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La reflexión subraya que, pese a sus fallos, la democracia ha dado libertad y dignidad a España frente a la miseria y represión de la dictadura.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Escribo estas líneas cuando faltan apenas unas horas para que abran las urnas en Extremadura, donde previsiblemente ( al menos eso dicen las encuestas) el Partido Popular obtendrá una mayoría para seguir gobernando aquella comunidad, bien en solitario o con la ayuda de Vox. Lo que se anuncia para este domingo no es sino un anticipo de lo que se anuncia para toda España en las próximas elecciones generales, que se celebrarán en 2026 o como muy tarde en la primera mitad de 2027.
A tenor de lo dicho por Pedro Sánchez en su comparecencia de hace unos días, parece que él es el único convencido de que puede llegar hasta 2027. Pero lo cierto es que su Gobierno está en una situación agónica, lleva meses y meses de agonía, hasta el punto de que podría decirse que ya era un panorama agónico el que tenía cuando consiguió la investidura por los pelos en 2023. El Ejecutivo de Sánchez no ha conseguido articular una mayoría suficiente para aprobar unos presupuestos en toda la legislatura. Es una anomalía muy grave en un sistema democrático, que debería haber llevado a la disolución anticipada de las Cortes. Una vez celebradas las elecciones, el parlamento elige al Gobierno y éste tiene que ganarse cada año la confianza y el respaldo de las cámaras mediante la aprobación de una ley de presupuestos. Si esa aprobación no se produce, hay que dimitir y elegir nuevo Gobierno o ir a elecciones.
Aunque la abigarrada mayoría que eligió a Sánchez en 2023 era y es perfectamente legítima, el Ejecutivo salido de aquellos comicios ha ido perdiendo jirones de esa legitimidad a medida que transcurrían los ejercios y se ratificaba la incapacidad de sacar adelante unos presupuestos. Así no se puede o no se debe gobernar en democracia. Empecinarse en seguir más allá de todo plazo razonable amparándose en la seguridad de que en la bancada de enfrente no hay mayoría para una moción de censura es hacerle un mal servicio a la democracia. Celebrar elecciones anticipadas es casi el pan nuestro de cada día en los regímenes parlamentarios. Y Sánchez tendría que afrontar cuanto antes la situación en la que se encuentra y llamar a los ciudadanos a las urnas.
Sabemos muy bien que lo que viene, salvo sorpresas, es un nuevo Gobierno formado por la derecha y la ultraderecha. No es un horizonte propicio para la felicidad de los ciudadanos con sensibilidad progresista, pero es absurdo poner pies en pared para tratar de retrasarlo cuanto sea posible. Por esa vía incluso podríamos llegar a sospechar que Sánchez está dando la razón a sus adversarios cuando dicen que lo único que le mueve a permanecer en la Moncloa son sus intereses personales.
Aparte de este problema crucial de los presupuestos, que comentábamos más arriba, hay que decir que con Sánchez al frente del Gobierno han pasado cosas que. sencillamente, nos habrían parecido impensables hace cuatro o cinco años. Sus hombres de máxima confianza en la dirección del PSOE han sido encarcelados por problemas de corrupción. Ya se verá lo que dicen los tribunales cuando llegue la hora, pero de momento los indicios parecen abrumadores. Y en las últimas semanas, las denuncias por acoso sexual contra personas que también formaban parte del equipo del Presidente y otros dirigentes socialistas en distintas localidades. Se nos antoja demasiado para un partido y un líder que encabezaron la moción de censura contra M. Rajoy enarbolando las banderas de la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción y el feminismo.
Así que el horizonte que se anuncia es el que es. Los electores de sensibilidad progresista valorarán, sin duda, los aspectos positivos que ha tenido el Gobierno de Sánchez, a pesar de tantas decepciones y sustos inconcebibles. Pero la ola a favor de un cambio hacia la derecha y la extrema derecha parece incontenible, no solo en España, sino en todo el mundo. Ahí están los resultados de las recientes elecciones en Chile, donde ganó por amplia mayoría un señor que se proclama partidario del golpe de estado y la dictadura sangrienta de Augusto Pinochet. A lo peor es verdad aquello que decía Marx de que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Afrontémoslo cuanto antes, los cambios de ciclo son la cosa más normal en las democracias. Vayamos a las urnas, midamos la fuerza que tiene cada uno y, a partir de ahí, sigamos luchando por lo que siempre nos ha inspirado: mayores cotas de igualdad, más justicia social y mejores servicios públicos. Feliz 2026 para todos los lectores.

















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