- Carlos Cotón es miembro del Consejo de Dirección de UPYD y Portavoz en Alcalá de Henares
“Ante Dios todopoderoso, Venezuela, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres”. Estas fueron las palabras que Juan Guaidó pronunció el día de su juramentación como presidente interino de Venezuela el 23 de enero de 2019.
Guaidó consiguió aquel día mantener prendida la llama de la esperanza. Consiguió renovar el compromiso venezolano para conseguir la tan ansiada paz que anhelan Venezuela y sus ciudadanos. El yugo del tirano Nicolás Maduro no hacía más que minar la esperanza y la fuerza de un pueblo que tenía que presenciar como el dictador se acomodaba en el poder mientras enviaba a prisión a todos aquellos líderes, referentes y activistas políticos que osaban cuestionar la legitimidad democrática del régimen chavista.
Lo hemos visto con el paso del tiempo. El chavismo lo único que ha aportado a Venezuela es miseria, hambre, muerte y resignación a las penosas consecuencias del régimen establecido, esto es, de la narco-dictadura chavista.
Venezuela es el claro ejemplo de la degradación de un pueblo a manos de un tirano, un cacique al que lo único que le preocupa es mantenerse en el poder al precio que sea, independientemente de lo que le suceda a sus conciudadanos o de si vulnere, con sus actuaciones, derechos fundamentales. Hoy día, y por desgracia, son miles los venezolanos que no pueden acceder a bienes de primera necesidad como puede ser cualquier alimento o cualquier medicamento.
Me sorprende que con todo lo que podemos ver, con las cartas descubiertas encima de la mesa, todavía haya quien no considere que Venezuela necesita ayuda urgente. En todos los sentidos. Y ya no hablo de quienes todavía, a día de hoy y visto lo visto, son incapaces de condenar el régimen chavista y de asumir que a Venezuela no le queda otra salida que la marcha del autoritarismo y la llegada de la democracia.
Eso me pasó recientemente con Olga García, concejal del Equipo de Gobierno en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares por Somos Alcalá, en un cruce de tuits entre ella y un servidor.
En dicho diálogo por las redes, debatíamos obviamente de la situación que atraviesa Venezuela. Lejos de emitir una condena profunda y un rechazo total a la coyuntura política, social y económica que transcurre en ese país, García optaba por rehuir de ese debate y traer a colación otros regímenes dictatoriales en otros países del mundo. Hay quien piensa que esto va de bandos, de unos contra otros, de mejores y peores, de más o menos, pero cuando se trata de defender la democracia y las libertades cívicas más básicas y fundamentales, todos navegamos, o al menos deberíamos navegar, en el mismo barco.
Ya hemos visto cuáles han sido los acontecimientos acaecidos tras la juramentación del presidente Guaidó. Ya hemos visto el papel adoptado por los diferentes países. La mayoría de ellos reconociendo la legitimidad de Guaidó y una ínfima minoría, aliada histórica del régimen chavista, en contra del presidente de la Asamblea Nacional y a favor de Maduro. Por lo que nos toca, España, he de decir que me esperaba otro papel por parte de nuestro país. No voy a demonizar la decisión de Sánchez de otorgarle oxígeno a Maduro en un primer momento pidiéndole que convocase elecciones, pero sí que esperaba más de mi país y de la Unión Europea.
Europa es clave en la ayuda que puedan recibir los venezolanos. Por ello, entiendo, la Unión Europea debería activar todos los mecanismos de presión internacionales que tenga en su mano para contrarrestar los nocivos efectos de la narco-dictadura chavista y auxiliar así a toda la población venezolana. Ese es el fundamento que sustenta la existencia de la Unión, la defensa de los principios y valores democráticos. No hay tiempo y sí mucha prisa por llevar la paz y la libertad a Venezuela.
Decía Maquiavelo que “el que es elegido príncipe con el favor popular debe conservar al pueblo como amigo”. Pues bien, ni Maduro fue elegido con el favor popular ni el pueblo venezolano es su amigo.
La democracia va a llegar a Venezuela. Estoy plenamente convencido. Y lo hará más pronto que tarde. Con Guaidó a la cabeza como el referente político que acabará con Maduro y que liderará la transición democrática en Venezuela camino hacia unas elecciones verdaderamente libres, limpias y que respeten las mínimas reglas del juego democrático.
Entre tanto nos toca seguir luchando, no bajar los brazos y caminar junto a los miles y miles de venezolanos, allí y aquí, que siguen luchando por lo que es justo y por lo que les pertenece ¡Viva Venezuela libre y democrática!