- El PSOE critica el gasto en mástiles y el PP responde mezclando normativa, símbolos patrios, Ábalos, Koldo y política internacional.
La política local, a veces, se parece más a una función de teatro de barrio que a una sesión de gobierno. Esta semana, el escenario lo ocupan los colegios públicos, los mástiles de bandera y una batalla dialéctica que ha pasado del aula al desierto. El PSOE de Alcalá de Henares ha denunciado con aire de indignación el gasto de 32.414,64 euros aprobado por el equipo de gobierno de PP y VOX para instalar nuevos mástiles en varios centros educativos.
Una cifra que, sin ser millonaria, da para abrir telediarios… si se adereza con un poco de calor y un termómetro subido a los 35 grados. Los socialistas, muy en su papel, han contrapuesto el gasto en símbolos a la falta de climatización en las aulas, denunciando que “mientras los niños sudan en clase, el Gobierno se preocupa por las banderas”.
Una imagen muy gráfica, reforzada por la ilustración difundida por el PSOE, una sátira de aula con bandera, calor y sonrisa institucional, que este medio ha reinterpretado en versión realista, conservando el mismo encuadre y la intención original.
El pellizquito de monja del PSOE
Lo suyo, claro, es una jugada de oposición de manual. No hay campaña ni pre-pleno sin ese pellizquito de monja al gobierno, lo justo para que escueza pero sin dejar cicatriz. Y en este caso, el PSOE ha tocado tecla: la del gasto simbólico frente a la necesidad real.
En su comunicado, los socialistas recordaban que cada verano las aulas alcanzan temperaturas insoportables, que las familias reclaman soluciones y que el Ayuntamiento, ahora en manos de PP y VOX, no ha movido un dedo por climatizar los colegios. “Mientras tanto, invierten en mástiles”, repiten con un deje de ironía casi cervantino.
El argumento es eficaz porque apela a lo cotidiano: padres, niños, calor, ventanas abiertas y abanicos de cartón. Aunque, como suele ocurrir, la oposición no necesita demostrar mucho más: basta con apuntar la contradicción y dejar que el eco se propague. En política municipal, los detalles de una factura pesan menos que la metáfora de una clase asfixiada.
Y lo cierto es que el tema venía con viento a favor: a pocos días del pleno, con el otoño arrancando y el recuerdo del calorazo de septiembre aún en la piel, la imagen del PSOE prendió rápido en redes y tertulias.
El PP se enciende y se sale del mapa
Hasta ahí todo transcurría en el tono habitual del juego local: una pulla, una réplica y a otra cosa. Pero esta vez, el Gobierno, o más bien, la parte popular del Gobierno, decidió subir el volumen. Y mucho.
En su respuesta, el PP no solo negó la mayor (“esto no es propaganda, es cumplimiento de la ley”, recalcaron fuentes municipales), sino que se lanzó a un auténtico festival de argumentos, tan encendidos como el termómetro de las aulas que negaban.
Para empezar, explicaron que los mástiles eran necesarios para cumplir la normativa institucional, que exige que las banderas estén “visibles y accesibles” en todos los centros públicos. Nada de colgarlas de una ventana o subir al tejado con una cesta elevadora: ahora todo será ordenado, seguro y reglamentario.
Hasta ahí, defensa razonable. Pero acto seguido, el comunicado se despega de la pizarra y sale disparado hacia el espacio exterior de la política nacional: Ábalos, Koldo, sobres, “señoritas”, paradores, Palestina, Hamás y Pedro Sánchez. Todo junto, todo revuelto.
“Con lo que Ábalos se gastó en paradores y señoritas, dicen textualmente, podríamos haber puesto aire acondicionado en todos los colegios del Corredor del Henares.” Una frase que ya vale más que cualquier bandera: pura dinamita política de sobremesa, tan excesiva como efectiva para su parroquia.
Del patio del colegio al patio de Moncloa
A estas alturas, la escena ya parece salida de un sainete. Lo que empezó como una crítica doméstica a una factura de 32.000 euros por mástiles, acaba con el PP de Alcalá invocando al mismísimo Hamás para rematar el argumento: “Al PSOE lo que le molesta no son los mástiles, sino ver la bandera de España ondeando. Prefieren la palestina”.
Ahí se acabó el debate local y comenzó el mitin. Uno puede imaginar a los operarios municipales instalando los mástiles entre pupitres mientras en el despacho se redacta ese párrafo que traslada la polémica desde el patio del colegio hasta el desierto de Gaza, pasando por los pasillos de Ferraz y los hoteles de lujo de Ábalos.
En definitiva, una reacción desproporcionada que dice más de la temperatura política que de la ambiental. El PSOE tocó una tecla menor, y el PP respondió con un solo de batería. Y aunque el gobierno defiende que “se trata de una actuación de gestión, orden y respeto a los símbolos”, lo cierto es que el tono del desmentido acabó convirtiéndose en una clase magistral de cómo sobrerreaccionar a una noticia que, de haberse ignorado, se habría desinflado sola.
En todo caso, mejor dejar las soflamas henchidas para el pleno que esparcirlas en nota washapeada, y que algún medio, pongamos este, acabe relatando con ironía lo que no pasaría de simple chascarrillo de pasillo si no se contara tan alto.
Lecciones de civismo (y algo de humor)
En cualquier caso, la historia deja moraleja. La oposición hace su trabajo, criticar, exagerar un poco y poner en aprietos al gobierno, y el gobierno debería hacer el suyo: responder con proporción. Pero cuando uno responde con una arenga sobre Ábalos y Hamás a un comentario sobre ventiladores, el espectáculo está servido.
Quizá, si ambas partes bajaran unos grados el tono, Alcalá podría debatir con más serenidad sobre qué necesita realmente su red educativa: mástiles nuevos o aulas frescas.
Mientras tanto, los escolares siguen a lo suyo: estudiando, sudando y mirando al techo, que por ahora no tiene ni bandera ni aire.
Porque, al final, entre tanta bandera, tanta consigna y tanto calor, lo único que parece faltar en las aulas es un poco de aire… político.
Efectivamente, “La política local, a veces, se parece más a una función de teatro de barrio que a una sesión de gobierno” ¡Penoso!