Roca City: la gran apuesta que reordena el corazón de Alcalá

La antigua fábrica de Roca se reinventa como epicentro del nuevo ecobarrio que promete reordenar el corazón de Alcalá de Henares. La alcaldesa Judith Piquet lo presenta como el proyecto urbano más ambicioso de las últimas décadas, mientras la empresa habla de sostenibilidad, energía solar y convivencia. Pero detrás del sueño verde late una gran operación urbanística que aspira a transformar 28 hectáreas clave del paisaje complutense.

  • El proyecto Roca City mezcla regeneración urbana y negocio inmobiliario en el mayor desarrollo previsto en Alcalá desde el Ensanche.
  • Crónica gráfica y video de Myriam Trujillo para ALCALÁ HOY

La antigua fábrica de Roca, icono de la Alcalá industrial del siglo XX, vuelve a ocupar titulares. En sus 28 hectáreas, donde durante décadas se fabricaron sanitarios y prosperó un barrio obrero en torno al humo de las chimeneas, se proyecta ahora un nuevo ecobarrio con hasta 3.000 viviendas, zonas verdes, un parque urbano de 20.000 metros cuadrados y un edificio multiusos para congresos. El plan, impulsado por la propia empresa y respaldado con entusiasmo por el Ayuntamiento, pretende transformar un vacío urbano en una nueva centralidad.

La alcaldesa Judith Piquet lo ha presentado como “el proyecto urbano más importante de las últimas décadas”, el símbolo de una ciudad que “vuelve a crecer tras años de bloqueo”. La puesta en escena, celebrada en la sala de eventos de la concejalía de Turismo, mezcló urbanismo, relato político y marketing corporativo. Y aunque la propuesta es de Roca, el gobierno local la ha abrazado como si fuera suya.


Un sueño de ciudad sobre 28 hectáreas

El plan maestro de Roca City plantea una actuación integral que abarca el antiguo recinto industrial y varias parcelas colindantes, delimitadas por la vía del tren al norte, el Parque O’Donnell al oeste, el casco histórico al sur y la zona residencial del GAL al este. En total, 28 hectáreas que aspiran a reconectar barrios y eliminar la valla física y simbólica que separó durante décadas el corazón industrial del resto de Alcalá.

Según la documentación corporativa, el proyecto persigue “crear un entorno urbano abierto, sostenible y cohesionador”. Para ello se prevé la construcción de entre 2.500 y 3.000 viviendas, de las cuales unas quinientas serían de protección oficial, junto a 80.000 metros cuadrados de zonas verdes, 30.000 de nuevos espacios peatonales y más de 80.000 dedicados a equipamientos sociales y comerciales. Se añade un aparcamiento subterráneo de 400 plazas y varias bolsas en superficie, y un edificio multiusos para congresos y ferias que serviría de polo económico y cultural.

Sobre el papel, Alcalá ganaría un nuevo barrio con alma de ciudad jardín: plazas arboladas, calles peatonales, zonas deportivas, comercios de proximidad y un gran eje verde que enlazaría el O’Donnell con la muralla. En los renders, la operación es impecable: luz, árboles, bicicletas y fachadas blancas.


Un ecobarrio entre la sostenibilidad y el negocio

Sin embargo, más allá de la estética, Roca City es una enorme operación inmobiliaria. Una recalificación de suelo industrial en el centro urbano con un potencial edificatorio de vértigo. El proyecto supera los 100 millones de euros de inversión y reserva la etiqueta “eco” como argumento comercial y político.

El discurso de la regeneración urbana es convincente: coser barrios, abrir la ciudad, eliminar discontinuidades, devolver la vida a un espacio en desuso. Pero conviene preguntarse quién gana con la operación y en qué medida el interés público condiciona el desarrollo. La empresa conserva la titularidad del suelo y asume el liderazgo técnico, mientras el Ayuntamiento se limita, por ahora, a presentar el plan y a subrayar sus beneficios para el conjunto de la ciudad.

El dossier de Roca promete integrar vivienda, cultura y conocimiento, con “un modelo urbano heterogéneo y con jerarquía”. Pero no detalla los porcentajes de cesión, ni los tiempos de ejecución, ni el impacto en infraestructuras y movilidad. Tampoco se precisa el papel de la ciudadanía en el diseño. Todo está en fase conceptual: una visión global sin proyecto urbanístico aprobado.

La retórica es amable: “una ciudad para vivir, trabajar y disfrutar”. Lo que aún no se sabe es cuánto costará y quién pondrá la última piedra.


Energía limpia, memoria industrial y mucho hormigón

Donde el plan sí muestra intención, es en el terreno de la sostenibilidad y la memoria. El proyecto plantea conservar parte de las estructuras originales, los silos, los hornos o la gran nave central, y transformarlas en equipamientos culturales o esculturas urbanas. Sería, si se cumple, una forma de reconciliar el pasado industrial con la nueva ciudad, al estilo del Matadero de Madrid o la Tabacalera de Málaga.

También se propone cubrir los edificios con placas solares fotovoltaicas para generar energía limpia. En los renders, las cubiertas brillan como espejos. Según la empresa, se trata de un modelo de “ecobarrio inteligente” con redes de autoconsumo, eficiencia hídrica y gestión sostenible de residuos. No obstante, los expertos consultados dudan de que la producción energética vaya más allá del consumo de zonas comunes. La sostenibilidad, en este caso, podría ser más estética que estructural.

Otro de los compromisos es el respeto al entorno histórico. Los planos contemplan liberar el frente de la Vía Complutense para crear una franja verde que actúe como transición con la muralla, y un escalonamiento progresivo de alturas: edificios bajos junto al casco y mayores conforme se avanza hacia el norte. Sobre el papel, la idea equilibra el impacto visual; en la práctica, habrá que ver cómo se materializa cuando entren en juego los promotores y las plusvalías.


Urbanismo, política y relato de ciudad

La presentación de Judith Piquet confirma que el Ayuntamiento asume Roca City como bandera. En su discurso, el proyecto sirve para reivindicar acción frente a parálisis, liderazgo frente a bloqueo. “Este Gobierno no se resigna: actúa”, repitió la alcaldesa. El ecobarrio se convierte así en un símbolo de gestión y modernidad, más allá de su contenido urbanístico.

Nada hay de malo en ello, salvo que el entusiasmo político no puede sustituir al debate ciudadano. Ni el diseño urbano debe convertirse en un eslogan. El proyecto afecta a una de las piezas más sensibles de Alcalá: un espacio que roza el casco histórico y define su horizonte urbano. Requiere planificación, transparencia y control público.

En lo técnico, Roca City encaja con las tendencias del urbanismo europeo: densidad intermedia, mezcla de usos, movilidad peatonal, renaturalización, eficiencia energética. Pero también refleja las ambigüedades del urbanismo de nuestro tiempo, donde cada plaza verde y cada fachada blanca esconden operaciones económicas de gran escala.

El reto, en última instancia, será convertir el marketing en urbanismo real, y la retórica sostenible en calidad de vida tangible. Si Alcalá consigue conjugar patrimonio y modernidad, memoria obrera y futuro verde, el proyecto podrá ser un modelo. Si no, quedará como un decorado de promesas, bonito en las infografías, pero ajeno a la ciudad que lo rodea.

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