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La procesión de regreso de la Virgen del Val pondrá este lunes el broche solemne a unas fiestas marcadas por fe, color y solidaridad.
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Crónica gráfica de Pedro Enrique Andarelli para ALCALÁ HOY
El tercer domingo de septiembre volvió a teñirse de fiesta y fervor en Alcalá de Henares con la tradicional romería en honor a la Virgen del Val. La explanada junto a la ermita se transformó, una vez más, en un mosaico de colores, olores y sonidos que condensan como pocos actos el espíritu alcalaíno: la devoción religiosa, la hermandad peñista, la gastronomía compartida y la solidaridad hecha plato.
Desde primeras horas de la mañana, las peñas desplegaban mesas, banderas y blusones en un ritual tan esperado como reconocible. A las doce en punto arrancaban los actos litúrgicos presididos por el obispo de la diócesis, mientras que, unos metros más allá, chisporroteaban ya las sartenes y las paelleras. El ambiente era una perfecta comunión entre lo sagrado y lo festivo, entre la misa cantada por la Schola Cantorum y el tintinear de vasos que auguraba un banquete memorable.
Peñas, blusones y viandas sin fin
Si el rito marca el inicio, las peñas marcan el pulso del día. Con blusones de todos los colores y pañuelos al cuello, las agrupaciones festivas ocuparon la explanada como si se tratara de un tablero multicolor. Allí se respiraba un ambiente de camaradería difícil de describir y fácil de reconocer para quien haya asistido alguna vez: mesas corridas, tortillas de patata, empanadas, calderetas y botellas de vino circulando de mano en mano.
Algunas peñas optaron por montar paelleras propias, compitiendo amistosamente con la oficial de Cáritas. Otras sacaron la artillería ligera de los fiambreros, con filetes empanados y pimientos verdes que sonaron a clásico. Pero todas coincidieron en lo mismo: disfrutar juntas de un día que es, sin duda, uno de los más esperados del calendario festivo.
La solidaridad tampoco faltó. La Peña El Cazo y Los Jardineros entregaron, como es costumbre, lo recaudado en sus actividades de Ferias a causas benéficas. Los primeros destinaron su bingo solidario a ayudar a la familia de Claudia, estudiante del colegio Pablo Picasso, con la compra de una silla adaptada. Los segundos dedicaron sus migas solidarias a la Asociación Holanda, que trabaja con personas con diversidad funcional. Una muestra más de que el peñismo alcalaíno no solo sabe divertirse, sino también arrimar el hombro.
En todo momento, la explanada contó con la discreta pero imprescindible presencia de la Policía Local y de Protección Civil, esos “ángeles custodios uniformados” que velan por el orden y la seguridad, guiando el tráfico de acceso y acompañando cada movimiento de la multitud. Sin ellos, la romería no tendría esa serenidad que permite disfrutar sin sobresaltos.
La misa, el obispo y la Virgen del Val
- Crónica gráfica de Ricardo Espinosa Ibeas para ALCALÁ HOY
La parte religiosa volvió a congregar a centenares de fieles. Monseñor Antonio Prieto presidió la eucaristía al aire libre en la explanada de la ermita, donde no faltaron las ofrendas florales de asociaciones, hermandades, colectivos y hasta instituciones centenarias como la Sociedad de Condueños. La cofradía de la Virgen del Val, con su presidenta Gema García Merino al frente, se ocupó de recibir cada ramo y de mantener la solemnidad de la ceremonia.
En su homilía, el obispo dedicó palabras especialmente sentidas a la juventud, recordando que “la Iglesia necesita a los jóvenes para rejuvenecerse continuamente” y encomendándolos a la Virgen del Val como “Madre de los jóvenes”. Tampoco faltó la ya clásica evocación de la BRIPAC y su “oración del paracaidista”, que arrancó un silencio respetuoso entre los presentes. Una liturgia solemne que, sin embargo, no restó ni un ápice de energía a la celebración popular que bullía unos metros más allá.
Al término de la misa, el propio obispo se trasladó hasta el improvisado campo de batalla gastronómico para bendecir la gran paella solidaria de Cáritas. Ese gesto se ha convertido en una de las estampas icónicas de cada edición: el pastor espiritual de la diócesis ungiendo con agua bendita un arroz de proporciones épicas, dispuesto a saciar cuerpos y a recaudar fondos para los más necesitados.
Políticos, belenistas y un broche con sabor
La romería, como todo gran evento popular, también tuvo su capítulo institucional. La alcaldesa Judith Piquet acudió acompañada de buena parte de su equipo de gobierno: los tenientes de alcalde Isabel Ruiz Maldonado, Víctor Acosta y Gustavo Severién; además del concejal de Fiestas Populares, Antonio Saldaña, la edil de Educación, Dolores López y la responsable de Juventud, Pilar Cruz. La oposición tampoco quiso perderse la cita: el portavoz socialista Javier Rodríguez Palacios estuvo presente junto a Enrique Nogués y Miguel Castillejo, y también se dejaron ver representantes de Más Madrid como Rosa Romero, orgullosa peñista de Los Vikingos.
No faltó la siempre entrañable visita de la Asociación Complutense de Belenistas, que en estas lides funcionan como una peña más, mezclándose con naturalidad entre calderos y cánticos. Y es que la romería es, sobre todo, un acto de comunidad, en el que no hay diferencias de bancada política ni de procedencia: todos son vecinos celebrando a su patrona.
El clima acompañó y mucho. Por segundo año consecutivo la lluvia se mantuvo al margen, permitiendo que la jornada se desarrollara con una temperatura ideal. Ni el bochorno del verano ni el fresco del otoño se dejaron sentir: simplemente un día perfecto para despedir las Ferias con alegría.
El momento culminante, como dicta la tradición, lo puso la paella solidaria de Cáritas: 1.250 raciones servidas con diligencia por voluntarios y agradecidas con largas colas que no menguaron hasta agotar el último grano de arroz. Cien kilos de pollo, verduras, caldo y toneladas de ilusión en un plato que cuesta seis euros y que multiplica su valor en ayuda para los más necesitados. Una forma deliciosa de cerrar el círculo: fe, fiesta y solidaridad entrelazadas en una sola jornada.
Una tradición que sabe a futuro
La romería del Val, más allá de su indiscutible sabor popular, es también una ventana al pasado y un guiño al futuro. Vicente Sánchez Moltó, cronista oficial de Alcalá, recuerda en sus escritos que ya en 1435 aparecen registros de la llamada “caridad”, compuesta por pan, vino y queso. Seis siglos después, la esencia es la misma: compartir alimento, bebida y compañía.
Lo que cambia es el contexto, el colorido de los blusones, la música improvisada con guitarras o altavoces, y las cámaras que ahora inmortalizan cada instante para redes sociales y hemerotecas digitales. Pero la raíz permanece intacta: reunirse en torno a la patrona y brindar por la ciudad.
El Val volvió a ser este año el escenario de esa mezcla tan alcalaína de fervor y alegría. Una fiesta que no entiende de modas ni de calendarios y que, cada tercer domingo de septiembre, se revalida como uno de los momentos más gloriosos de la vida colectiva de Alcalá de Henares. Un día en que lo litúrgico y lo lúdico se dan la mano para recordar que, en esta ciudad, tradición y comunidad siguen caminando juntas.
Un año más, este lunes 22 de septiembre a las 19:00 horas tendrá lugar la procesión de regreso de Nuestra Señora del Val desde su Ermita hasta la Iglesia Magistral-Catedral. La Virgen irá acompañada por el Obispo Complutense, Mons. D. Antonio Prieto Lucena, portada a hombros por las Damas y Caballeros Legionarios de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares. Junto a ellos marcharán autoridades municipales, una representación de todas las hermandades penitenciales y los estandartes de las Casas Regionales de la ciudad. Un cierre solemne para unas fiestas que saben conjugar la tradición, la fe y la alegría compartida.