El Ecce Homo. El Sacromonte de Alcalá y sus ermitas

Artículo remitido por el Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense (GDPC) y la Asociación de Hijos y Amigos de Alcalá. En una extenso comunicado público, alertan de los "peligros" que corre este gran cerro, una de las elevaciones que dominan la vega alcalaína del Henares. Lo más amenazado es, por encima todo, el conjunto de ermitas que saltean saltean este 'sacromonte' complutense.

Subida al Ecce Homo

Cada año, desde hace doce, la Asociación Cultural Hijos y Amigos de Alcalá propone la subida a este cerro testigo de casi 840 metros de altura, con el fin de colocar un humilde nacimiento, para después cantar villancicos y, sobre todo, pasar un buen rato visitando este histórico lugar. Este año subimos al menos tres grupos.

Pero hoy queremos hablar de los restos de las ermitas que allí estaban erigidas: eran al menos tres, denominadas de la Vera Cruz, del Santo Sepulcro y del Ecce Homo.

La de la Vera Cruz fue la que dio el primer nombre a este cerro alcarreño (La Alcarria es una comarca natural que empieza en la otra orilla del Henares; por tanto, casi la mitad del municipio de Alcalá es alcarreño). Se erigió para recordar la legendaria aparición de una resplandeciente cruz que ayudó a las tropas cristianas, dirigidas por al arzobispo toledano Bernardo de Sedirac, un 3 de mayo de 1118. En 2018 se cumplirán 900 años. Esperemos que nuestras autoridades proyecten una adecuada celebración. Guadalajara acaba de conmemorar el IX Centenario de su reconquista. Aquí ya se dejaron pasar la celebración del Fuero Nuevo en 2009, la Concordia de Santa Lucía en 2015…
De esa ermita de la Vera Cruz nos queda algo extremadamente valioso por su rareza dentro del término de Alcalá: la planta románica del edificio medieval. Llama la atención que, desde hace apenas unos años, se colocan cruces en la cabecera de la antigua ermita, donde estuvo su ábside semicircular, que devuelven al espacio su función espiritual. Pese a la continua retirada de las cruces, manos desconocidas se afanan en reponerlas, para mantener viva esa religiosidad en lo que fuera un lugar cargado de leyenda y tradición. De momento, tan solo hay algunos desplazamientos de las piedras que conformaron el edificio, sin que sea demasiado peligroso el borrado de la silueta de la románica planta.

La del Santo Sepulcro, excavada en la costra pétrea del cerro y revestida de ladrillo, revela con claridad la mano del vándalo y del incívico salvaje. Pintadas, grafitis, derrumbe de ladrillos, acúmulo de desperdicios (algo generalizado en todo el cerro) o la erosión, que está generando depósitos de arcilla en las ruinas. Son peligros a los que se enfrenta este otro elemento de lo que fue un sacromonte no hace demasiados años.
Y por último, la que mostramos en las fotografías y la que nos revela una negativa y alarmante involución. La ermita del Ecce Homo era hace unos 40 años un volumen arruinado, pero bastante perceptible. Mostraba aún buenas hiladas de ladrillo y cajones de mampostería caliza en los muros perimetrales, un edificio con planta en cuadrilátero. En 1996, sus muros aún permitían refugiarse del viento. En la actualidad, en sus ruinas, los visitantes ejercen una sistemática destrucción, con la remoción de sillarejos y ladrillos, que va borrando la ya de por sí maltrecha estructura. Seguro que todo esto se hace sin saber qué fue este edificio y qué fueron los restos de sus dos ermitas vecinas.

Los complutenses sentimos un fuerte apego hacia esa mole térrea que es el cerro Ecce Homo. Lo vemos desde la ciudad y nos fascina. Lo paseamos, nos acercamos a él en bicicleta, corriendo, con amigos, en familia. Muchas veces, sin saber apenas nada de todo el patrimonio material e inmaterial que atesora y que es ingente. Quienes lo conocemos, nos sentimos fuertemente atraídos por él, por su misterio, por su silueta trapezoidal. Fue habitado en la Prehistoria; también hubo anacoretas en siglos posteriores. Sus entrañas tuvieron cuevas que llegaban, según las leyendas (con gran fantasía), hasta Guadalajara, habitadas por gigantes. Pudo tener ermitas rupestres que enlazaban el Campo Laudable, en torno a San Justo y San Pastor, con la Vera Cruz y sus ermitas vecinas. Decenas de familias habitaron sus cuevas en la posguerra; también conoció el cultivo de champiñones.

Con permiso del Cerro del Viso, Alcalá siente una honda querencia o amor hacia su “montaña” emblemática, el Ecce Homo, un pedazo de La Alcarria en el término de Alcalá. Pero este cerro y sus antiquísimos vestigios no están libres de peligros. Querríamos proponer algunas soluciones que ayuden a dignificar y proteger el conjunto de estas tres ermitas en él asentadas. Proponemos implicar a todos los sectores ciudadanos.

  •  El cogollo de las ermitas debería ser objeto de excavación e investigación. A continuación, debería seguir la consolidación de los restos. Algo que no fuera excesivamente ambicioso: con recrecer varios centímetros los muros, de manera diferenciada, para permitir la visualización e interpretación de los restos, sería suficiente. Estas actuaciones culminarían con un necesario proceso de cierre perimetral, que permitiera un acercamiento a las ermitas, pero sin entrar en ellas, para así garantizar lo más posible su conservación. Unos paneles legibles, dentro del vallado, cumplirían función de divulgación cultural: resultados de los estudios arqueológicos, textos de crónicas como Portilla o Esteban Azaña, recreaciones de los edificios por ordenador, fotos de edificios actuales similares en otros lugares…
  • El espacio podría tener una función viva de espiritualidad si, desde los sectores religiosos de la ciudad o la Diócesis, se utilizaran como lugares de oración o meditación. Sería compatible con los usos laicos con fines educativos. Se trata de implicar a la mayor parte de la ciudadanía, respetando el origen de las estructuras y su simbología.
  • Fomentando la participación en las excavaciones de estudiantes, mediante la fórmula de campos de trabajo, dentro de los planes de estudio en ESO, Secundaria o Universidad, propiciando que pueda generarse empleo a arqueólogos e investigadores.
  • Sería fundamental que toda intervención mantuviera el carácter agreste de este cerro. Quienes lo amamos, lo queremos lo más natural y lo menos intervenido posible. No hace falta más obra civil que la que precisan las tres ermitas. Tampoco harían falta paneles interpretativos en la cornisa del cerro: serían pasto del vandalismo y acabarían como eternos cadáveres que nunca se repondrían, afeando el entorno. Los paneles estarían dentro del recinto vallado, a la sazón, “Centro de Interpretación del Sacromonte de Alcalá”. Y, por supuesto, tampoco sería deseable el trazado o construcción de nuevos caminos que, además, habrían de pasar por una porción de terreno privado, en la vertiente suroriental del cerro.
  • Algunas de estas medidas se podrían implementar en otros espacios vecinos del Ecce Homo, como la Cueva del Champiñón o la de Malvecino. Ambas son patrimonio histórico de la ciudad y forman parte del imaginario colectivo de Alcalá. ¿Cuántos de nosotros hemos conocido a personas que han vivido refugiadas en ellas durante y después de la Guerra Civil, o que han trabajado allí, bien cuando se cultivaba champiñón o cuando se almacenaban productos agrícolas en tinajas? Un cerramiento preventivo de las cuevas podría, además, funcionar como microrreservas de varias especies de murciélagos que habitan en el entorno natural del Henares. Y que ahora son ahuyentadas por el vandalismo y la acumulación de basuras.

Por último, nos gustaría pedir la colaboración ciudadana. Por un lado, para que nuestros cerros y su patrimonio histórico no sufran más deterioro que el que causa la meteorología. Por otro lado, de cara a acciones de estudio y defensa de este patrimonio, estaríamos sumamente interesados en contactar con quien pudiera aportar información o fotografías más o menos antiguas de las ermitas, las cuevas u otros elementos existentes en el Ecce Homo o alrededores.

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