INFILTRADOS | Por Pilar Blasco

"Resulta que, como en las películas, como en la película premiada, hay infiltrados valerosos y atrevidos, que muy de vez en cuando traicionan a la banda y señalan dónde está el mal. Infiltrados que se insertan en la tribu y en un momento dado se cuelan en el escenario del festival, en la rueda de prensa o en la tertulia de la Sexta... Larga vida al Cine Español con sus infiltrados. Salve".

El equipo de "La infiltrada" tras recibir el Goya a mejor película en la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine. EFE/
  • Pilar Blasco es  licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Carolina Yuste protagoniza ‘La infiltrada’Cinemanía

No he visto aún la película ganadora de los Goya, aunque su fama la precedía. Pero no voy al cine hace años. Me molesta desplazarme a las afueras de la ciudad, salir del cine a ciertas horas por la trasera del centro comercial donde se ubican esas comodísimas enormes frías multi salas por escaleras y pasillos hostiles, al parking desolado. Aparte, es un riesgo económico pagar una entrada respetable sin saber qué me voy a encontrar en la pantalla. No me apetece. Cine español, solo en contadas ocasiones, bajo recomendación de personas con criterio. No lo veo por varias razones entre las que están los mensajes, explícitos y subliminales, que trasmiten las pantallas progres, que son la mayoría. Son ya cuatro décadas de guerra civil con los buenos y malos de siempre, mísera posguerra franquista, derechona malvada, ricos y pobres, etc. Tendencia que sigue vigente a pesar de los años, seguida en la última década por la doctrina woke en sus diferentes modalidades, a saber, pareja homosexual, pareja trans, sexo explícito al detalle, inmigrante bueno por naturaleza – nativo racista español también por naturaleza, etc. Y los fachas de siempre y los guay de siempre

Las noticias sobre el cine también son un género en sí mismo. Los actores y directores, españoles y mundiales tienen sabrosas vidas privadas que llenan las revistas del corazón y las tertulias de la tele. Además, la gente del cine opina. Opina en cuanto le preguntan donde sea, en la alfombra roja, en la tele y sobre todo opina en el escenario de los Goya. Tiene sus preferencias políticas y opinan de lo divino y lo humano, de la marcha geopolítica de la humanidad, de lo que es bueno para el mundo y lo que es malo, que es lo que opinamos la peña de la cultura, invariablemente progre. Porque la opinión de la gente del cine no ha variado en los últimos cuarenta años. Me llena de asombro la poca actualización del pensamiento cine español.

Por descontado que tampoco veo las galas de cine, ni Oscar ni Goya, ni Globos ni San Sebastián ni Málaga y resto de festivales en los que se premian películas que no he visto y actores que no conozco. Es cosa mía, no voy a denostar el cine español porque yo no lo vea ni a decir que es malo porque no lo es. Repetido y cansino sí es, por lo que apunto más arriba. Pero no todo es así. Hay películas muy buenas, técnicamente muy buenas. Interpretaciones soberbias, muy buenos actores en general. Y las hay incluso que no tienen mensaje político ni tendencioso. Las hay. Pocas.

En los años de plomo, que han sido varias décadas, en los que el terrorismo etarra nos hacía la vida imposible, a muchos en sentido literal, nunca oímos un discurso crítico sobre aquel horror ni contra los dispensadores del crimen ni contra las políticas que lo propiciaban y lo disculpaban y aún hoy las blanquean. El festival de San Sebastián, ahora Donosti por la gracia de los mismos, se desarrollaba con toda “normalidad” y corrección, con el mismo glamur y el mismo lujo de estrellas premiadas y aspirantes. En ocasiones las pistolas y las bombas habían humeado unas horas antes. Y los españoles ante el televisor viendo la alfombra roja y sus figurines rutilantes sin hacernos preguntas. Aquí no ha pasado nada. Aquí sigue sin pasar nada.

Pero resulta que, como en las películas, como en la película premiada, hay infiltrados valerosos y atrevidos, que muy de vez en cuando traicionan a la banda y señalan dónde está el mal. Infiltrados que se insertan en la tribu y en un momento dado se cuelan en el escenario del festival, en la rueda de prensa o en la tertulia de la Sexta. Es difícil, el precio a pagar es alto, pero me imagino que la recompensa moral por echar por esa boca, en público, lo que la mordaza oficial  prohíbe bajo pena de ostracismo y exilio civil (cancelación, lo llaman ahora) lo gratifica y lo compensa todo. Tiene mucho riesgo, ya se sabe, estoy deseando ver a esa magnífica actriz (la he visto en una peli estupenda sobre la vida del humorista Eugenio) haciendo de infiltrada en la ETA para dar el chivatazo y acabar con los malos.

Para chivatazo el de María Luisa Gutiérrez.  No sé si el mundo de la cultura y la ceja le perdonará a esa coproductora natural de Guadalajara, hija del medio rural, el que ha financiado sus estudios como a tantos españoles, probablemente con mucho sacrificio. Una profesional del espectáculo que no olvida sus orígenes ni se desentiende del presente del campo, de su región y del país entero y lo delata en medio del relumbrante escenario donde no se espera ni se da ese tipo de discursos sino todo lo contrario.

La retahíla de víctimas que desgranó María Luisa no se queda en el moribundo campo español asesinado a cámara lenta por las políticas progres woke climáticas verdes. Comenzó reconociendo y valorando a la Guardia Civil y la Policía, pasó a las víctimas de aquel infame terrorismo y sus familias, con nombres y apellidos, y algunas cosas más. Y lo dijo sin torcer el gesto ni la mirada bajo su cinematográfica melena platino; proyectando la voz claramente al auditorio y a las cámaras. Con un par. Lo nunca visto en un medio y un contexto que habitualmente año tras año se especializa en darle jabón político-cultural sin rubor al gobierno de turno si es de izquierdas, haga lo que haga. O a insultarlo si es de derechas, aunque les otorgue las mismas ayudas o más -se ha dado el caso- y a enjabonarse mutuamente entre besos y abrazos de cuché.

Infiltrados en la ideología dominante en España y en el mundo, los hay. Muchos están en silencio por temor a ser descubiertos, lógico, hay que trabajar y comer. Otros confundidos con el paisaje progre, esperando el momento de cantar las verdades que pongan en evidencia y desarticulen por fin a la banda. Todo llegará. Algunos, sabiendo que hay mucho público que no los traga que ha renunciado al cine español por lo mismo, de vez en cuando hacen declaraciones tímidas y acomplejadas para que parezca que ellos no son iguales. Casi los peores. En fin también hay infiltrados por derecho propio que no necesitan camuflaje, han triunfado por sí solos y están por encima de la chusma. Son valiosos en el cine y tienen medios propios. Son infiltrados a cara descubierta, con poder. Arrostran los riesgos, los ataques de los bien pensantes de la superioridad moral y la posesión de la verdad. No se libran de amenazas de muerte civil, desprestigio profesional y social y demás maldades de la banda.  Pero no les importa, ya saben que pisan un campo de minas. Y cargan con el riesgo y las consecuencias.

Larga vida al Cine Español con sus infiltrados. Salve.

 

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1 Comentario

  1. Como padre de una mujer que ocupa un alto cargo en la Policía Nacional destinada en uno de los sitios más conflictivos de España te recomiendo encarecidamente la película. Es sin duda una alegoría para todos los hombres y mujeres que con su sangre y trabajo han hecho posible vencer a un terrorismo que desgraciadamente se han hecho con el favor de un miserable para que le permita gobernar durante muchos años. Mientras tanto siguen sin ser considerados profesión de riesgo al contrario de los que se subieron al escenario de los Goya que si lo son.

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