- Es curioso que este dato no haya trascendido más y que no haya calado en el imaginario popular.
Según relata Lorena G. Maldonado en la edición premium de EL ESPAÑOL, en un artículo de indudable interés en la patria chica del autor del Quijote, hace ya cuarenta años que los expertos cervantinos deslizaron la posibilidad de que el padre de nuestras letras hubiese sido homosexual -las habladurías resuenan desde el siglo XVII-, o, para ser más exactos, la probabilidad de que hubiese tenido sexo con hombres además de con mujeres: claro que en el siglo XVI no existía la palabra “gay” y no se implantaría hasta el XIX.
Es curioso que este dato no haya trascendido más y que no haya calado en el imaginario popular. ¿No es lo bastante sólido, acaso? ¿O es que se ha ignorado deliberadamente? ¿Deberíamos también celebrar el próximo 28 de junio -día internacional del Orgullo, herencia de la revolución de Stonewall- que Cervantes, el creador más brillante en nuestra lengua, el príncipe de los ingenios, el soñador, el íntegro, el rebelde, el feminista que creó a personajes libérrimos como Marcela, vivió también su vida erótica en sus hermosos márgenes, enfrentándose a la norma?
¿Sería mirado igual nuestro Cervantes hoy si el mundo hubiese aireado este guiño biográfico? ¿Hace cuánto que salir del armario no supone acabar con tu carrera literaria?
Favoritismo en Argel
Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, refrescaba este mismo año la cuestión en su libro Cervantes (Crítica): recordaba el intelectual que Cervantes, estando preso en Argel, intentó escaparse ¡hasta cuatro veces!, y que a los que procuraban tal osadía les castigaban con la muerte, el empalamiento o la mutilación. Sin embargo, a él ni lo tocaron. Tanta era su impunidad que el bueno de nuestro autor, para proteger a sus compañeros de fuga, acostumbraba a decir que él era el único responsable de lo sucedido, porque era consciente de su insólito trato de favor. Esto “permitió especular sobre la clase de relaciones que mantenía el español con su amo”, como detalla el académico.
“Ente las hipótesis que se podían manejar, dada la constatada relajación de las costumbres sexuales en Argel, es que hubiera incurrido en el ‘pecado nefando’ y mantuviera relaciones homosexuales con Hazán”, su amo, su sultán, a quien, por cierto, se les conocían muchas y muy variadas de esas. Esta idea se hizo bola cuando su archienemigo el fraile Juan Blanco de Paz difundió de acá a allá la sospecha, acusándole de perpetrar “cosas viciosas y feas”, e incluso “anticipó que denunciaría el caso al Santo Oficio para que pidiera cuentas a Cervantes cuando regresara a su patria”.
Aunque en Argel aquella clase de affaires resultaban más laxos y extendidos, “hubiera sido de extrema gravedad en aquellos tiempos, más si, de vuelta a España, tomaba nota la Inquisición”. Al cabo, como apuntaló más tarde la hispanista italiana Rosa Rossi, tanto Hazán como Cervantes eran dos chicos jóvenes y bellos, de buenas hechuras, ¿por qué no habrían de desearse?
“Puede ser que las prácticas sexuales entre Cervantes y su amo no fueran voluntarias”, desliza Muñoz Machado
Muñoz Machado trata con cierta ironía despectiva esta apreciación algo simplona de Rossi, pero no descarta que el asunto se diera, aunque desliza que no de forma consentida: “También pudo ser, tratándose de amo y esclavo, que las prácticas, si existieron, no fueran voluntarias para el sometido, aunque en esta posibilidad no parecen haber caído quienes se inclinan por construir un romance completo”, lanza.
¿Gay u ‘homoamical’?
El hispanista cervantista Daniel Eisenberg le dio credibilidad a estos rumores, tendiendo, en su caso, a pensar más en la bisexualidad del genio, o sintiéndose más cómodo, al cabo, definiéndole como “homoamical” más que como “homosexual”. “El deseo sexual es peligroso y egoísta; en cambio, la amistad es benéfica y desinteresada. De las dos partes del amor, es con mucho la más duradera, más importante, pura, noble y gustosa (…) y para Cervantes esta amistad sólo podría existir, en su forma más plena, entre varones, como aquella que había entre Don Quijote y Sancho”. La vida verdaderamente gustosa para Cervantes, apuntala, “se halla en compañía de otros hombres, ausentándose de las mujeres: se está a gusto en el viaje con un amigo…”.
Más indicios: en 1569, cuando Cervantes huyó de Madrid para escapar de la justicia -porque, entre otras cosas, se especulaba que pudiese ser un “sodomita”-, se instaló en Italia para servir a Giulio Acquaviva, un joven religioso aficionado a los placeres con otros hombres, lo que volvió a ponerle en el punto de mira.
Por no hablar de los sonetos envenenados, atribuidos a Lope de Vega, que ponían a nuestro Cervantes fino, fino. “Ataca a don Miguel diciendo que ‘no sé si eres, Cervantes, co- ni cu-‘, palabras truncadas que se entienden mejor añadiendo el ‘-ño’ y el ‘-lo’ que faltan y que dejan clara la ambigüedad con la que el dramaturgo describe a nuestro autor”, como explica el doctor en Filología Ramón Martínez en su obra Maricones de antaño (Egales). Asimismo, Lope comparaba a Cervantes con un buey, animal que por haber sido castrado era “uno de los principales símbolos de la indefinición sexual”.
Arrabal desencadenado
Si le preguntan ustedes a Fernando Arrabal -o si leen su obra Un esclavo llamado Cervantes (Espasa)- él les dirá que lo ve diáfano. Su libro, que fue elogiado por la crítica francesa -pero tachado de “caricatura” por Muñoz Machado, por ejemplo-, parte de un singular documento fechado en 1569 y descubierto en 1820 según el cual Cervantes fue acusado de homosexualidad cuando tenía 21 años y condenado por el rey de España a la amputación de su mano derecha y a un destierro de diez años.
“A finales del siglo pasado y hasta comienzos de éste, los prejuicios impedían muy a menudo contemplar la figura de Cervantes como la de un hombre ejemplar y heroico. Había que borrar su ascendencia y querencia, pero en el siglo XX los mayores cervantistas reconocen su origen judío y su homosexualidad”, aseguró Arrabal en 1996, a la publicación de su burbujeante trabajo… [ leer artículo completo en la fuente aquí ]
Ganas de marear la perdiz. ¿Hubiera sido Cervantes mejor o peor escritor de ser o no homosexual? ¿Habría afectado eso al Quijote?
Por favor, seamos serios. La identidad sexual de Cervantes, fuera la que fuera, es irrelevante para valorar su talla como escritor. Todo lo demás son ganas de marear la perdiz o bien de llevarse el agua a su molino, tal como han hecho los “historiadores” nacionalistas catalanes pretendiendo que su origen era catalán.