOY

 

Foto de Ricardo Espinosa Ibeas

Transitamos hacia el año desde que la pandemia provocada por el coronavirus estallase como un volcán en erupción en nuestras sociedades. Porque con mayor o menor crudeza, el coronavirus se ha colado en la vida y en el día a día de todo el mundo.

Y como todo problema que no se solventa en un período razonable de tiempo y que corre el riesgo de enquistarse, el coronavirus está provocando el desgaste, la erosión, de múltiples factores que condicionan, indudablemente, nuestra cotidianidad.

Consejero de Salud de Murcia en el momento de su dimisión. Fuente: EFE

Yo resaltaré dos. En primer lugar, el desgaste de la política. Porque el coronavirus ha cambiado radicalmente el debate político aunque no haya conseguido paralizar el normal funcionamiento de las instituciones. Bien es cierto, o al menos así lo veo yo, que en el desgaste que la política viene padeciendo desde el mes de marzo del año pasado el coronavirus no es el único culpable, pues los propios políticos se han encargado, mucho y muy bien, de desprestigiar el sentido de un recurso esencial en democracia como lo es la política.

Insultos, imposturas, descalificaciones personales, bronca permanente. Y no solo desde el atril de los mítines y actos de partido, sino desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados. Eso es lo que hemos presenciado los ciudadanos desde que estallase la pandemia.

En el peor momento, cuando más necesarios son los pactos transversales por un objetivo común, hemos sido testigos de cómo nuestros políticos han enfrentado la crisis sanitaria totalmente desunidos. Cada uno con mayor grado de responsabilidad, a mi entender. Eso sí, mientras tanto, a nosotros, nos piden una y otra vez ejemplaridad y compromiso para derrotar al dichoso virus. Como si nuestra paciencia y su crédito no tuviera un límite.

Todavía me cuesta entender como los políticos demuestran tanto empeño en desacreditar la política frente a los ciudadanos. En tiempos de crisis, de zozobra, de incertidumbre constante, a los ciudadanos solo nos queda el empeño de la política y la respuesta de las instituciones, pero ellos han conseguido que miles de personas dejen de creer en la política como una herramienta que está para solucionar, sino aliviar, sus problemas.

El segundo de los desgastes y en el que se debería poner más aún el foco, el de los ciudadanos. Porque como dije antes, la paciencia tiene un límite. La mayor parte de la población es consciente, eso me parece a mí, de que nos encontramos sumidos en una situación muy grave. Que esto no se soluciona de la noche a la mañana. Que nosotros mismos somos parte de la solución al problema siempre y cuando cumplamos y respetemos todas aquellas medidas que se adopten para combatir al virus.

El problema es que, en ocasiones, esas medidas o no son eficaces o directamente carecen de cualquier resultado para derrotar al Covid-19. A veces hasta nos restringen derechos y libertades fundamentales. Y si a ello le añadimos la escasa, por no decir nula, credibilidad con la que nuestra clase política nos las transmite y emplaza a cumplirlas, entonces el problema es doble.

Lo estamos viendo ahora con el plan de vacunación. Como hay caraduras que, valiéndose de su cargo público, se adueñan indebidamente de las dosis que tienen a su disposición para suministrar a la población para administrársela a ellos mismos. Sin pudor, sin motivación clínica y política que justifique esa decisión y sin ningún criterio sanitario que lo valide.

Y todo esto, por supuesto, sin olvidar el comportamiento de esos incívicos e insolidarios que banalizan esta situación de pandemia en beneficio de su ocio particular. Son una minoría de toda una población que sí está concienciada y que sí es responsable, pero es una minoría letal para el resto de la mayoría y de la que el virus se sirve para extenderse en el conjunto de la sociedad.

Hay días en los que no se ve el final. Días donde el desánimo se apodera de nuestra mente, pero no podemos caer en  la desazón. Esto lo vamos a superar, pero no porque nos lo diga el Gobierno de turno, sino por nuestros sanitarios, por nuestros científicos y por todos aquellos –políticos y no políticos- que realmente están dando la batalla, cara a cara, al virus.

Y no podemos dejar de creer en la política. Porque la política está ligada a nosotros por nuestra condición de ciudadanos. Porque los políticos van y vienen, pero la política está siempre. Porque el día que verdaderamente dejemos de creer en la política habremos dejado de creer en la democracia, su zona de confort. No podemos permitir que, entre unos y otros factores, nos roben la esperanza, el ánimo y las ganas de seguir luchando.

Sé que es difícil, pero es nuestra obligación. Mucho ánimo a todos en esa compleja aunque imprescindible tarea.

 
 
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1 Comentario

  1. Don Carlos Cotón ¿Cómo le extraña los insultos, imposturas, descalificaciones personales, bronca permanente? Y no solo desde el atril de los mítines y actos de partido, sino desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados. Eso es lo que hemos presenciado los ciudadanos desde que estallase la pandemia.

    Un ejemplo lo tenemos en nuestros políticos en Alcalá de Henares, se ve en los plenos, siempre discutiendo, cada partido para distinto lado, que si tú, que si yo, y siempre echándose la culpa los unos a los otro.

    Pero cuando se propone la subida de sus abultados sueldos, casualidad ahí no hay discusiones y todas y todos levantan la mano para su aprobación.

    Sr. Cotón lea a continuación la superlativa subida de sueldos los que siempre están discutiendo.

    PSOE Javier Rodríguez Palacios 72.000 € 79.000 € 9,72%
    PSOE María Aranguren Vergara 67.000 € 74.399 € 11,04%
    PSOE Alberto Blázquez Sánchez 67.000 € 74.399 € 11,04%
    PSOE Diana Díaz del Pozo 67.000 € 74.399 € 11,04%
    PSOE Enrique Nogués Julián 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE Rosa Alicia Gorgues Pinet 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE Manuel Lafront Poveda 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE Blanca Ibarra Morueco 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE Miguel C. Castillejo Calvo 50.000 € 55.235 € 10,47%
    PSOE Patricia Sánchez González 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE J. Alberto González Reyes 63.000 € 69.596 € 10,47%
    PSOE Carlos García Rodríguez 63.000 € 69.596 € 10,47%
    CS Miguel Ángel Lezcano 50.000 € 71.999 € 44,00%
    CS Mª Teresa Obiol Canalda 36.000 € 59.999 € 66,66%
    CS Ricardo González Parra 28.000 € 39.999 € 42,85%
    CS Susana Ropero Calles 28.000 € 39.999 € 42,85%
    CS Julián Cubilla Bolívar 28.000 € 39.999 € 42,85%
    CS Miguel Mayoral Moraga Por sesión 250 € ——–
    PP Judith Piquet Flores 50.000 € 71.999 € 44,00%
    PP Cristina Alcañiz Arlandis 36.000 € 59.999 € 66,66%
    PP Tomás Marcelo Isoldi 28.000 € 39.999 € 42,85%
    PP Francisco Javier Villalvilla 28.000 € 39.999 € 42,85%
    PP Ester de Andrés 28.000 € 39.999 € 42,85%
    VOX Javier Moreno de Miguel 50.000 € 71.999 € 44,00%
    VOX Antonio Villar Tejedor Por sesión 250 € ——–
    UP Teresa López Hervás 50.000 € 71.999 € 44,00%
    UP David Cobo García 36.600 € Renuncia permanentemente a 59.999 €

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