- Algunos o quizá muchos militantes del PP habrán sentido estos días algo parecido a un escalofrío al comprobar el porcentaje de apoyo al advenimiento de Alberto Núñez Feijóo.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Desde el primer día estuvo claro que el líder gallego quería ascender a la presidencia del PP por aclamación. Pero un porcentaje de más del 99 por ciento constituye eso que antiguamente llamábamos “votación a la búlgara”, es decir, un resultado que solo es posible en regímenes dictatoriales o totalitarios. No tienen muchas cosas de las que presumir los populares en su congreso extraordinario de Sevilla.
Claro que no será menor el escalofrío sentido por los militantes socialistas al conocer la carta que el Presidente del Gobierno envió al Rey de Marruecos: una carta en la que Sánchez, tras las presiones o sugerencias recibidas desde otros gobiernos occidentales, ejecuta una pirueta sensacional para decir que España apoya las tesis marroquíes sobre el Sáhara Occidental. Puede que la causa saharahui estuviera ya reducida a una cuestión sentimental después de casi medio siglo en el callejón sin salida. Pero el estupor que ha sentido la ciudadanía en general es solo comparable al estupor que sentimos cuando Felipe González decidió que el prometido referéndum no era para salirnos de la OTAN, sino para quedarnos dentro.
Y qué decir del escalofrío al ver las estanterías vacías de los supermercados. ¿A nadie se le ha ocurrido que sería conveniente establecer unos servicios mínimos? ¿Los convocantes y seguidores de la huelga de transportes tienen en su código ético alguna cláusula de respeto y consideración hacia el resto de sectores económicos y consumidores? No nos pongamos melodramáticos, pensarán algunos lectores de ALCALÁ HOY, pero por qué no recordar que fue una huelga de camioneros cabreados lo que estuvo en el origen de la caída de Salvador Allende y la posterior dictadura de Augusto Pinochet.
Así, pues, el nuevo liderazgo del Partido Popular comienza su andadura en unos tiempos convulsos probablemente favorables a la expansión electoral de la extrema derecha española. Una extrema derecha que no es otra cosa que una escisión del PP, que estaba dentro del PP, pero que no había conseguido cuajar en un proyecto independiente con capacidad para obtener una importantísima representación parlamentaria.
Se han alzado muchas voces pidiendo una suerte de pacto tácito entre las fuerzas políticas democráticas para impedir que los representantes de la extrema derecha accedieran a posiciones de gobierno en las Comunidades Autónomas primero, y en el Estado después. El propio Núñez Feijóo resucitó por un momento un viejo mantra al que nos tenían acostumbrados: que gobierne la lista más votada. Pareció olvidar que había sido el Partido Popular el primero en hacer caso omiso de su discurso cuando comprobó que en muchos lugares (Andalucía, sin ir más lejos) podía desbancar a los socialistas, que eran la lista más votada, mediante un pacto con Ciudadanos y la extrema derecha.
Así que Vox es carne de la carne y sangre de la sangre del PP. Y las encuestas ya nos están diciendo lo que va a pasar el año que viene: Núñez Feijóo y los suyos buscarán apoyos entre sus afines, tal como recomendaba Sánchez a Rajoy hace no tanto tiempo. Un Gobierno del PP y Vox puede ser un motivo de alegría para millones de españoles y un motivo de preocupación para otros cuantos millones más. Pero creo que tenemos que hacernos a la idea de que es tan inevitable como el paso de las estaciones, dada la representación parlamentaria que ya tiene Vox y la que tendrá.
¿Será bueno o será malo un Gobierno PP-Vox para la democracia española? Yo me atrevo a pronosticar que será bueno, aunque habrá cierto escándalo en Europa cuando los ministros de ese Ejecutivo vayan a La Zarzuela para jurar o prometer sus cargos. A continuación tendremos ocasión de comprobar que no es lo mismo predicar que dar trigo. Y tendremos ocasión de preguntarnos a quién favorecen y a quién perjudican las medidas que adopte ese hipotético Gobierno de España. Ya desde la oposición estos hermanos siameses están insistiendo contumazmente en “bajar los impuestos”; y luego vas al centro de salud y te dicen que no pueden mirarte esa rodilla que te martiriza hasta dentro de año y medio. Como les decía Garganta Profunda a los periodistas del Watergate: sigan la pista del dinero.