- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
No tendremos nada y seremos felices. Nos lo prometen unos señores muy importantes, con muchísimo dinero y enormes negocios mundiales, que por lo visto saben lo que nos conviene y lo que le conviene al planeta. Sobre todo al Planeta Tierra. Parece ser que el tal planeta no nos incluye a los humanos de las clases bajas, incluso a las medias. Según se ve, esos señores que viajan diariamente en súper aviones y en coches privados y oficiales de super lujo, no nos contemplan como parte del orbe. Sobramos. Los que forman parte del planeta son los bichos, toda clase de animales y plantas, los montes y los ríos, a los que hay que dejar fluir libremente y restaurar el “ciclo natural” del agua, que esos sí son planeta por derecho propio.
Creo que también se incluye en esa naturaleza salvaje y natural y sostenible y deseable, y resiliente, a todo ser humano que no dé problemas, que no viaje, que no consuma carne y sus derivados, ni pescado, ni todas esas especies tan sabrosas que la tierra da desde hace miles de años, y el hombre mantiene, alimenta y cuida para su provecho y el de la humanidad. Esos bichos son naturaleza, pero menos. En el momento que proceden de una granja, un establo o similar, ya no entran en el cupo planeta. Pasa lo mismo con las plantas. Los vegetales que proceden de fincas sembradas, cuidadas con esmero, fertilizadas, transportadas y vendidas en el súper a precio más o menos asequible a los humanos urbanitas, esas especies vegetales de gran producción para alimentar humanos, esas tampoco son naturaleza propiamente dicha.
Si no nos hubieran macerado desde hace ya décadas con esos mantras, todas las distorsiones del lenguaje, de la sociedad y las leyes que las acompañan nos parecerían disparates y locuras. Pero el trabajo previo sobre las mentes infantiles y juveniles tiene como resultado la aceptación acrítica de disparates, paradojas, mentiras y toda clase de retóricas que ocultan y trastornan la realidad. De modo que ya son generaciones de humanos, españoles también, que asumen y profesan la doctrina ecologista, la sexista, la racial, la étnica y las demás religiones actuales con verdadera fe y convencimiento sincero. Seremos felices sin coche propio, sin casa propia, sin comida propia, sin agua, sin hijos, sin pareja, sin viajes y sin el resto de las cosas que hasta ahora nos hacían felices. Y que ya estamos empezando a ver como males contra la diosa Naturaleza y el dios Planeta. Que parece que esos sí son pareja de hecho y de derecho por encima de la especie humana agresora, contaminante, consumista, insaciable… etc.
Además de la mentalización y adoctrinamiento en edades tempranas, para que no se escape nadie están los medios, los de incomunicación y desinformación de masas. Esos hacen efecto directo en los adultos. Los que frente a la pantalla doméstica pasan las horas, aparentemente inocuas, del telediario en varias modalidades y emisoras, de la telenovela de sobremesa y de las tertulias de media tarde en varias modalidades, todas parecidas. En todos esos programas casi sin excepción está implícito el mensaje o mensajes que nos llevarán, en caso de obedecerlos, y si no también, a la felicidad del desposeído, del manipulado, del conformado, del obediente y sumiso por su bien y el de todos, el de la Humanidad. Amén.
Creo que la frase viene de la literatura que creíamos de ciencia ficción en los setenta, de “Un mundo feliz” de Huxley o de “1984” de Orwell, los más populares y leídos entre los visionarios de hace medio siglo, profetas de nuestro presente, que por lo que ellos observaban a su alrededor y vivieron en su piel, veían el futuro en la bola de cristal de la razón y la inteligencia. El método inductivo y deductivo de la ciencia y la experiencia indicaban en los años posteriores a las grandes guerras, por los experimentos sociales y políticos que se pusieron en práctica en el siglo XX que les tocó vivir, que tarde o temprano, poco a poco, sin prisa y sin pausa, con periodos inciertos y altibajos, la humanidad sería conducida con mano de hierro y por diferentes métodos, a la sumisión y la entrega sin rechistar. Y tan contentos. Felices sin ambición, felices sin libertad, felices manejados por sus amados líderes, manejados a su vez por otros amados líderes superiores hasta llegar al Gran Hermano que nadie ha visto y nadie conoce. El método se llama Agenda 2030 y ya nadie la niega, unos por entusiastas, otros por ignorancia y muchos ya por miedo y rechazo.
Dicen que se han acabado las guerras convencionales, que no hacen falta, que las que quedan son residuales, para consumir el stock de la industria armamentística. Y debe de ser verdad. Para reducir la población mundial ya no hace falta derramar la sangre de mal gusto y mala imagen tradicionales. Basta con un virus de rápida expansión y origen desconocido. Basta con cambiar los hábitos de la numerosa gente, la que acaba con el planeta por consumo egoísta e insolidario de sus bienes. Basta con enseñar a los niños que el equilibrio ecológico consiste en comer escorpiones y gusanos industriales con todas las garantías y todas las proteínas. Que la hamburguesa de papel reciclado tiene las mismas propiedades y no contamina con los pedos de las reses. Que los aviones del low cost sueltan unos chorros de combustible destructores de la atmósfera y causantes del agujero de ozono -de los que, misteriosamente, nadie habla ya- y del cambio climático programado y proclamado a toda costa en todos los medios, contra todo dato y evidencia.
Dejaré para otro día la mentalización y el adoctrinamiento en cuestiones sexuales y sociales, con las consecuencias y efectos ya comprobados. Lo escrito es suficiente par que mis posibles lectores, no todos, claro, me califiquen de negacionista como poco y en última instancia, de facha. Mejor no entrar por hoy en el precio del alquiler, el de las cosas de comer y en los combustibles… en la inestabilidad familiar, la incertidumbre en el futuro, la crisis de natalidad, las invasiones migratorias, las subidas brutales de impuestos, la depredación fiscal, la desaparición de las clases medias, la pobreza no sólo infantil, el tráfico de drogas en auge, la criminalidad en aumento, con cifras, etc. tampoco entraré hoy en la invasión y apropiación de las instituciones públicas por el gobierno de turno, las que nos tienen que defender a los humanos de a pie, empezando por la Justicia. No hablaré de la corrupción política y sistémica.
No hablaré de esas cosas molestas porque hay dos o tres presentadores de televisión famosos que se disputan la audiencia y uno de ellos es del gobierno y el otro “facha” por libre; porque las fiestas y celebraciones en este país no se acaban nunca y con eso estamos bastante entretenidos, los conciertos aquí y allá se prodigan todo el año, pagados con nuestros impuestos como todo, y las paellas comunales, y las procesiones, festejos de todo tipo y todas las semanas, cuando no es Santiago es San Juan (para lo único que sirve el santoral católico) y cuando no el centenario de unos y el aniversario de otros. Todo se celebra, con todo nos entretienen, con todo somos cada día más pobres y más felices.
Pan y circo y lo del pan ya veremos.
Muy buen artículo, deja abierta la puerta a otros que prometen ser tan buenos o incluso mejores.
Los espero con ganas