- Los bomberos descendieron por la fachada del hospital y repartieron regalos a los niños ingresados, llevando ilusión a plantas, aula hospitalaria y urgencias pediátricas.
La Navidad también se descuelga por las fachadas. Y esta vez lo ha hecho, literalmente, desde la séptima planta del Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Los niños y niñas ingresados en el centro han vivido una mañana muy especial gracias a la visita del Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid, que ha vuelto a desplegar en Alcalá uno de sus gestos más esperados y emotivos de estas fechas.
Los bomberos han protagonizado un espectacular descenso con cuerdas desde la azotea del hospital hasta uno de los patios interiores, una maniobra que los pequeños han seguido con ojos muy abiertos desde el interior del edificio. Durante el descenso, han desplegado una gran pancarta con un mensaje directo al corazón: “Feliz Navidad, pequeños valientes. Vuestros Bomberos de la Comunidad de Madrid están con vosotros. Alcalá de Henares”.
Tras la parte más visual y adrenalínica, llegó el momento más cercano. Los bomberos recorrieron la Planta de Hospitalización y el aula hospitalaria para entregar mochilas con distintos obsequios, adaptados a las edades de los menores. La visita continuó también por las consultas externas de la Primera Planta y por las Urgencias de Pediatría, para que ningún niño se quedara sin su dosis de ilusión.
La iniciativa forma parte del programa navideño que la Comunidad de Madrid impulsa cada año en hospitales públicos de la región, con el objetivo de hacer más llevadera la estancia hospitalaria y los tratamientos de los menores ingresados. Durante estas visitas, los profesionales del Cuerpo de Bomberos comparten tiempo con los niños y sus familias, cuentan anécdotas de su trabajo y les dejan probar durante unos minutos los cascos que utilizan en las intervenciones, además de regalarles cuentos, cuadernos de prevención, cascos de juguete y otros detalles.
En Alcalá, la jornada estuvo acompañada por el gerente del hospital, Mario García Gil, así como por profesionales de las distintas áreas del centro, que siguieron de cerca una actividad tan simbólica como necesaria.
Una mañana distinta, de sonrisas suspendidas en el aire, en la que las sirenas se cambiaron por aplausos y la rutina hospitalaria dejó paso, aunque solo fuera por un rato, a la magia de la Navidad. Porque hay descensos que no solo bajan por una fachada: también llegan muy hondo.
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