- “Les escuché discutir una noche. Pregunté si estaba todo bien. ‘Sí, sí, todo bien’, me dijo él. Ella no contestó y no volví a escucharla. Ahora lo relaciono todo”.
Son palabras de Julio César González, dueño de la casa donde vivía Manuel Moreno, el descuartizador de Alcalá, y en la que asesinó y troceó a Daría, una joven de 22 años a la que casi doblaba la edad y con la que mantuvo una relación sentimental. Lo hizo hace cuatro años, aunque el juicio en el que se enfrenta a entre 20 y 25 años de prisión ha comenzado esta semana en la Audiencia Provincial de Madrid.
Según el Ministerio Público , relataba Javier López Macías este domingo en 20Minutos, a su llegada se inició una disputa. El casero –que compartía la vivienda con ellos– sostiene que nunca les escuchó discutir más allá de aquella noche por el notable tamaño del piso que compartían, pero los enfrentamientos eran continuos desde que ella, de 22 años -20 años menor que él-, quiso romper la relación un mes antes de ser asesinada. En dicha pelea, él le mordió el antebrazo, le propinó un “fuerte puñetazo” que le fracturó la mandíbula y terminó asestándole dos puñaladas mortales con un cuchillo de cocina de 29 centímetros. Primero en la espalda y, luego, en el corazón.
Manuel, en cambio, dice que discutieron por el desorden de la habitación y porque Daría, según él, le había cogido dinero, unos 650 euros. Un robo que, eso sí, no denunció. En ese momento, cuenta que se dijeron “cosas muy feas” y que ella intentó clavarle un cuchillo. “Se lo clavé porque me lo hubiera clavado ella”, dijo en el juicio, alegando defensa propia, un atenuante al que quiere aferrarse su defensa. Sin embargo, esta teoría pierde fuelle porque no fue una puñalada, sino que fueron dos. “Yo sólo recuerdo una”. La autopsia le desmiente.
Un apodo que no le gusta
La muerte de Daría, según el presunto homicida, fue instantánea. “Se me ocurrió suicidarme, llamar a los médicos, entregarme… no supe reaccionar”, señaló Manuel. Finalmente, no hizo ninguna de las tres cosas, sino que optó por trocear el cuerpo de la joven entre las siguientes 24 y 48 horas. De ahí que le apodaran el descuartizador de Alcalá, aunque a él no le gusta. “Me llaman el descuartizador, pero sólo le corté brazos y piernas”, añadió a renglón seguido, para después contar que siguió consumiendo drogas.
Además, limpió la habitación con varios botes de sosa caústica, un material que, como ha quedado probado en la sentencia que le condena a 15 años de cárcel, también utilizó el ‘Rey del Cachopo’ para intentar deshacerse del cuerpo de Heidi Paz. Los restos de Daría los metió en un arcón congelador que encontró en la calle. Ahí se mantuvieron durante más de 15 meses, pues la Policía no lo encontró hasta el 7 de febrero de 2019. En ese tiempo, él siguió haciendo su vida.
“Seguía siendo una niña”
La tardanza en descubrir el cadáver se debió a que él, después de asesinarla y descuartizarla, se hizo pasar por ella para que nadie denunciara su desaparición. En la mañana siguiente al suceso, cambió las contraseñas del correo de la víctima y logró acceder a su Whatsapp. Entre el 8 y el 10 de octubre de 2017, envió al casero un mensaje en el que le pedía perdón por la discusión que había escuchado la noche del asesinato y le decía que se iba de Madrid. También habló con el padre de ella y una compañera de trabajo. En el transcurso de esos días publicó un mensaje de igual manera en su Facebook: “Estoy haciendo varios cambios en mi vida, si no vuelves a saber nada de mí, tú eres uno de ellos”.
El éxito, aunque temporal, de alejarla de su familia antes y después del fallecimiento, también lo narró el padre de Daría en el juicio. Contó que desde que iniciaron su relación, ella había dejado de contestarle a las llamadas, a lo que se sumaba el carácter reservado que desarrolló en el orfanato en el que estuvo en Rusia, de donde era originaria, antes de ser adoptada por sus padres. “Seguía siendo una niña”, dijo el padre con tristeza.
“Tenía 9 años cuando la adoptamos”, señaló, por su parte, la madre, artífice de la búsqueda que finalizó con el hallazgo del cadáver. Después de meses sin saber nada de ella, comenzó a buscarla. Habló con sus amigos, pero “nadie sabía nada”. Hasta que, en diciembre de 2018, uno de ellos le dijo que lo último que sabía es que compartía una habitación con Manuel en Alcalá de Henares. El día 30 denunció la desaparición.
Más de un mes después, el 7 de febrero de 2019, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer del municipio autorizó el registro de la casa, donde se encontró el cuchillo, la tarjeta sanitaria de Daría y el arcón, que tenía cinco ambientadores y quemadores de incienso encima para evitar que se propagara el olor. Manuel fue detenido a las 5 de la madrugada el 8 de febrero, cuando deambulaba por la ciudad complutense.