- Más de 400 mujeres de toda España se reúnen en Alcalá para celebrar el arte del encaje de bolillos con tradición, música y emoción.
Este encuentro no solo es una celebración del encaje como arte textil, sino también de la transmisión intergeneracional de un saber delicado, minucioso y profundamente arraigado en la cultura popular. A lo largo de la mañana, los visitantes podrán contemplar el trabajo en vivo de las encajeras, que con almohadillas, alfileres y bolillos crean verdaderas filigranas de hilo. Se premiará a la encajera de mayor edad, a la más joven, a la delegación más numerosa y a la que haya viajado desde más lejos. La jornada contará también con la actuación de la rondalla del Club de Jubilados Gil de Andrade.
El año pasado la cita llenó de color y texturas la Plaza de Cervantes, y esta edición promete no quedarse atrás. Con cada puntada, estas mujeres hilvanan también historias de vida, resistencia y arte silenciosa, una tradición viva que también atrae a hombres.
Una técnica artesanal con siglos de historia
El encaje de bolillos es una técnica artesanal con siglos de historia, que consiste en entrelazar hilos enrollados en pequeños cilindros de madera —los famosos bolillos— sobre una almohadilla, guiados por un patrón sujetado con alfileres. El resultado es un tejido calado de gran belleza que se utiliza para decorar prendas, manteles, cortinas y más.
Originado en Europa en el siglo XVI, el encaje se convirtió en un símbolo de paciencia, precisión y elegancia, tradicionalmente practicado por mujeres que se reunían en corro a trabajar, conversar y compartir saberes. En España, tiene especial arraigo en Galicia, Castilla-La Mancha, Cataluña y la Comunidad Valenciana, aunque actualmente se practica en todo el país como patrimonio vivo.
El Encuentro de Encajeras de Alcalá no es solo una muestra de habilidad manual, sino también una fiesta de convivencia y orgullo colectivo. Ver a mujeres de diferentes generaciones compartiendo mesa, técnicas y risas al son de la rondalla, mientras el aire se llena del leve repiqueteo de los bolillos, es asistir a una escena de belleza serena y auténtica. Una cita que merece ser vivida… y contada.