- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
Conocí a “Baldo” a través de su obra. Recuerdo las magníficas fotografías que realizó para ilustrar el libro de Ramón González Navarro “Universidad de Alcalá. Esculturas de la fachada”, editado en 1971. Ese amplio reportaje nos permitió acercarnos por primera vez a los detalles de nuestro monumento más señero. Descubrimos rostros, formas, gestos, personajes y un amplio repertorio de figuras fantásticas a las que nuestros ojos no alcanzaban. Todo un descubrimiento. Años después me explicó cómo había tomado muchas de esas fotografías, subido a una grúa con un balanceo casi permanente. Pero ni los recursos con los que contaba, ni los teleobjetivos de la época alcanzaban a más. Todas las fotografías fueron reveladas y positivadas en su laboratorio por él mismo. Así era la fotografía por aquel tiempo, complicada, larga de procesar, artesanal y, a la vez, necesitada de unos profundos conocimientos técnicos y, también, cara, no apta para todos los bolsillos. Nada que ver con la digital de nuestros días que nos permite realizar tantas copias como queramos y almacenarlas en centenares de carpetas en nuestro ordenador. Años después, en 1980, se hizo una segunda edición, en esta ocasión con la incorporación de la fotografía a color. Lo comenté en varias ocasiones con él. Para mí no tenían la misma magia y la seducción de aquellas primeras a blanco negro. De la reciente tercera edición prefiero no hablar, sólo comentar el descontento que me transmitió por el nefasto trabajo de imprenta.
Yo creo que el primer contacto personal con “Baldo” lo debí tener a finales de los setenta. Mi primera impresión fue la de un hombre cercano, accesible, sencillo; una persona que no tardé en darme cuenta que ni se daba importancia a sí mismo como fotógrafo, ni tampoco a su obra. No tardamos en conectar y, desde entonces, hemos mantenido una amistad que se fue fortaleciendo con el tiempo. Siempre generoso, en varias ocasiones me permitió reproducir algunas de sus fotos en mis libros y positivó algunos de mis negativos y placas de cristal en su laboratorio. Fue en una de esas visitas a su casa, cuando un día me mostró las fotografías que había realizado de Alcalá a finales de la década de los años sesenta y principios de los setenta. Fue como retroceder veinte años atrás, de pronto me reencontré con el Alcalá de mi infancia, un Alcalá que creía perdida definitivamente. Desde mediados de los setenta se había despertado un interés por la fotografía antigua de Alcalá. Yo mismo había conseguido hacerme con una colección de postales y fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX. Conocíamos mejor la imagen de la plaza de Cervantes con la iglesia de Santa María al fondo o el interior del Palacio Arzobispal antes del incendio, que de las calles por las que habían transcurrido nuestras correrías en la infancia.
Le insistí en numerosas ocasiones sobre el valor documental y el potencial que reunían esas imágenes. “Baldo” tuvo la magnífica idea de empezar a recorrer todas, todas, las calles de Alcalá y fotografiarlas una a una. Fue consciente de las transformaciones irreversibles que estaba empezando a sufrir y quiso dejar constancia de cómo era ese Alcalá condenado al recuerdo en no demasiado tiempo. En ese momento ni siquiera había llegado la declaración como Conjunto Histórico-Artístico de 1968. Pero esas imágenes iban mucho más allá del mero testimonio documental. Era la visión personal de un artista. Las perspectivas, los contrastes de luces y sombras, los personajes, coches y carruajes nos descubrieron la capacidad creativa y el buen hacer de “Baldo”. Puse a disposición toda mi experiencia en la confección y edición del libro “Memoria gráfica de Alcalá (1860-1970)”, que en sólo unos meses había alcanzado cuatro ediciones y logré convencerle de que merecía la pena embarcarse en la aventura. Estaba convencido de que sería todo un éxito y, finalmente, pidió un crédito para afrontar los altos costes de edición. “Alcalá en blanco y negro (1960-1970)” vio la luz en 1980 y en muy poco tiempo agotó los ejemplares. La demanda del público que deseaba hacerse con el libro le llevó, tres años después, a sacar una segunda edición, igualmente con muy buena acogida.
Intenté convencerle de nuevo para hacer una segunda parte con todas aquellas fotografías que se habían quedado en su archivo, pero el proyecto se fue demorando y llegó un momento en el que el pirateo informático hizo que sus fotografías se escanearan y se “colgaran” sin su autorización en páginas web. El interés por la fotografía no decayó en absoluto, pero la nefasta opinión de que la cultura tiene que ser de libre acceso y gratuita, sin el más elemental respeto a la propiedad intelectual hizo que se redujera drásticamente el número de posibles compradores. Lanzarse a editar un libro de estas características suponía una alta inversión, sin posibilidad de cubrir ni tan siquiera los gastos de impresión. De este modo, se nos privó de poder disfrutar en casa de otra colección de imágenes de Alcalá.
En las últimas dos décadas son numerosas las publicaciones que han contado con fotografías de “Baldo”, libros monográficos, guías de turismo, catálogos de exposiciones…, bien en solitario, ya con su hijo Baldomero Perdigón Melón, bien con otros fotógrafos de Alcalá. Y en los últimos tiempos acabaron llegando los homenajes y los reconocimientos públicos, tanto de la sociedad alcalaína en general, como de sus propios compañeros fotógrafos en particular. El más reciente sólo hace unos meses, durante la presentación del libro “Alcalá de Henares, retrato de un aniversario”, editado con motivo de la conmemoración del XX aniversario de la declaración de Alcalá como Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Del mismo modo que se hizo hace unos años con Óscar Masats, creo que el mejor homenaje que se le puede brindar a Baldo es hacer una gran exposición, con su correspondiente publicación, con una selección de las fotografías que Baldo ha realizado a lo largo del último medio siglo y que nos permitan descubrir, no sólo al fotógrafo documental, sino a la mirada personal de este artista que, como ningún otro, merece la consideración de cronista visual de Alcalá.