- Es un toxicómano que reconoció a trabajadores sociales que el asesinato de Miriam Vallejo no le dejaba dormir
Según relata Daniel Montero este domingo para NIUS, era diciembre de 2020 cuando Alberto B, un toxicómano ingresado en un centro de rehabilitación del sur de Madrid, comenzó a hablar de forma espontánea de la muerte de Miriam Vallejo. Del crimen de Meco. Del asesinato de una joven a la que asestaron 89 puñaladas en un descampado y que la Guardia Civil investiga desde enero de 2019. A su alrededor, escuchaba un voluntario del centro junto a varios residentes que participaban en la terapia. Alberto dijo que el caso era injusto para el principal acusado, al que había conocido en la prisión de Alcalá-Meco, explicó que conocía la zona y que era imposible que Sergio, compañero de piso de la víctima, cometiera el crimen tal y como pensaba la Guardia Civil. No daba tiempo.
En ese momento, los voluntarios del centro no le dieron más importancia. Alberto era adicto a la coca, al alcohol y a la heroína. Tenía un historial de violencia importante y reconocía sin tapujos que había estado en la cárcel por apuñalar a una persona, que había empotrado el coche contra la casa de su madre y que la madre de su hijo no le dejaba verle. Era “violento” y “un poco bipolar” según le describieron después a la Guardia Civil. Estuvo en el centro ingresado diez días, hasta que se marchó de forma voluntaria. Antes, le dijo a sus compañeros que “no podía dormir por las noches. Que había hecho algo que le impedía conciliar el sueño”.
Sin embargo, esas palabras cobraron especial importancia la noche del 29 de diciembre de 2020. Ese día, Alberto mandó varios mensajes a dos de los voluntarios que le atendían en el centro. El primero llegó a las 2.25 de la madrugada. “No sabes lo que he hecho. No tenéis ni idea. Te dije una vez que no podía dormir por las noches. La maté. No se porqué. Lo hice. Esto es mi condena y no se porque coño estoy tan enfermo. Ahora debes ir a la Policía. La maté. 68 puñaladas”.
Cinco minutos después, fue otro voluntario del mismo centro el que recibió nuevos mensajes. “Quieres hacer algo bueno por mí, nunca duermo. Nunca sé por qué… pero me voy a comer todo. Llama a la Policía. Mira el nombre, Miriam Vallejo”.
Valoración judicial y de la Guardia Civil
Esa misma tarde, los voluntarios del centro de desintoxicación pusieron los hechos en conocimiento de la Guardia Civil, que tras analizar el caso concluyó que la participación de Alberto en el crimen es “altamente improbable”, ya que estaba drogado cuando envió esos mensajes, había protagonizado antes una denuncia sin credibilidad contra su madre y llevaba en prisión un año por otro delito, sin comunicar nada sobre el crimen de Miriam Vallejo.
Sin embargo, la jueza encargada del caso sí considera el testimonio “una posible vía de investigación”, por lo que ha ordenado al Grupo de Homicidios de la Guardia Civil que le tome declaración “como investigado” y que coteje el ADN de Alberto con las muestras recogidas en la escena del crimen para ver si hay coincidencias.
Antes, los agentes confirmaron por ejemplo que tanto Alberto como el único sospechoso hasta ahora coincidieron en la prisión de Alcalá-Meco mientras Sergio, el compañero de piso de la víctima, estaba en prisión preventiva. Tras cuatro meses, el Juzgado de Instrucción número 5 de Alcalá de Henares puso a Sergio en libertad al considerar que las pruebas en su contra no eran sólidas. La Guardia Civil reflejó contradicciones en su relato de aquella noche, pero no hay pruebas sólidas que le sitúen en la escena del crimen. La víctima tenía su ADN en la ropa, pero ambos vivían en la misma casa por lo que el dato no es concluyente.
La Guardia Civil considera su confesión y participación en el crimen “altamente improbable”
Ahora, aparece una segunda persona investigada, pero algunos datos tampoco concuerdan. En un primer momento, Alberto aseguró que conocía bien la zona y el crimen se había producido en un parque cercano a la vivienda de la chica. El dato no es cierto, ya que el asalto a Miriam Vallejo se produjo en un descampado. En los mensajes, el ahora investigado mantiene que asestó al cuerpo “69 puñaladas”. Tampoco es verdad, ya que los forenses contaron 89 heridas de arma blanca en el cuerpo de la joven. Ese ensañamiento es el que hizo pensar a los investigadores desde el primer momento que el móvil del crimen debía ser personal.
Para apuntalar su posible participación, la Guardia Civil comprobó el tráfico de llamadas del teléfono móvil de Alberto en la fecha del crimen, pero los datos tampoco son concluyentes, ya que la vivienda del ahora investigado, en la localidad de Azuqueca de Henares, está en la misma zona de cobertura que el descampado de Meco en el que fue asesinada Miriam Vallejo.