Ayuso o la fruta imposible | Por Pedro Enrique Andarelli

Isabel Díaz Ayuso es mucho más que una presidenta autonómica: es personaje, mito, meme, cerveza y, sobre todo, espectáculo. Este retrato satírico y literario, firmado por Pedro Enrique Andarelli, director de ALCALÁ HOY, se adentra en la construcción de la Ayuso icónica y su simbiosis inseparable con Miguel Ángel Rodríguez, entre delirios mediáticos, frases virales y escenas cervantinas que la convierten en un fenómeno cultural más allá de la política.

Fotocomposición de Pedro Enrique Andarelli
  • Pedro Enrique Andarelli firma un retrato satírico y surrealista de Isabel Díaz Ayuso, entre manzanas dalinianas, política-espectáculo y mito mediático

Ayuso no necesita enemigos: se los fabrica ella misma, con la misma facilidad con la que alguien distraído deja caer el móvil al retrete. El último encontronazo con el lehendakari Imanol Pradales es ya pieza de museo. Un “Euskadi euskaldun” que, en boca ayusiana, se transformó en un “pim pam pum” con resonancias de cómic bélico. Fue como si alguien hubiera doblado una película de Bergman con voces de Mortadelo y Filemón. Y, mientras tanto, los titulares se multiplicaban, regados generosamente con fondos públicos: prensa libre, sí, pero libre para cobrar. No seamos celosos: en ese banquete mediático, todos tienen servilleta. Lo peculiar es la destreza con que Ayuso logra convertir cada tropiezo en un fenómeno cultural.

Porque Ayuso no es ya una política. Es un género en sí misma. Igual que existe la novela negra o la comedia romántica, está el “ayusismo”, que no requiere ideología sino cámara. Allí donde otros ven un charco, ella ve un jacuzzi. Sus lapsus (“me gusta la fruta”) se convierten en memes, camisetas, incluso brindis de bar. Nadie recuerda exactamente sus medidas de gobierno, pero todo el mundo recuerda sus frases. Isabel Díaz Ayuso: la mujer que convirtió el error en estrategia y la torpeza en icono pop.

Ahí entra Miguel Ángel Rodríguez, MAR, que no es un titiritero sino la otra mitad del dúo. Ayuso sin MAR sería una estrella fugaz; MAR sin Ayuso, un guionista sin actriz. Juntos forman una especie de matrimonio político: ella pone el rostro y la voz, él la tinta invisible y el subrayado en rojo. Se necesitan tanto como se desafían, como una pareja de bailarines que se pisan para no caerse. Si Amador, su pareja, la acompaña en lo íntimo, MAR es el compañero escénico, el socio teatral que le escribe las líneas para que ella las convierta en teatro.

En esa construcción, Ayuso ha sabido ser mito. La mitología madrileña necesitaba un personaje de barrio, con caña en la mano, que pareciera capaz de discutir sobre el precio de las terrazas y, en la misma frase, insultar al presidente del Gobierno. Lo mismo defiende un musical de Nacho Cano que se bate con el lehendakari. Es chulapa y gladiadora, vecina del Retiro y musa de Rascafría. Ayuso encarna la improbable mezcla de una Lola Flores digital y un Sancho Panza con redes sociales. No lidera, representa. Y lo hace con una eficacia que desconcierta a propios y extraños: cada crítica la fortalece, cada error la convierte en trending topic.

No es casual que haya terminado convertida en cerveza. En un país donde los políticos suelen inspirar aburrimiento o bostezos, Ayuso se ha colado en las barras de bar como si fuera un equipo de fútbol. La “Ayuso Beer” no es tanto una bebida como un sacramento: el brindis irónico que une a detractores y fans. Tomarse una caña con su nombre es un acto performativo, una liturgia de sobremesa que resume lo que es: personaje antes que persona, logo antes que carne.

Y, sin embargo, hay algo fascinante en esta caricatura. Los políticos tradicionales buscan la solemnidad, la estadística, el dato contrastado. Ayuso se mueve en otro plano: el de la metáfora delirante, el insulto desbordado, la frase que roza el absurdo. No importa si dice que Sánchez es un “hijo de puta” o que los africanos no son tan integrables como los latinoamericanos: lo esencial es la performance, la teatralidad, el show. Como en un cuadro de Dalí, no hay que preguntar si la imagen es veraz, sino si es hipnótica.

Su paso por Alcalá de Henares ilustra bien esta dualidad. Presidió Consejos de Gobierno, inauguró exposiciones romanas, visitó Bayer y Escribano, desfiló tras el Cristo Universitario, inauguró la sede del PP con Judith Piquet. Y en paralelo, soltó aquella frase sobre inmigración que todavía resuena en los juzgados. Ovaciones y abucheos, incienso y querella. Ayuso convierte cada visita en una corrida de toros sin reglas: lo mismo reparte orejas que recibe almohadillas. Alcalá, ciudad cervantina, no podía escapar a esta lógica barroca en la que el aplauso y la bronca son capítulos de la misma novela.

Quizás ahí resida su secreto: en un tiempo de políticos intercambiables, Ayuso ha logrado ser inolvidable. Ni Feijóo, ni Sánchez, ni Abascal despiertan la misma mezcla de risa y espanto, de meme y editorial. Ella ha encontrado la fórmula alquímica de trascender lo político para entrar en lo cultural. Como Camarón o Almodóvar, Ayuso ya no se mide en votos, sino en titulares, trending topics y litros de cerveza con su cara.

Si Cervantes viviera hoy, probablemente no escribiría sobre caballeros andantes, sino sobre presidentas autonómicas capaces de convertir un error en un eslogan. Quizá Ayuso sería su nuevo personaje: mitad Dulcinea, mitad Rocinante, mitad trending topic. Y MAR, su Sancho apócrifo, fiel hasta en el exceso, capaz de recordarle cada día que lo importante no es la coherencia, sino la posteridad.

No la entiendas: mírala. Porque Ayuso no es para ser analizada, sino para ser contemplada, como quien contempla un cuadro de El Bosco: grotesco, excesivo, inquietante y, sin embargo, imposible de dejar de mirar. Ayuso no es Ayuso: es Ayuso&MAR, una marca de dos letras y una sombra. La marca, el mito, el personaje. Y, como toda marca, vive tanto del amor como del odio. Tal vez por eso, cuando dentro de años se repasen los titulares de esta época, su nombre aparecerá más veces que el de cualquier otro. No porque haya gobernado mejor o peor, sino porque supo convertir la política en espectáculo y el espectáculo en religión. Ayuso, la fruta imposible.

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1 Comentario

  1. ¡Ole y Ole! Pedro Enrique. Un día veremos a la Ayuso despotricar de las mujeres en la política porque MAR se equivocó de pinganillo…. y los madrileños la dieron la vuelta al ruedo

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