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Y precisamente ahora es eso lo que parece la política en España. Una ciénaga en la que se hunden las ideas y en la que prevalece el insulto y la descalificación gratuita.
- Analista político colaborador de ALCALÁ HOY
Recuerdo, allá por 2015, que estaba yo en un mitin de UPYD con motivo de las Elecciones Generales de dicho año. Y recuerdo de ese mitin unas palabras que dijo Estíbaliz Ochoa, alcalaína y número 3 de aquellas listas de UPYD por Madrid al Congreso de los Diputados. Hablaba Estíbaliz del que por aquel entonces era el candidato de UPYD a la Presidencia del Gobierno, Andrés Herzog, y ponía en valor su valentía al haber dejado a un lado su intachable carrera en el mundo de la abogacía para meterse, y cito textualmente, “en este charco, aunque en este país a veces lo podemos llamar ciénaga, que es la política”.
Y precisamente ahora es eso lo que parece la política en España. Una ciénaga en la que se hunden las ideas y en la que prevalece el insulto y la descalificación gratuita. Porque en la política española, en estos momentos, parece haberse instalado un ambiente de crispación permanente. Justo en uno de los momentos en los que los intereses de los partidos deberían pasar a un segundo plano y en el que debería primar el interés general. Porque algunos parecen no haberse dado cuenta de que España está a las puertas de una de las mayores crisis económicas y sociales que se hayan conocido.
Hablamos permanentemente, quizá más aún cuando hay unas elecciones a la vuelta de la esquina, de la desafección que los ciudadanos tienen hacia la política. Y lo hacemos, en fin, dando por sentado que esa desafección se ha producido como por arte de magia, de la noche a la mañana, sin ver, o mejor dicho, sin querer ver, que la desafección de los ciudadanos hacia la política la generan, principalmente, los propios políticos.
A mí no me gusta ver ciertos comportamientos que hemos visto todos los ciudadanos recientemente en el Congreso de los Diputados. Hemos visto insultos entre portavoces de diferentes partidos políticos, hemos visto que en la tribuna del Congreso se hacía mención a familiares de algunos diputados y hemos visto al Vicepresidente del Gobierno afirmando que un Grupo Parlamentario quería dar un golpe de Estado. Y no precisamente dirigiéndose a grupos que ya lo hicieron en Cataluña, saltándose las leyes y arrollando a las instituciones democráticas de todos los catalanes.
Pareciera que lo que está en juego no es el Estado del Bienestar propiamente dicho, sino el estado del bienestar de los partidos políticos. Pareciera que todas las formaciones políticas que tienen representación en el Congreso supieran de antemano que más pronto que tarde se van a producir unas nuevas Elecciones Generales en España y cada partido hubiera empezado ya a hacer su campaña electoral. Y como he dicho antes, mientras esto sucede, el debate y las soluciones para la España postcoronavirus no llegan.
Creo que todos son responsables. En mayor o menor medida. Que este ambiente de crispación y tensión permanente se haya adueñado del verdadero fin de la política es responsabilidad de toda la clase política. Insisto, en mayor o menor medida. Porque yo no voy a negar que aquí todos comparten la responsabilidad, pero creo que la responsabilidad de un Gobierno no es la misma que la de la oposición. El Gobierno toma decisiones y es el que debe llevar a cabo la iniciativa política y la oposición, por su parte, es la que debe controlar la acción del Gobierno.
Yo creo que lo de Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP en el Congreso, haciendo mención al padre de Pablo Iglesias y tildándolo de “terrorista” no fue apropiado. Pero antes de que eso sucediera, y no lo digo por justificar nada ni a nadie, sino que lo digo por decir la verdad de por qué se desencadenó eso, Pablo Iglesias, que yo no sé si es consciente del cargo que ostenta, se dirigió a la portavoz del PP al son de “marquesa”. Y bueno, lo de afirmar, en sede parlamentaria, que hay un Grupo Parlamentario que quiere dar un golpe de Estado, sin ninguna prueba que justifique tal afirmación, o que hay Grupos, en este caso en plural, que llaman a la insubordinación del Ejército o de la Policía y la Guardia Civil, pues en fin, qué quieren que les diga. No sé si efectivamente todavía no es consciente del cargo que ocupa, toda una Vicepresidencia del Gobierno, o lo que es peor, sí es consciente pero le da igual.
Insisto, cada uno tiene su parte de responsabilidad. Y después del espectáculo al que estamos asistiendo, ahí seguimos los ciudadanos. Al pie del cañón. Haciendo lo que deberían hacer nuestros dirigentes. Dar ejemplo. La desafección de los ciudadanos hacia la política va en aumento, y les recuerdo a esos dirigentes que después tendrán que venir a pedirnos el voto.
El fracaso al que tristemente estamos asistiendo no es al fracaso de la política. Es el fracaso de nuestros políticos. Porque en vez de centrar todos sus esfuerzos en dialogar, en acercar posturas para lo que está por venir y en acordar, están más centrados en ver quién insulta más y de manera más virulenta. Es desilusionante, ciertamente.
En todo caso, yo sigo confiando. Sigo confiando en la política, en el debate político y en las ideas. Porque la política es el arte de hacer posible lo imposible. No lo olvidemos. Ojalá no sea tarde para enderezar el rumbo. Ojalá no sea tarde para salvar la política de la ciénaga en la que se están encargando de transformarla algunos.
Ojalá recuperemos la política, la política con mayúsculas.