- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Y lo más atractivo por ancestral y exótico, las Medinas, esas ciudades interiores insertas en el urbanismo moderno, donde el tiempo se ha detenido y se recrea la antigüedad en puestos de artesanos del cuero, la cerámica, alfombras, vestidos deslumbrantes, joyas, perfumes, especias de todo tipo, remedios medicinales, comida, deliciosos dulces de miel y frutos secos, etc. Todo servido y envuelto en la verborrea seductora en varios idiomas de esos comerciantes por naturaleza que son los árabes (moros para nosotros, de la Mauritania romana, sin complejos), a los que difícilmente se escapa sin comprar previo regateo ritual, un chal, un espejo, un collar…. De manera que el turista de cualquier lugar del mundo regresa a su casa cargado de objetos coloridos y bellos, difíciles de ubicar en las viviendas modernas de dimensiones moderadas. Pero que conservarán el recuerdo de Marruecos para siempre.
Cualquier español que haya hecho un tour low cost de los que agotan al viajero por las distancias y las horas en autobús, habrá comprobado la formación y profesionalidad de los guías, algunos verdaderos expertos en historia, en simpatía y en lenguas. Y, si se ha molestado en observar a través del cristal de la ventanilla, habrá visto, además del exotismo, grandes superficies agrícolas, de las que pueden competir con las españolas si exceptuamos la higiene, el cuidado y perfección de las nuestras, ordenadas a base de años de reglamentación, tecnología, inversiones y demás dificultades que al parecer no existen en los países del Magreb y otros “proveedores” alimentarios de los que últimamente llenan nuestros comercios. Habrá visto tractores y maquinaria agrícola manejada por mano de obra nativa. Camiones cargados de productos de los que al parecer tienen vial libre de distribución sin controles exhaustivos por toda Europa, empezando por España, vecina y cliente de preferencia por motivos varios, no todos transparentes.
En los hoteles habrá tenido el viajero los servicios de profesionales en recepción, habitaciones, camareros y personal de limpieza, etc. Si sale de compras, además de las medinas, encontrará en Marrakech, en Rabat o en Tánger, calles y centros comerciales tan modernos como los de aquí, con los precios parecidos y el personal tan preparado. Si sale a cenar tendrá para pedir menú internacional o el tajine típico, a camareros amables y educados. A tomar unas copas de noche, podrá ir a locales con música de fondo y buen ambiente donde se sirve alcohol a precio normal, dependiendo del nivel y el lugar, como aquí. Asistirá a espectáculos musicales folclóricos, como son aquí los tablaos flamencos, por ejemplo, y de música actual con artistas extranjeros, españoles también. Para viajes interiores hay agencias que lo ofrecen todo y a todos los precios y niveles, en oficinas con servicio informático. Puede pagar en moneda o con tarjeta en casi todos lugares, etc.
En los años que mediaron entre viajes a Marruecos, encontré una diferencia muy notable en nivel de vida y en ambiente. De lo que deduzco -siempre se trata de mi percepción- que Marruecos en un país moderno, donde hay universidades, profesionales de alto nivel en todos los ámbitos. Hispanistas de los que lo saben todo de nuestro país, titulados aquí muchos. Hay equipos deportivos formados en escuelas especializadas. Sólo comprobar el nivel del fútbol marroquí en competiciones y el de los jugadores fichados en clubes internacionales y la participación de atletas en campeonatos, en otros tiempos impensable. De lo que deduzco que Marruecos es un país en desarrollo expansivo, con presente y futuro, económico, social y laboral. A diferencia de España, Marruecos tiene muchos recursos naturales, sin límite ni problema de explotación, gas, fosfatos, pesca…, aguas territoriales también en expansión a costa de las españolas de Canarias. Un ejército regular muy bien entrenado y en crecimiento. Maquinaria bélica en aumento, en parte regalada por nosotros. ayudas y buenas relaciones internacionales, empezando por España, que prácticamente está, con el gobierno Sánchez, a las órdenes del sultán, haciéndole regalos y donaciones cada mes. Y con Estados Unidos a partir un piñón, con mano en organismos mundiales, etc.
A partir de esta observación superficial pero cierta y teniendo en cuenta la historia de ambos países y sus relaciones anteriores, me hago preguntas y planteo dudas inquietantes, para mí y para muchos. Como las que están en la mente de todos los españoles de ahora, de forma más o menos confesa -dependiendo de su ideología- como qué significan las oleadas de “inmigrantes” asaltando vallas y playas del sur de España y trepando hacia el norte a repartirse por pueblos y ciudades sin previo aviso ni consulta a los habitantes nativos, sin permiso ni información a las autoridades, por órdenes de “arriba” autoritaria y arbitrariamente.
Que sepamos, Marruecos no está en guerra, no está en la miseria, y si lo está, la obligación de remediarla no es, o no debiera ser competencia nuestra, ni estar en manos de España y los españoles. Es un país grande, gobernado con mano de hierro por un sultán multimillonario, medieval para unas cosas y siglo XXI para otras, con potestad para impedir o propiciar movimientos migratorios a su conveniencia. Donde la policía y los servicios secretos tienen poder y medios para controlar a sus gentes y a las mafias del tráfico humano, del narcotráfico y de lo que quiera o le interese. Nada como los regímenes teocráticos autoritarios para dominar a la población y permitir o prohibir movimientos y actividades de sus súbditos, a cualquier precio, sin leyes que lo impidan o saltándolas.
Entonces, qué pasa, por qué diariamente desembarcan en Canarias sobre todo, en Baleares o en cualquier costa del Mediterráneo sur español cientos y miles de gentes, noventa y ocho por ciento varones en edad y constitución militar, productiva para el trabajo y la creación en sus países de origen, donde supuestamente son necesarios. Marruecos, transmisor y controlador en gran parte de esas corrientes migratorias pastoreadas por ONGs (ya nadie cree en ellas), previo pago de importantes cantidades a los engañados y explotados inmigrantes a los que les han prometido el paraíso europeo. El paraíso de vagar por las calles sin nada que hacer, el paraíso de ser encerrados en naves industriales sin ventilación. El edén de ser alojados en edificios, aunque sean hoteles de cinco estrellas, en los que permanecer un tiempo indefinido para ser soltados después a su suerte sin oficio ni beneficio, sin conocer lengua ni costumbres, a poner en práctica las suyas, en su mayoría poco edificantes, como la de asaltar mujeres europeas a cualquier hora del día o la noche, robar al tirón o al machete a ciudadanos indefensos, pelearse con sus colegas de acogida en plena calle, con muertos y heridos de arma blanca… etc.
Me considero y me lo llamarán sin duda muchos de mis posibles lectores, negacionista del poder benefactor de la inmigración indiscriminada e ilegal, del multiculturalismo 2030 y otros mantras de nuestros días con los que nos tienen asfixiados nuestros gobernantes. Del axioma difundido por los medios oficiales de que vienen a pagarnos las pensiones y a enriquecernos con su potencial creatividad y energía (palabras más o menos textuales de presentadores y tertulianos españoles moralmente lowcost). Negacionista del “también los españoles fuimos emigrantes” y demás farfolla mediática dictada por la subvención gubernamental y sectaria. Por cierto, este tema es digno de otro artículo, que por su extensión e importancia no cabe aquí. Negacionista de que los marroquís sean pobres refugiados de la guerra y el hambre. Y cabe extender esta calificación a la mayoría de inmigrantes transportados en naves nodriza y pateras a las costas europeas, engañados y expoliados por las mafias. Sí me creo que la mayoría, especialmente nuestros vecinos del sur, vienen a cobrar subsidios, sanidad gratuita, a vivir a nuestra costa y, algunos, a ganarse la vida honradamente. Aunque siempre aupados y protegidos por nuestros servicios sociales de primera, al menos para esas minorías. Cada vez menos minoritarias, por cierto. Momentos de reflexión.
Muy acertado artículo que da lugar a reflexiones sobre nuestra Política migratoria.
Marruecos es el país más desarrollado de África. ¿Por qué no se preocupa más de sus ciudadanos, como es su obligación, sobre todo los menores, en vez de lanzarles al mar para que quienes superen el reto sean otros países los que se preocupen de ellos?
Excelente Pilar, gracias por tus aportes.