Cocina, ruido y encuestas: el menú Tezanos

Pedro Enrique Andarelli firma este artículo en tono socarrón y mirada periodística sobre el último barómetro de Tezanos, donde los datos crudos del CIS dicen una cosa y los cocinados otra muy distinta. Entre la fe estadística, la propaganda y el espectáculo, el veterano periodista se pregunta dónde queda la verdad sociológica en un país donde el ruido vale más que el rigor, y la encuesta pública se convierte en guion político.

Fotocomposición IA de Pedro Enrique Andarelli
  • Pedro Enrique Andarelli contrapone los datos reales del CIS a su versión “cocinada” por Tezanos: una misma encuesta, dos relatos y un mismo ruido mediático.

No soy sociólogo, ni falta que me hace. Me basta con llevar demasiados años viendo cómo los números, igual que las promesas electorales, pueden estirarse hasta encajar en cualquier titular. Pero lo del CIS de octubre de 2025 roza ya la alquimia: los datos “crudos” dicen una cosa y los “cocinados” otra muy distinta. Y en medio, el barullo mediático que siempre acaba sirviendo para lo mismo: que hablemos de Tezanos.

Empecemos por los números desnudos, los que responden a la pregunta directa: “¿A qué partido votaría usted si mañana se celebrasen elecciones generales?”. Es la P14R del cuestionario, la más honesta, porque no hay ponderación ni memoria selectiva que valga. En esos datos el PSOE obtiene un 25,9%, el PP un 13,1%, Vox un 12,6%, Sumar un 5,5% y Podemos un 3,7%. Después vienen los minoritarios: ERC (1,2%), Junts (0,7%), EH Bildu (0,6%), PNV (0,6%), BNG (0,7%)… y un 18,5% que dice no saber o no contesta. El resto, entre voto nulo, blanco o abstención, completa el 100% de una muestra de 4.029 entrevistas. Es decir, una ventaja socialista de 12,8 puntos sobre el PP. Clara, sí, pero en la lógica del voto directo, razonable y comprensible.

Sin embargo, una vez que esos datos pasan por la batidora estadística del modelo Tezanos, ocurre el milagro: el PSOE sube casi nueve puntos, hasta el 34,8%, mientras que el PP se queda en el 19,8%. Y de esa transformación surge el titular que copó portadas: “El CIS dispara al PSOE a 15 puntos sobre el PP”. Vox pasa al 17,7%, Sumar al 7,7% y Podemos al 4,9%. Nada que ver con los números de campo. Los indecisos desaparecen, los votos vuelan, las simpatías se multiplican, y el mapa se tiñe de rojo optimismo.

Hasta ahí, podría ser un error técnico, un ajuste discutible. Pero no. Es un método deliberado. El CIS aplica ponderaciones basadas en el recuerdo de voto de 2023 y en la “simpatía partidista”, que empujan hacia la izquierda a buena parte de los indecisos. Lo que Tezanos llama cocina, los demás llamamos aliño con gusto político.

Y es ahí donde la comparación con Sigma Dos, publicada el 5 de octubre en El Mundo, se vuelve reveladora. En esa encuesta, realizada con una muestra menor (1.476 entrevistas) pero metodología mixta, el PP aparece seis puntos y medio por delante del PSOE: 33,8% frente a 27,2%. Vox sube hasta el 15,9%, Sumar ronda el 7,4% y Podemos apenas llega al 4%. En escaños hipotéticos, el bloque de derechas rozaría los 200, mientras que el de izquierdas se quedaría en 140.

Traducido a lenguaje de cafetería: el CIS y Sigma Dos hablan del mismo país, en el mismo mes, pero parecen medir dos planetas distintos. Uno donde el PSOE cabalga victorioso hacia otra legislatura y otro donde Feijóo y Abascal ensayan el traspaso de carteras. El primero cocina, el segundo congela. Y el ciudadano, que paga ambos titulares, ya no sabe si vive en España o en un capítulo de Black Mirror.

Ahora bien, los datos brutos del CIS , que son públicos, consultables por cualquiera en la web del Centro,  no se publican nunca en portada. Son los cocinados los que mandan. Y aquí surge la pregunta del millón: ¿por qué los medios, de izquierda o de derecha, se hacen eco de los datos cocinados y no de los reales?

La respuesta es menos ideológica de lo que parece. A los primeros les conviene, a los segundos les interesa. Los medios afines al Gobierno encuentran en el CIS el argumento perfecto para reforzar el relato de estabilidad. Los medios conservadores, en cambio, aprovechan la “exageración” para ridiculizar al propio Tezanos y alimentar su descrédito. Resultado: todos ganan visibilidad, todos agitan a su público, y el CIS, aunque vapuleado, sigue en el centro del ring.

Mientras tanto, la verdad sociológica se queda en el limbo, ahogada entre titulares, tertulias y memes. Porque una cosa es el dato y otra el relato. Los datos crudos del CIS dibujan una España mucho más prudente: un PSOE fuerte pero no invencible, un PP estancado pero no hundido, un Vox que no desaparece, y una izquierda alternativa que, dividida, ya no suma como antes. Ese es el país real, o al menos el que contestó a los encuestadores. Pero no es el país que da audiencia.

Y, sin embargo, hay algo fascinante en el fenómeno Tezanos. El hombre sabe que cada barómetro suyo será diseccionado, ridiculizado o aplaudido con fervor. Pero también sabe que todos lo leerán. Es el poder del ruido. Cada vez que publica su cocina, el país entero vuelve a hablar de encuestas, de mayorías, de remontadas. Los partidos lo citan, los medios lo amplifican y los ciudadanos lo comentan. Es un ritual mensual: Tezanos provoca y España reacciona.

El CIS ya no es un instituto de estadística; es un instrumento de conversación política. No predice, sino que influye. Y esa influencia, aunque sea discutida, es real. ¿Tiene un coste? Claro que sí: credibilidad, prestigio y fe pública. Pero a cambio obtiene algo que en la era de la sobreinformación vale más que todo eso: repercusión.

Y quizá ahí esté la clave. El ruido, por sí solo, no cambia el voto. Pero crea clima. Y en política, el clima importa tanto como las urnas. Cuando el CIS publica que el PSOE saca 15 puntos al PP, no importa que los datos reales digan otra cosa: el mensaje que cala es que el Gobierno aguanta, que la derecha no despega. Y aunque nadie lo crea del todo, algo queda.

Así que sí, puede que Tezanos haya convertido el CIS en un parque temático de la sociología aplicada. Puede que sus cocinados sean más obra de fe que de ciencia. Pero mientras cada barómetro abra telediarios y alimente titulares, seguirá siendo útil. No para entender la realidad, sino para dirigirla un poco.

Y en eso, hay que reconocerlo, el hombre tiene talento. Porque la estadística puede fallar, pero el ruido no. El ruido se instala, se repite, se multiplica. Y como todo ruido persistente, termina convirtiéndose en fondo.

¿La verdad sociológica? Probablemente esté ahí, escondida entre los decimales que nadie mira. Pero a estas alturas, ya no parece importar demasiado. Lo importante es que suene. Y Tezanos, como buen director de orquesta, se asegura de que todos sigamos escuchando.

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1 Comentario

  1. Buen análisis ayudándonos a leer los datos.
    “Y quizá ahí esté la clave. El ruido, por sí solo, no cambia el voto. Pero crea clima. Y en política, el clima importa tanto como las urnas”

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