- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
El próximo 7 de diciembre en la famosa casa Christie’s de Londres se subastará un cuadro de Francisco de Zurbarán “Santo Tomás de Villanueva dando limosna a un tullido”. Se estima que alcanzará un precio entre 300.000 y 500.000 libras esterlinas (aproximadamente entre 350.000 y 580.000 €), cantidad ajustada a los precios en los que hoy se cotiza Zurbarán en el mercado de arte. Pintado al óleo sobre lienzo, tiene unas medidas de 140,10 x 82,40 cm.
Como es bien sabido, santo Tomás de Villanueva formó parte de la primera promoción de alumnos del colegio Mayor de San Ildefonso y fue el primer alumno de la Universidad de Alcalá que fue canonizado por Alejandro VII en 1658. Por esa razón el primer patio del colegio Mayor fue rebautizado con su nombre. Su elevación a los altares hizo que de forma inmediata se extendiera su culto y veneración promovido por la orden de San Agustín, en la que profesó en 1516, tras concluir sus estudios de Teología en Alcalá. No cabe duda de que el encargo de este cuadro, en el que se representa al santo como obispo de Valencia, fue consecuencia de su elevación a los altares, por lo que los especialistas lo datan en torno a 1660. En todo caso, anterior a la muerte de Zurbarán, acaecida en 1664.
Pero no es en su condición de antiguo alumno en lo que me interesa centrarme en esta ocasión, sino en la procedencia del cuadro y en los avatares por los que atravesó en el pasado siglo. Este cuadro formaba pareja con otro de las mismas dimensiones en el que se representaba a san Agustín, aunque no formaba parte, como algunos autores afirman, del retablo mayor de la iglesia del monasterio de Santa María Magdalena, hoy bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación. Tradicionalmente se había venido afirmando que en 1936 estos dos cuadros fueron vendidos por las agustinas, pasando a la colección de Joaquín Chapaprieta, un conocido coleccionista de arte, empresario y político. Fue ministro de Trabajo, ministro de Hacienda durante el mandato de Lerroux y presidente del Consejo de Ministros en 1935. Tras el estallido de la Guerra Civil se retiró de la política, falleciendo en Madrid en 1951.
Pero esta historia sólo es cierta en una pequeña medida. Durante la guerra civil, los cuadros fueron trasladados a Madrid por la Junta de Salvación del Tesoro Artístico Español de la República y fueron fotografiados por Vicente Salgado Llorente en el Museo del Prado en marzo de 1940. Posteriormente serían devueltos a sus propietarias. Según le relató una religiosa a Antonio Iturbe Saiz, ella conoció los dos cuadros cuando ingresó en el monasterio en 1949. Recordaba como en 1950 Chapaprieta, propietario de una granja avícola próxima al convento, solía visitar junto con una hija de corta edad a las religiosas. Las convenció sobre la necesidad de que ambos cuadros fueran restaurados y se los entregaron, en la confianza de su devolución. Con medias verdades fue poco a poco convenciéndolas de que no merecía la pena su restauración debido a su alto coste y que lo mejor sería hacer unas buenas y “bonitas” copias, al tiempo en que las fue engatusando con ciertas cantidades de dinero (entre 40.000 y 50.000 pesetas), que les permitieron sobrevivir en los largos y duros años de la postguerra. Al tiempo, les engañó explicándoles que, una vez restaurados, los cuadros pasarían a una parroquia necesitada que había sido desmantelada por los rojos durante la Guerra Civil. Finalmente, las monjas se quedaron con las dos copias, que aún conservan y Chapaprieta con los cuadros originales. Fallecido, las agustinas no volvieron a tener noticia del embaucador y como todo se hizo de palabra y no se realizó ningún recibo de su entrega, nada pudieron hacer por recuperar estas dos magníficas obras de arte, de lo mejor que tenían las conocidas popularmente en Alcalá como “las monjas de palo”, por la reja de madera que en otro tiempo cerraba el acceso a su iglesia.
Sabemos que el cuadro de Santo Tomás de Villanueva pasó al coleccionista Juan de Córdoba y Mirón en 1964. Seis años después a otro coleccionista anónimo y, hacia 1988 a José Luis Várez Fisa, que en 2013, un año antes de su fallecimiento realizó una importante donación de su colección al Museo del Prado. Del otro, el de San Agustín, se desconoce su paradero actual.
De la importancia de esta obra da fe el que haya estado presente en todas las grandes exposiciones monográficas que sobre Zurbarán se han realizado en el último medio siglo: Casón del Buen Retiro (1964), Museo del Prado (1988), Museo de Bellas Artes de Sevilla (1998) y Museo de Bellas Artes de Bilbao (2000).
Realizado en la última época del pintor, poco antes de su muerte, la gama de colores es mucho más luminosa que en sus épocas anteriores, notándose una clara influencia de Velázquez en el paisaje. Nos presenta a un joven Tomás de Villanueva, en el que destaca la dulzura de su rostro, vestido con el negro hábito agustino, con la mitra episcopal, en referencia al obispado de Valencia que desempeñó.
Un triste episodio, uno entre muchos otros, de la pérdida, expolio o dispersión del patrimonio de bienes muebles de nuestra ciudad. En este caso de manipulación y engaños por gentes sin escrúpulos que se aprovecharon de la confianza de unas religiosas con nulos conocimientos de arte y cuya prioridad era sobrevivir al hambre y la pobreza que marcaron una cruda postguerra.
Como podemos comprobar nuestro patrimonio no sólo se mermó con las guerras, las exclaustraciones o los incendios. El expolio continuó y hasta tiempos muy recientes. En un futuro volveré sobre el asunto ocupándome de otros casos, tanto o más lamentables que este que acabo de relatar. De los cuatro cuadros que Zurbarán pintó para Alcalá, estos dos de las Magdalenas y otros dos para el retablo de la capilla real de San Diego de Alcalá, ninguno se encuentra hoy en nuestra ciudad.
Mucho me temo que este magnífico cuadro terminará de nuevo en una colección privada y, seguramente, de fuera de nuestro país. Este es el triste sino de Alcalá ¿Hasta cuándo?
- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares