CERVANTES, ESCRITOR Y SOLDADO | Pilar Blasco

Este jueves, en la mañana fresca y ventosa, de cielo goyesco, nubes brillantes contra cielo azul, aterrizó en la antigua plaza del Mercado, hoy de Cervantes, una estatua especial,  diferente a la que preside la plaza y que simboliza a nuestra ciudad desde hace más de un siglo. Venía embutida en una furgoneta roja.

Foto de Ricardo Espinosa
  • Pilar Blasco es  licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Foto de Ricardo Espinosa Ibeas

Ayer, en la mañana fresca y ventosa, de cielo goyesco, nubes brillantes contra cielo azul, aterrizó en la antigua plaza del Mercado, hoy de Cervantes, una estatua especial,  diferente a la que preside la plaza y que simboliza a nuestra ciudad desde hace más de un siglo. Venía embutida en una furgoneta roja. La estaba esperando una enorme grúa amarilla, coprotagonista del evento, reluciente para la ocasión. La ceremonia extraordinaria y emocionante consistió en la extracción de la figura por la trasera del furgón, desenvoltura del plástico protector, colocación de un fuerte arnés rojo y enganche en el gigantesco anzuelo de la grúa. Todo ello vigilado y asistido por su autor, Salvador Amaya, con experiencia y  mimo.

Cervantes,  semisentado,  libro y  pluma sobre la rodilla derecha, apoyada su inerte mano izquierda sobre la espada de los Tercios. Depositado cuidadosamente en el suelo de la plaza, entre la Capilla del Oidor y la torre de Santa María, donde fue bautizado en fechas cercanas a estas, en el año del Señor de mil quinientos cuarenta y siete. Desde su impresionante figura broncínea, con mirada abierta hacia los presentes, hacia su ciudad (cómo es posible que una estatua mire desde el vaciado de sus ojos, solo un artista lo sabe), por unos minutos presidió el espacio con autoridad y poderío. Imaginariamente le atribuí  este pensamiento: Aquí estoy, aquí nací, he vuelto. Este es mi sitio.

Tras un balanceo equilibrador, comenzó a elevarse sobre las fachadas del lado oriental de la plaza, las históricas de la Universidad, antiguo Colegio Jesuita, antigua Hospedería, hasta superarlas y alcanzar una altura comparable a la de nuestras legendarias vecinas, las cigüeñas, las pocas que quedan ya en esta época. Observé que ninguna sobrevoló en torno, como si para ellas ver a Cervantes en el cielo de Alcalá fuera lo lógico, o tuviera demasiada importancia para molestar el momento majestuoso de su vuelo. Al pensamiento de las cigüeñas no llego.

A la altura del patio del caserón de Condueños, comenzó a descender, majestuosamente, con la dignidad de un hidalgo y caballero. Allí corrimos a recibirlo con aplausos los pocos presentes a esa hora, los periodistas y los excelentes operarios, que en todo momento trataron a Don Miguel como se merece. Qué bonito y qué emoción. Pensé otra vez por él viéndose en esas circunstancias. En un ingenio volador como el de la cueva de Montesinos, zarandeado por menestrales, agasajado por señores y villanos, pensando que aquello pudiera ser una broma como las muchas que sufrieron él y Sancho en sus andanzas. Ah, perdón, otra vez he caído en la trampa Inevitable de la identificación con su personaje.

Depositado en el centro del patio castellano de soportales, tejadillo y ventanucos enrejados, con el mismo cuidado y esmero. Colocado bajo techo, admirado con respeto y devoción por los” fieles”. Grabado y fotografiado cientos de veces con la tecnología de ahora. Encantamientos y brujerías que trastornan el entendimiento, pensé yo. Y aquí lo tenemos. Lo podemos visitar en  cualquier momento en los medios, en las redes sociales, en los videos magníficos editados con música y efectos, difundidos por este periódico, en las fotos que quisimos tomar en persona en el momento, como testigos de que estuvimos allí y entonces…

Adquirido por la honorable Sociedad de Condueños, a la que tanto agradecemos los alcalaínos. Cedido por el Círculo Hispanista Complutense en la persona de César Muro, escritor y soldado, cervantino pues, salvando las distancias. Y sobre todo, creado por el escultor de héroes, Salvador Amaya. No los elogiaré más de lo imprescindible, no me lo perdonarían, porque todos ellos son personas discretas, con la discreción de aquella época y con la de ahora.

Por la tarde, El Círculo de Contribuyentes ofreció la conferencia a cargo del Círculo Hispanista, Cervantes, soldado de la Infantería española. Magnífica exposición de la andadura de Cervantes en la milicia de los Tercios españoles, pensamiento e ideales (siempre se consideró un soldado) reflejados en pasajes explícitos de su obra literaria. Impartida por don Francisco Ramos, escritor y soldado.

Dios salve a Miguel de Cervantes y Gracias, muchas gracias a todos.

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