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Mientras escribo estas líneas me viene a la cabeza Edward Kennedy, casi vitalicio senador por Massachusetts, un liberal equiparable a lo que en Europa conocemos por socialdemócrata, y que fue llamado con justicia El León del Senado.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
El jueves 27 de febrero, en el Teatro Salón Cervantes, la ciudad de Alcalá, a través del Ayuntamiento, rindió un merecidísimo homenaje público a uno de sus hijos más ilustres, Arsenio Lope Huerta, quien fue Alcalde complutense entre 1983 y 1987. Alguno de los oradores en el acto definió a Curro como un integrante de la quinta del 43, así que deduzco que ha cumplido o va camino de cumplir 77 años. Más de medio siglo de intensa dedicación a la mejora de esta ciudad a la que ama y por la que dijo sentirse amado.
Tras recibir la medalla de oro de manos de Javier Rodríguez, el Alcalde actual, Lope dirigió unas emotivas palabras a los asistentes. Estuvo brillante, como cabía esperar en él, habló sin papeles, ayudándose únicamente con el corazón y la cabeza. Se mostró firme en las ideas que han guiado su larga trayectoria pública, reivindicativo, tierno en algún pasaje y hasta irónico: “me vas a ahogar”, le dijo a su mujer, Pilar, que, siempre solícita, le acercaba de continuo un vaso de agua.
Dio una muestra contundente de generosidad (“esta medalla debería partirse en 27 trocitos, uno por cada uno de los 27 ediles que integrábamos aquella Corporación”) y, diestro como pocos en el manejo del florete dialéctico, no dejó pasar la ocasión de lanzar un mensaje para quien quisiera entender. Al menos yo creí entender que “nunca me han gustado las placas conmemorativas y no encontraréis por la ciudad ninguna placa con mi nombre”. Y allí estaba, aplaudiendo quizás con desgana desde las filas traseras del patio de butacas, uno de sus sucesores, también muy querido por la ciudad según yo creo y entre cuyas “hazañas” cabe incluir la no peatonalización del casco histórico. Un sucesor que puso todo su empeño y complacencia en sembrar la ciudad con placas que nos recuerdan que tal cosa y tal otra fueron inauguradas siendo alcalde don fulano de tal.
Mientras escribo estas líneas me viene a la cabeza Edward Kennedy, casi vitalicio senador por Massachusetts, un liberal equiparable a lo que en Europa conocemos por socialdemócrata, y que fue llamado con justicia El León del Senado. Y me parece que no le iría nada mal a Curro que lo llamáramos el León Complutense por su energía, su acierto y su entrega a la causa de recuperar el patrimonio histórico, cultural, arquitectónico y urbanístico de la ciudad. Un león apacible en todo caso, lleno de bonhomía, como se dijo en el transcurso del acto en el Salón Cervantes. Pero que aún sabe rugir a modo de advertencia: unos inversores han comprado una finca en la margen izquierda del Henares, junto al parque natural de Los Cerros, “y no creo que sea para plantar robles, chopos o abedules, sino más bien para mancillar con una invasión de ladrillos una margen izquierda que debe permanecer virgen para seguir siendo el gran pulmón natural que los alcalaínos necesitan y disfrutan”.
Y se me ocurre algún paralelismo más con el menor de los Kennedy; porque si la vida de éste estuvo llena de éxito y gloria en el campo político, pero sacudida siempre por la tragedia y el dolor en el campo personal y familiar, así la vida de Lope Huerta ha estado llena de momentos de inmensa felicidad alternados con otros de tragedia y dolor, como él mismo reconoció en su discurso. Momentos durísimos a los que se ha enfrentado con entereza, con dignidad, con valentía y con la ayuda de una mujer que, “como todas las mujeres, es mucho más fuerte que los hombres y que se llama Pilar”.
Conocí a Lope Huerta, o por lo menos oí hablar de él, cuando yo no había cumplido aún los 20 años y acababa de incorporarme a la célula de militantes comunistas que funcionaba en el Cine Club Nebrija, del que él había sido el primer Presidente. Desde la distancia de los años, me atrevo a decir que los comunistas, como buenos herederos de aquel Lenin de la Tercera Internacional, éramos un poco sectarios y mirábamos a los “tibios” compañeros socialistas por encima del hombro. Como vendría a decir muchos años después una hermosísima canción de Amaral, “creíamos tener el futuro en la palma de nuestras manos”. Pero ya se ha visto que el futuro no ha ido por los caminos que soñábamos. Y ahora tengo la impresión de que Curro ha ido evolucionando hacia posiciones de honda radicalidad socialista, mientras otros – entre los que me incluyo – hemos evolucionado hacia aquella “tibieza” que rechazábamos. Ya tengo escrito en estas páginas de ALCALÁ HOY que, para mí, en este mundo globalizado la alternativa a la barbarie es la socialdemocracia.
Lope nos dio una gran lección de generosidad y buena mano política tras las municipales del año 83, que el Partido Socialista ganó arrolladoramente en Alcalá. No necesitaba aliarse con nadie ni compartir el poder local con nadie, puesto que disponía de un grupo de 17 concejales sobre 27. Pero se esforzó por integrar en su equipo de gobierno a los comunistas, que, mal que bien, habíamos logrado salvar los muebles con Jesús Pajares como cabeza de candidatura. Fueron años muy fructíferos para la ciudad, como lo habían sido los cuatro anteriores, y que culminaron una década después con la concesión del título de Patrimonio de la Humanidad. Después de la Alcaldía Lope Huerta tuvo otros destinos políticos conocidos por todos, creo. Pero siguió dedicado en cuerpo y alma a la recuperación del patrimonio histórico y artístico complutense. Ahí están la Fundación de Antezana o la cúpula de las Juanas para atestiguarlo. Y así hasta el día de hoy, en que se declaró a las órdenes del actual Alcalde “para lo que gustes mandar”. Larga vida, pues, querido amigo y maestro. Las piedras alcalaínas hablarán de ti a los que vendrán después de nosotros.
Resaltar las virtudes de Curro para cualquiera de los que disfrutamos con orgullo de su amistad, resultaría labor fácil, pero siempre nos quedaríamos cortos. Por eso leer la magnífica síntesis que ha escrito Santiago López Legarda, no es solo toda una lección de periodismo, sino una crónica exacta de la emoción contenida que se vivió la otra tarde en el Teatro Salón Cervantes. Gustavo Chamorro estuvo brillante, pero es que Curro nos dejó apabullados con ese recorrido narrativo por las miserias y grandezas de esta ciudad. Sin red, es decir sin papel alguno, tan solo con la ayuda de Pilar –de sonrisa amplia– a su lado como bellísima aguadora, que no pretendía ahogarlo, sino darle más combustible para que siguiera cantándonos tantas verdades y miserias, aunque con la elegancia de no citar un solo nombre de los responsables. Pero si evocando con generosidad a todos aquellos que le acompañaron en su batalla por regenerar su queridísima ciudad. Desde Jesús Pajares hasta el último de sus concejales en lejanos tiempos de enérgica ilusión. Gracias Santiago por dejar escrito el recuerdo de aquella tarde.
Una crónica sincera y emotiva de Santiago López Legarra sobre un personaje que marcó para bien una etapa de la vida política de Alcalá y, durante muchos años más que la anterior, de la vida de Alcalá sin más. Somos muchos los que nos sentimos orgullosos de su buen hacer por la ciudad.