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En todo caso, después de la liquidación de los censos de las casas de Nebrija en julio de 1524 hay que descartar la posibilidad de que Francisca permaneciese en Alcalá.
- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
La entrega de la tercera edición de los Premios Francisca de Nebrija por la Universidad de Alcalá el pasado ocho de marzo, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, de la que dio ya cumplida cuenta ALCALA HOY, me ha decidido a afrontar la controvertida cuestión de la existencia real de este personaje que ha surgido recientemente. Más aún en este momento en el que celebramos el V Centenario de la muerte y entierro de Antonio de Nebrija en nuestra ciudad en 1522 y en la que transcurrieron los últimos diez años de su vida.
Y lo primero que conviene dejar claro es que no resulta nada fácil determinar cuántas y cuáles fueron los nombres de las hijas de Nebrija. Paz y Meliá en 1898 afirmaba que la hija de Nebrija se llamaba Francisca y es el primer autor que nos ofrece el dato personal de su vida, ya que dice que estaba casada con Juan Romero. Pedro Lemus en 1910 refiere un manuscrito del siglo XVIII existente en la Biblioteca Nacional en el que en su folio 64 se dice que la casada con Juan Romero, juez de la Audiencia de Sevilla, se llamaba Catalina. El problema es que en el folio 113 de ese mismo manuscrito le cambia el nombre y llama a la casada con Romero, caballero asistente de Sevilla, Sabina Solís, fallecida en Sevilla el 14 de diciembre de 1553, siendo sepultada, con su marido en la Colegiata del Salvador, en la denominada capilla de los Romeros. Ante semejante embrollo, Lemus coincide en que Nebrija sólo tuvo una hija: “Isabel, Catalina o Francisca, que de las tres maneras la vemos citada”.
Por su parte, Martín Baños en su reciente y bien documentada biografía de Nebrija, afirma que, además de la ya referida Sabina de Solís, tuvo otras dos. Julia de Solís, que casó con Beltrán Ordóñez, con el que tuvo tres hijas (Melchora, Lorenza de Solís e Isabel) y al menos dos varones que marcharon a América con carta de recomendación de Pedro de la Gasca, antiguo discípulo de su abuelo. Isabel, la tercera hija del maestro, que aparece indistintamente con los apellidos Lebrija o Solís, profesó hacia 1520 en el monasterio de Porta Coeli de El Zarzoso (Salamanca).
Pero, ¿y Francisca qué? ¿Existió realmente o es un de tantos mitos de la historia?
Conviene, por tanto, indagar sobre los testimonios que poseemos sobre Francisca de Nebrija. Y el más antiguo es sin duda la breve referencia que de ella hizo Juan Pérez de Moya en 1583: “Francisca de Lebrixa, que en Alcalá leya [leía] por su padre Antonio de Lebrixa, lenguas, y Rhetórica”. Nueve años después, en 1592 Cristóbal Acosta se refiere a ella en estos términos: “Y en los de Alcalá, de aquella que con razón se deue tener por docta Francisca de Lebrixa, en cuya vniuersidad, por su padre Antonio de Lebrixa, muchas veses leyó”. Ribera vuelve a referirse a ella en 1609, considerándola “lettrice dottissima”. No sólo insiste en que leyó Retórica en Alcalá en lugar de su padre, sino que lo hizo “con eleganza esquesita, e gran sodisfattion de’uditori”. En 1672 Nicolás Antonio sigue a Ribera, indicando que explicó Retórica en la Academia Complutense con gran aplauso: “rhetoricæ artis præcepta in Complutensi academia vice parentis magno omnium ordinum plausu tradidisse fertur”. Francisca de Nebrija está presente en los diferentes repertorios de Beverwyck (1643) y de Happel (1685 y 1690) que sigue a García Matamoros. También se incluye en el Lexicon de Amaranthes (1715) y en el de Zedlers (1731). Así mismo, en la edición revisada el diccionario histórico de Moreri (1732). Todos los autores posteriores se limitan a repetir lo anteriormente referido, sin añadir ni aportar nada reseñable. Luis Atocha López en 1926 afirma “contóse entre las mujeres más doctas de su tiempo” y añade que “adquirió tal erudición, que sustituyó muchas veces a aquél [se refiere a su padre] en su cátedra de Retórica, de Alcalá, cuando estaba enfermo o era llamado a la Corte”. Pero lo más sorprendente es que afirma que “llegó a obtener el título de doctora”, circunstancia más que improbable, ya que tendrían que transcurrir más de dos siglos para que una mujer alcanzase ese grado en una universidad española: María Isidra de Guzmán, la Doctora de Alcalá.
Todos los autores que se han ocupado de Francisca de Nebrija, entre ellos el que suscribe en mi estudio “Complutenses (o)cultas del siglo XVI”, han seguido esta misma línea. En la última década, son varias las investigadoras de la historia de la mujer, como Mar Langa, en 2010 y Cristina Borreguero, en 2011, que han ido más allá, llegando a hacer partícipe a Francisca de Nebrija de las obras literarias de su padre, afirmando, sin citar fuente alguna, que colaboró en la redacción de la primera Gramática Castellana. Ya dije en mi referido trabajo, que, aunque se desconoce la fecha de nacimiento de Francisca de Nebrija, el hecho de que la gramática se editara en Salamanca en 1492, hacía más improbable esta circunstancia.
Pero en 2019, Martín Baños nos ha sorprendido al considerar “pura invención… la especie de que Nebrija fue asistido en Alcalá por una docta hija suya, Francisca, que a menudo le sustituía en la cátedra”. Llega, incluso, a dudar de su existencia. Para ello se fundamenta en varias cuestiones. La primera, que no está clara la relación de Pérez de Moya, su primer mentor, con Alcalá. Al que, por otro lado, da poco crédito ya que en su referida obra presenta a la antequerana Catalina de Trillo como un dechado de erudición y doctrina, cuando, recientemente se ha documentado que no sabía ni siquiera firmar. Pero su argumento más contundente es que en la conocida obra de Lucio Marineo Sículo “Opus de rebus Hispaniae memorabilibus”, en la que menciona a otras mujeres ilustres de su tiempo, como Beatriz Galindo, Luisa de Medrano, Juana Contreras e Isabel de Vergara, no menciona a Francisca de Nebrija. Por último, afirma que la biografía de Francisca “llegó a adobarse incluso con datos extraídos supuestamente (y nos tememos que fantasiosamente) de la documentación de archivo”, poniendo en duda lo publicado por Miguel de la Portilla en 1725 en su historia de Alcalá. Analizaremos una a una todas estas apreciaciones.
Sobre la primera, parece desconocer que Juan Pérez de Moya cursó estudios en Alcalá y Salamanca, obteniendo el grado de bachiller en Artes. Aquí residió durante trece años. Como sabemos que nació en Santisteban del Puerto algo antes de 1513, resulta que debió llegar a Alcalá sobre 1530, de forma que pudo haber tenido noticia de primera mano sobre la posible actividad docente de la hija de Nebrija.
Respecto a la omisión por Lucio Marineo Sículo en su mencionada obra, no debemos olvidar la rivalidad y enemistad manifiesta que mantuvo con Nebrija. Según parece, esta enemistad surgió como consecuencia de una discusión entre ambos que tuvo lugar en 1488. En torno a 1506 Marineo intentó un acercamiento a través de dos cartas, a las que Nebrija ni siquiera se dignó en contestar. En esta situación se entiende que el siciliano no hiciera la más mínima referencia a la hija de Nebrija, con la que es evidente que no pudo mantener ninguna correspondencia, como sí que consta que la mantuvo con otras mujeres doctas de su tiempo, como María de Velasco, Ana Cabrera, Ana Cervatón, Lucía Medrano o Juana Contreras, a las que incluyó en su obra. Pero es que tampoco podemos descartar que tuviera previsto incluirla en su anunciada obra “De illustribus mulieribus”, que nunca llegó a terminar.
Por lo que respecta a las dudas que le ofrece lo referido por Portilla, al que niega todo rigor, hay que explicar que aporta algunos datos concretos sobre la sustitución de su padre, que la sitúa, no durante una enfermedad, como afirman algunos autores, si no tras su fallecimiento: “aviendo muerto en Alcalá su padre… se aplicó su hija, a enseñar Retórica en esta Ciudad, en lugar de su padre”. Añade, además, un dato objetivo que corrobora esta circunstancia: “lo comprueban los Libros de Quentas de la Vniversidad, en que se registran las libranças del salario, que se le daba”. Los que hemos trabajado con la historia de Portilla, sabemos muy bien que, del mismo modo que ocurre con los “Annales Complutenses”, hasta los últimos siglos de la Baja Edad Media se fundamenta en los falsos cronicones y en fuentes de más que dudosa solvencia. Pero cuando se trata de los siglos XV, XVI y XVII es muy rigurosa, con constantes referencias a documentos que consultó de primera mano en los archivos de la Magistral y de la Universidad de Alcalá. Me parece alto improbable que Portilla llegase a inventarse la existencia de esos salarios en los libros de cuentas de la Universidad.
Así pues, a día de hoy, no existe ningún testimonio de peso que nos haga dudar de que Francisca de Nebrija fue un personaje real y, aunque no se puede descartar que algunos autores se excedieran en sus elogios, es ciertamente posible que efectivamente sustituyese a su padre, impartiendo algunas lecciones.
Si la sustitución tuvo lugar tras su muerte en julio de 1522, debió ser durante el curso siguiente cuando Francisca impartió clases de Retórica y puede que también en el de 1523-24. En todo caso, después de la liquidación de los censos de las casas de Nebrija en julio de 1524 hay que descartar la posibilidad de que Francisca permaneciese en Alcalá.
Eso sí, nada sabemos de la vida de Francisca tras su marcha de Alcalá. Aunque tampoco nos debemos extrañar de ello, teniendo en cuenta la escasa presencia que hasta hace tan solo unas pocas décadas se ha otorgado a la mujer en la historia.