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Estamos inmersos e inmersas en lo que viene siendo uno de los descansos más deseados del año: el de Semana Santa. Periodo, que para suerte de unos pocos termina siendo de varios días y otros solo pueden catar un par de festivos.
- Teresa López Hervás – Concejala de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Alcalá de Henare
No obstante, la tradición ha sido la que nos ha traído estas vacaciones, que para muchos después de la cuesta de enero (tan terrible con la tercera ola y la nevada) es un alivio. Pero seguramente si me está leyendo alguien se preguntará qué pretende la concejala-portavoz de Unidas Podemos hablando de Semana Santa en plenitud de ésta. Bien, este artículo comenzó a rondarme por la cabeza la semana pasada a raíz de las declaraciones que hizo el Obispo de nuestro municipio, Juan Antonio Reig Pla.
En primer lugar, he de decir, porque sino exploto, que Alcalá de Henares tiene muy mala suerte con los representantes de su clero, no llego a entender por qué es así, pero los últimos obispos titulares han dejado titulares de prensa incompatibles en la mayor parte de los casos con las directrices del credo cristiano, donde dogmas como el amor y la compasión deben guiar los pasos de las personas de buena Fe.
Nuestro prelado actual se ha atrevido con todo: LGTBI, educación, divorcio, misas franquistas y ahora las bochornosas declaraciones sobre la eutanasia baten todos los récords. Este señor no puede estar representando a la Iglesia de Alcalá y no entiendo como los católicos complutenses permiten que este obispo les “pastoree” ¿Hasta cuándo aguantarán en silencio tanta impertinencia y tanto daño a sus creencias? Porque de verdad, conozco muchísimos católicos que no quisieran ver sufrir más a sus familiares de lo que ya sufren por enfermedades, porque es inhumano y porque pienso que este ansia que tiene el sector más antiguo de la Iglesia de imponernos la culpa y el sufrimiento como única forma de “llegar al paraíso” está completamente obsoleta y es absurda en pleno siglo XXI.
En segundo lugar, puedo asegurar que en cada sesión de nuestro Pleno me sorprende el bajo nivel cultural que sobre el tema de religión tienen los que se consideran adscritos a la Iglesia Católica y su partido se declara completamente afín a ella. Esto denota que son creyentes por pura pose política y no por convicción, por conocimiento o por historia personal. Por si cabe alguna duda, hablo de la ultraderecha de nuestro país que pone el catolicismo por bandera apropiándose de ello y malinterpretando sus valores cuando muchas veces no saben ni siquiera de lo que hablan porque no tienen cultura cristiana.
Se posicionan en muchas ocasiones con testimonios polémicos como el de Ruig Plá. Testimonios peligrosos, que no entienden del espectro político de derecha-izquierda, sino que la única dirección a la que van es marcha atrás. La ultraderecha no permite avanzar, y no solo con sus vergonzosas pantallas en las tablets el día que se aprobó la Ley de Eutanasia en la que aseguraban que “la derogarían”. Cuando tienes un familiar o un amigo en una situación crítica, lo último que quieres es verlo sufrir, aquellos que abogan siempre por la vida deberían entender la muerte como parte de la misma y no entorpecer a través del sufrimiento un trance que ya de por sí es doloroso.
Las personas de izquierda, de diferentes partidos siempre hemos tenido fama de ir contra la iglesia y sin embargo es la Iglesia como tal la que echa hacia atrás a un progresista mediante el uso de sus preceptos más arcaicos en una época muy diferente a la que se escribieron: no se acuerdan del amor al prójimo, pero sí se acuerdan del castigo divino, no recuerdan nunca el calvario de Jesucristo por tener ideas radicales, pero la cruz la llevan a todos lados, se convencen como fieles creyentes y defensores de la Fe cristiana cuando precisamente sus creencias ligadas a su ideología han vulnerado el mandamiento de “no matarás” multitud de veces durante el Franquismo, en definitiva, su discurso siempre está lleno de odio. Fue el mismo Papa el que nombró apostol a María Magdalena, pero estos ultras, la mayoría hombres, lo que en nombre de la moral se atreven a meterse con cualquier decisión que incumba plenamente a la mujer.
Sé que son opiniones y preguntas conflictivas y difíciles pero estoy convencida de que pueden ser compartidas por un gran número de cristianos de nuestra ciudad. Ojalá tuvieran voz y su grito sonara en el silencio. Y hablo por propia experiencia, hablo de ese clero de esos grupos católicos que en las décadas de los 70 nos abrían las puertas de las parroquias a los obreros para celebrar asambleas prohibidas, que desembocaron en esas huecas que los de mi quinta hemos vivido cuando Alcalá era un hervidero industrial, dejando a los “grises” en la calle. Porque mientras el franquismo usaba a la iglesia para oprimir, muchos sacerdotes desde sus púlpitos se jugaban su integridad física y la posibilidad más que real, de terminar en la sede de la Puerta del Sol donde estaba ubicada la Dirección General de Seguridad donde sería escabroso escuchar lo que podrían decirnos las paredes de aquellos sótanos.
Quiero hacer una pequeña alusión para terminar al refranero español con la frase “de aquellos barros, estos lodos”, que viene a significar que la mayor parte de los males que se padecen en la actualidad vienen de errores en el pasado o hechos que hemos pasado por alto. Nuestro error fue no apagar después del Franquismo a la llama que lo aviva, que mientras el resto de países tiene ilegalizado cualquier acto fascista, aquí se permite con la excusa de “la libertad de expresión”. ¿Qué libertad de expresión han de tener aquellos que en el caso de tener el mando sería lo primero que abolirían? ¿Queremos volver a las asambleas en las parroquias de los setenta? Yo que lo he vivido, no lo quiero.