Generosidad, lealtad, pragmatismo, firmeza ( España en el país de las maravillas ) | Por Santiago López Legarda

Escribo estas líneas unas horas después de que el Pleno del Congreso de los Diputados rechazase del proyecto de presupuestos presentado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Y debo comenzar reconociendo que me equivoqué hace unas semanas al pronosticar que saldrían adelante porque había una confluencia de intereses entre Sánchez y las fuerzas políticas que lo llevaron a la Moncloa.

AP Foto/Andrea Comas

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

 

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español.Fuente: Reuters

Esas mismas fuerzas le obligan ahora a ir a las urnas mucho antes de que la “lluvia fina” del gasto público haya calado en el electorado. Quizá el error de partida estuvo en no cumplir a rajatabla lo que prometió desde la tribuna de oradores: elecciones cuanto antes. Quizá pensó que podía subirse al lomo del tigre independentista y amansarlo o domesticarlo con unas cuantas palabritas finas, como cantaba el inmortal Carlo Cano.

Pablo Casado, junto al primer cartel electoral de la precampaña del Partido Popular – MAYA BALANYA

Ahora son otros, a tenor de las encuestas, los que pueden verse en el brete de intentar subirse a lomos del tigre, aunque ahora se trata de un tigre que habita en los bosques tenebrosos de la extrema derecha. Parece que Casado, tan visceralmente echado al monte, no tendría problemas. Pero hay otros que se presentaron (muy al comienzo desnudos, por cierto) a la sociedad española como socialdemócratas, luego prefirieron llamarse liberales y un poco más tarde aceptaron de buen grado los votos de la extrema derecha para desalojar a los socialistas del Palacio de San Telmo. Un poco vergonzoso, sin duda, el papel de Juanma Moreno después de tantos años defendiendo el “sagrado” principio de que se debía dejar gobernar a la fuerza más votada. Bienvenidos al voto proporcional y al régimen parlamentario, queridos amigos.

Foto de Europa Press

Pero estos otros a los que me refiero son aquellos que han pasado del amor al odio hacia Pedro Sánchez (en parte por culpa de éste, claro está) y se arriesgan a ser devorados por el tigre. A no ser que yo esté equivocado y ya no queden en el censo electoral español ciudadanos deseosos de unas políticas moderadas y centristas, que combinen la generosidad de las soluciones con la lealtad a la nación española (que es como decir al conjunto de la sociedad), el pragmatismo para negociar y cerrar acuerdos de Estado y la firmeza para defender dichos acuerdos. A Rivera parece haberle brotado la misma obsesión por echar a Sánchez que Sánchez tenía por echar a Rajoy.

Necesitamos los españoles unos cuantos pactos de Estado, que deberían negociar y ejecutar, sean cuales sean los resultados electorales, las principales fuerzas parlamentarias. Y la sombría impresión que tengo, mientras tecleo en el ordenador, es que vamos a echar de menos los viejos tiempos del bipartidismo imperfecto. Me gusta el pluralismo político, disfruto cuando hay muchos portavoces interviniendo en los debates, pero veo a nuestros líderes con menos cintura que un defensa central frisando ya la cuarentena. Así que mi temor es que los intereses superiores de la nación española (que para mí es como decir sociedad española, insisto) van a estar peor atendidos ahora que antes. Quizá nos ocurra con la política como con la oferta televisiva: la proliferación de canales no ha traído en absoluto una mejora de la calidad.

Un pacto para mejorar la educación, otro más para la sanidad, otro para la justicia y otro para la protección social y muy principalmente la seguridad y sostenibilidad de las pensiones, que por sí solas constituyen la madre  de todas las batallas presupuestarias. Y muy probablemente deberíamos pactar una reforma constitucional en algunos puntos importantes. Todo esto no puede salir adelante sin un acuerdo de fondo entre la izquierda y la derecha, como ocurrió cuatro décadas atrás. Ese acuerdo de fondo tiene que incluir el compromiso de que nunca más el gobierno de España dependa de las fuerzas nacionalistas. Cierto que hubo un tiempo en que los nacionalistas hicieron aportaciones notables, pero a día de hoy no encuentro palabras para describir la deslealtad que cometen contra la democracia española, deslealtad en la que incluyo episodios como la puñalada trapera que los del PNV propinaron a Rajoy después de haber pactado con él un plan presupuestario que teóricamente garantizaba la estabilidad política hasta el final de la legislatura. Deslealtad que no puede ser ocultada por las palabras melifluas de un tal Junqueras, que ha ido al Supremo para proclamar su amor por los españoles y definirse a sí mismo, en un rapto de inspiración machadiana, como un hombre bueno.

El anuncio de la fecha electoral y el primer mitin de la campaña, pronunciado por Sánchez desde el atril de La Moncloa, me pillan rematando estas líneas. Que Dios reparta suerte, como dicen los taurinos.

 

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