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“Partimos de un supuesto revolucionario: que los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales”.
- Analista político colaborador de ALCALÁ HOY
Así comienza el Manifiesto Fundacional de Unión Progreso y Democracia (UPyD), el primer partido político que empezó a horadar el bipartidismo.
UPyD nació a finales del año 2007, pero la idea de que era necesario un partido político que viniese a cuestionar el statu quo que imperaba hasta esa fecha en España venía de antes. Por aquel entonces, un grupo de personas formado, entre otros, por Rosa Díez, Fernando Savater y Carlos Martínez Gorriarán decidieron materializar esa idea y así nació UPyD. En 2008, la formación consiguió su primer representante en el Congreso de los Diputados. Fue la propia Rosa Díez. En 2011, UPyD era ya la cuarta fuerza política nacional en número de votos, consiguió más de un millón de apoyos en aquellas Elecciones Generales y formó, con sus 5 diputados, Grupo Parlamentario propio.
Ser de UPyD nunca fue fácil. No era fácil ser de un partido que desechó la posibilidad de formar parte del ecosistema clientelar que el bipartidismo, en compañía de Izquierda Unida, los sindicatos y el establishment, había hecho de las instituciones. Así, ante el intento de cambiar ese entramado y de hacer de la política una actividad en la que los ciudadanos volviesen a creer, la consigna de unos y otros fue la misma: UPyD es el enemigo, hay que ir a por UPyD.
A la cantidad de enemigos, la falta de apoyo mediático, la escasez de recursos económicos (pues la gran parte de ellos se destinaba a luchar en los juzgados contra la corrupción), se unieron una serie de errores propios que hicieron que, a partir de 2015, el partido empezase a perder toda la representación institucional que había cosechado y llegase hasta su final ya hoy en 2020.
En cuanto a mi experiencia personal, yo me afilié a UPyD cuando más difícil era hacerlo. En noviembre de 2015 y en vísperas de las Elecciones Generales de ese año. Con la debacle ya iniciada, cuando UPyD ya no era un partido pujante y cuando la mayor parte de mis allegados lo que me decía ante esa mi decisión era: “¿UPyD, pero no se han extinguido?”, “¿Y por qué no te afilias a Ciudadanos?”, “En UPyD no te vas a comer una rosca”. Pero me pudo mi convicción y mis ideas. Y me siento orgulloso de ello. Me mantuve en UPyD después de ya consumada la debacle, fui durante tres años su portavoz en Alcalá de Henares, mi ciudad, y hasta llegué a formar parte, de principios de 2017 hasta finales de 2019, de su Consejo de Dirección a nivel nacional. Siempre tuve claro que si daba el paso de involucrarme en un partido político era para trabajar de verdad y no para engrosar un listado numérico de socios y limitarme a pagar una cuota mensual. La política es eso o al menos así la concibo yo. Involucrarse y mojarse con todas las consecuencias.
Es difícil asumir que este momento ha llegado cuando has dejado tanto tiempo de tu vida por defender un proyecto político, pero es cierto que hace tiempo que dejamos de ser un instrumento útil para los ciudadanos. Prefirieron otorgar su confianza a los que decían que iban a hacer lo que UPyD, con hechos, ya hizo y a los que decían que iban a cambiarlo todo cuando lo que siempre hacían era dejarlo todo igual para que nada cambiase. Eso es inapelable y, ante todo, hay que respetarlo.
Se pone fin a unas siglas que han dado mucho por España. Unas siglas, las de UPyD, que han abierto debates que hasta entonces estaban cerrados: regeneración democrática, despolitización de la justicia, lucha contra la corrupción, lucha contra el terrorismo e incluso debates sociales como la gestación subrogada o la ley de segunda oportunidad para luchar contra los desahucios (sí, el primer partido que planteó una legislación en este sentido fue UPyD y no Podemos), entre muchos otros.
Como señaló el más valioso de los faros que nos ha guiado durante todos estos años, desde el principio hasta el final, siempre con una voluntariedad exquisita, “hemos conseguido un partido del que nadie se avergüenza. Un partido al que todo el que ha pertenecido lo dice con la cabeza muy alta. Yo soy de UPyD, yo he sido de UPyD, yo he estado en UPyD”. No es otro que Fernando Savater, referente político y vital.
UPyD anunció su disolución el 6 de diciembre, Día de la Constitución, como símbolo de su compromiso en la defensa de los derechos y libertades consagrados en la Carta Magna. Han sido 13 años de indudable trabajo al servicio de España y de los españoles. No ha podido ser. Se acaban unas siglas, pero el proyecto político sigue teniendo sentido. Porque ni uno solo de los motivos que dieron lugar al nacimiento de UPyD como partido político ha sido resuelto. Gracias, UPyD. Gracias por todo lo que me has enseñado política y personalmente. Han sido cinco años de mi vida que jamás olvidaré y que me llevo para siempre. Mientras tanto, el proyecto político, las ideas, el actual contexto de la política, España, Europa y los ciudadanos ahí siguen. Y ahí seguiremos los que nos preocupan todos ellos.
Gracias, familia magenta.
Fui votante de UPyD desde su nacimiento y hasta después de su demolición, ejecutada desde fuera y desde dentro del partido. Ahora voto en blanco. No van a recoger mi voto las fotocopias desvaídas que pretendieron ocupar su espacio. Dejó el listón muy alto. Por mucho que algunos dijeran lo contrario, ha quedado claro que era un partido distinto con un programa propio. Y no se lo perdonaron. Enhorabuena a todos los que lo intentasteis.