Intolerancia camuflada | Por Carlos Cotón

Hace pocos días se celebró en Alcalá de Henares la Marcha con motivo del Orgullo LGTBIQ+. Un acontecimiento que, como toda reivindicación de derechos y libertades, respaldo y apoyo. Mi indignación nace en el momento en el que leo que a la candidata del PP la increparon y a consecuencia de ello, no pudo seguir adelante en la marcha.

Foto de Joaquín Ropero

 

  • Carlos Cotón es miembro del Consejo de Dirección de UPYD y Portavoz en Alcalá de Henares

 

Foto de Ricardo Espinosa

Hace pocos días se celebró en Alcalá de Henares la Marcha con motivo del Orgullo LGTBIQ+. Un acontecimiento que, como toda reivindicación de derechos y libertades, respaldo y apoyo.

Foto de Joaquín Ropero

Cuando leí la crónica que ALCALÁ HOY publicó al respecto, no pude evitar sentir cierta indignación. Me explico. Según informaron los compañeros de este medio, en la concentración estuvo presente Judith Piquet, cabeza de lista del Partido Popular (PP) en Alcalá y recién proclamada concejal del Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Mi indignación nace en el momento en el que leo que a la candidata del PP la increparon y a consecuencia de ello, no pudo seguir adelante en la marcha. Eso sí, a alguno de esos que increpaban no les importó que David Enguita, activista por los derechos LGTBI, periodista alcalaíno del medio CANAL 33 y candidato del PP en las últimas autonómicas, les entrevistase.

Esto, como digo, es indignante. Indignante porque las luchas en las que se reivindican derechos y libertades han de ser, ante todo, colectivas y por tanto, inclusivas. Nunca sectarias. Allí se juntan representantes de todos los partidos políticos. No solo de los denominados partidos ‘de izquierdas’. Bueno, no de todos. Fue curiosa la inasistencia de los miembros de Somos Alcalá, hasta hace dos días concejales del Equipo de Gobierno, y según ellos, adalides de los derechos sociales. Como ya he comentado en algún que otro artículo, políticos somos siempre en tanto en cuanto nuestra condición de ciudadanos. La política no se ejerce solo desde la responsabilidad institucional, sino también en la calle.

Foto del ayuntamiento

El día de la marcha se escucharon cánticos fuera de lugar como “Dónde están, no se ven, los maricas del PP” o “fuera fascistas de nuestro orgullo”. Episodios como este son inaceptables en cualquier democracia que se precie de tal nombre. ¿Acaso alguien se cree con el derecho de decidir quién puede manifestarse en una determinada concentración y quién no? ¿Acaso es que hay derecho de admisión en las manifestaciones en las que se reivindican derechos y libertades? Pues evidentemente no. Ni lo uno ni lo otro. Quien apoya, tolera o calla ante este tipo de actitudes no está más que legitimándolas. Legitimando, en definitiva, a quienes se visten de tolerantes cuando en realidad esconden una intolerancia similar a la que, presuntamente, dicen denunciar.

Quiero ser justo y no generalizar. Sé y me consta que no todos los manifestantes son así y no todos están de acuerdo con este tipo de comentarios. Pero ya está bien. Ya está bien de callar para no levantar ampollas, ya está bien de callar para no entorpecer un día en el que se supone que todos debemos estar unidos y aparcar nuestras diferencias ideológicas por una causa que nos concierne a todos.

Este no es un hecho aislado. Últimamente vengo detectando como hay quienes tratan de adueñarse de determinadas batallas sociales. Orgullo LGTBIQ+, el denominado ‘movimiento feminista’, las marchas por la lucha contra el cambio climático y alguna que otra más. Batallas que, por lo visto, solo pueden ser defendidas por personas con una concreta ideología o por personas que militan en determinadas formaciones políticas.

Desde aquí envío toda mi solidaridad a Judith Piquet y a cualquier otro ciudadano que es increpado en estas marchas sociales por no ser firmante de la ideología mayoritaria de esas concentraciones. O nos damos cuenta de que en este tipo de cuestiones debemos ir todos a una, que no se pueden aceptar cosas como las vistas en la última marcha del Orgullo en Alcalá o jamás lograremos conquistar los avances sociales y de progreso.

Hay que erradicar de nuestra sociedad todos los comportamientos que se visten de tolerantes pero que tan solo camuflan la intolerancia de quienes los practican. Hay que desterrar de una vez por todas el sectarismo que nos tratan de imponer en la lucha cívica y democrática de determinadas causas y reivindicaciones sociales. Basta ya de callar y de admitir lo que no es admisible en ninguna democracia y en ningún Estado de Derecho consolidado como lo es el nuestro.

 

 

 

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