- Francisco Muñoz Romero, Profesor de Comunicación Institucional de la UCM
Por mucho denuesto, hartazgo e irritación que nos produzca la política y los políticos, el poder si que va a tener esa erótica de la que siempre presume.
Para los escépticos diremos que ni siquiera acontecimientos tan terribles como los del 14-M fueron capaces de producir “vuelcos electorales” y transferencias significativas de voto entre unos y otros partidos. Aunque también parezca mentira. Todos los estudios publicados al respecto apuntan más a que la victoria del PSOE de Rodríguez Zapatero en 2004 se debió más la movilización de los abstencionistas que al cambio de voto como castigo al PP. En esas elecciones, la participación subió un 7,3% y sólo el 2,8% del censo electoral (un millón de votos aprox. en toda España) reconoció haber cambiado el sentido de su voto.
También en un reciente trabajo de campo llevado a cabo hace unos meses en Alcalá de Henares y en otros municipios de la Comunidad de Madrid nos encontramos con la contumaz confirmación de este hecho: el 79% de los alcalaínos dice que va a ir a votar a las próximas elecciones municipales de 2019 y, lo que es más significativo, el 81% afirma que no cambiará su voto con respecto de las Municipales 2015.
Así que si consolidamos el 80% del voto a cada uno de los partidos en 2015 como “suelo” electoral y tenemos en cuenta otros factores como número de nuevos votantes y otros factores técnicos que no son objeto de este artículo (corrección a la baja de la participación, errores muestrales y otros), nos encontramos que el próximo gobierno de la ciudad está en manos de aproximadamente 18.000 electores.
Las implicaciones de este hecho deberían ser relevantes a la hora de que los partidos alcalaínos afinaran su estrategia electoral. Y en un escenario tan complejo en el que 1.500 votos puede suponer ganar o perder un concejal o concejala o que 700 votos puedan marcar la diferencia de ser el partido más votado, como ocurrió en 2015 entre PP y PSOE, la finura de los análisis, la inteligencia política y las acciones de precampaña van a ser decisivas en el resultado de Mayo 2019.
Tan afinados tienen que ser los análisis que en uno de los modelos desarrollados en el estudio, que tiene en cuenta la tendencia de voto en el nuevo escenario nacional tras el triunfo de la moción de censura, se llega a producir un triple empate a 7 concejales/as entre PSOE, PP y Ciudadanos. En este escenario tener sólo un voto más puede suponer acceder a la categoría de “partido más votado” y dar la alcaldía de la ciudad a una u otra formación. Hablamos de sólo un voto más. Este es el nivel de exigencia estratégica que tienen las próximas elecciones municipales.
Alrededor de este hecho, el estudio llevado a cabo en Alcalá de Henares dibuja un escenario en el que hay que considerar una serie de factores que pueden ser determinantes a la hora de ser aprovechados para la construcción del mensaje político de unos y otros, a saber, la percepción que tienen los ciudadanos/as de que los principales problemas de la ciudad (como la suciedad y mantenimiento de espacios públicos, tráfico o transporte) no han variado desde 2015; que la nota media a la gestión del gobierno y del alcalde esté entre 4,3 y 4,5; que menos del 30% de los vecinos cite al alcalde por su nombre o que la auto-ubicación ideológica de los alcalaínos/as sea de centro perfecto son elementos que van a ser (o deberían ser) aprovechados para armar las estrategias políticas en esta recta final de mandato.
Otro dato relevante a tener en cuenta y que equilibra las posibilidades de los principales contendientes (PSOE, PP y Ciudadanos) es el poco peso relativo del “factor local” en la conformación del voto y la alta permeabilidad a la tendencia de evolución del voto nacional. Esto configura otro exigente plano de lectura y la necesidad de hacer análisis capaces de volcar a la realidad de nuestra ciudad las oportunidades que esto ofrece o paliar las amenazas que supone. Desde el punto de vista de la comunicación política va a ser un tiempo de máxima exigencia y de máximo interés.
En cualquier caso, lo que es seguro es que ya sea por factores locales o tendencia nacional, las elecciones municipales de 2019 están en manos de aquellos vecinos/as que han decidido ir a votar y que, además, van a votar a un partido diferente del que votaron en 2015. Desde el punto de vista politológico a esto se le llama “Tasa de Transferencia de Voto” pero también podríamos decir metafóricamente que el próximo gobierno, como cualquier otro, será de los infieles. Como debe ser (en política, claro).
Francisco Muñoz Romero, Profesor de Comunicación Institucional de la UCM