- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
La falta de generosidad para reconocer alguna que otra virtud al derrotado se complementa con una inmodestia sin límites a la hora de juzgar la victoria propia. Según Sánchez, lo que se produjo el día 1 de junio, cuando el Congreso votó la moción de censura contra Mariano Rajoy, fue nada menos que un “cambio de época”. No un cambio de Gobierno acaecido en gran parte por una inverosímil carambola y con la tarea de rematar en precario una legislatura que daba claros síntomas de agotamiento.
No seamos modestos, viene a decirnos el Jefe del Gobierno, lo ocurrido es un cambio de época, algo así como la batalla del río Guadalete, la caída de Constantinopla o la entrada en Granada de las tropas cristianas de Isabel la Católica. Y la característica más sobresaliente de esta nueva época es que ahora los ciudadanos españoles (todos los ciudadanos, cabe suponer, a tenor de las palabras del Presidente) y el Gobierno comulgan con una misma idea y caminan en la misma dirección. Antes España estaba paralizada y ahora ha comenzado el cambio y “no hay tiempo que perder”, porque debemos “avanzar y no aguantar”. Por supuesto, existía y existe el desafío migratorio, pero antes carecíamos de una política migratoria y ahora ha comenzado a ponerse en marcha. También persiste el desafío secesionista, pero lo vamos a resolver con nuestra superior capacidad de diálogo y nuestro superior manejo de la “política”.
¿Y qué decir del llamado Estado del Bienestar? Estaba, a juicio de Sánchez, poco menos que desaparecido, pero en esta nueva época lo vamos no solo a reconstruir, sino que lo vamos a “blindar”. Vamos a blindar las pensiones, como han exigido repetidamente tantas y tan reconocidas voces, sin importar que los beneficiarios del blindaje sean cada vez más y los que lo pagan cada vez menos. Vamos a blindar el gasto en becas, en sanidad, en protección del desempleo, en ayudas a la dependencia, en todo aquello que pueda sonar bien a nuestros delicados y exigentes oídos.
En la rueda de prensa de Moncloa no se dijo nada al respecto, pero es de suponer que también se blindará el derecho de los prestamistas a recuperar su dinero y cobrar los intereses pactados. Porque en gran parte ese bienestar tan intocable, tan irrenunciable, lo estamos financiando con la deuda que nos compran los ahorradores e inversores extranjeros. No somos los únicos. Otros países hacen lo mismo. Pero todo tiene un límite y convendría hacernos a la idea de que necesitamos un orden de prioridades. De lo contrario podemos sufrir un susto serio cuando el crecimiento actual de la economía empiece a aflojar y a alguien (pongamos el Financial Times, por ejemplo) le de por poner en duda la capacidad de pago de la Hacienda española.
Dicho todo lo anterior, creo que hay que aplaudir al nuevo Gobierno por el asunto de la sanidad universal y por la anunciada recuperación del subsidio para mayores de 52 años, que fue una de las reformas más dañinas llevadas a cabo por el Ejecutivo del PP. Pero insisto: necesitamos un orden de prioridades, porque gastar es más fácil que recaudar y tanto blindaje puede llevarnos a naufragar por exceso de carga.