La Constitución de la Segunda República Española fue reflejo de la brillante revolución social que la clase trabajadora exigía a gritos tras tanto sometimiento y represión. El despertar de un pueblo que no tenia cubiertas sus necesidades básicas y se rebelaba, pacífica y firmemente, contra la desigualdad y contra los privilegios de aquellos que vestían de oro a consta del hambre ajena.
Esta Constitución declaró la igualdad entre hombres y mujeres, la laicidad de la educación y del estado, así como la libertad de culto, la apuesta por la paz, la libertad de asociación y reunión, el derecho a la educación pública, así como la presunción de inocencia y reconocía el derecho de la clase trabajadora a vivir dignamente, con seguridad social, vacaciones remuneradas, pensión, salario mínimo, protección por maternidad…
Estas medias suponían un salto cualitativo en las condiciones de vida de los trabajadores, pero el gran avance estaba por llegar con la Reforma de la Ley Agraria. En un momento en el que en España el 45% de los trabajadores estaban en el sector primario, pero la tierra estaba en manos de muy pocas personas, se planteaba el dar a los jornaleros tierra mediante la expropiación de las tierras que los señoritos no trabajaban. Estamos hablando de dar la tierra a quien la trabaja, estamos hablando de la emancipación de la clase trabajadora.
No a todos contentó la igualdad social, estaban los mismos de siempre, esos que pretenden asegurar su hegemonía económica y social a pesar de la explotación del hombre por el hombre, de la instrumentalización de la moral. Me refiero, como no, a los fabricantes de sumisos a golpes de miedo.
La República de Trabajadores, nuestra República, cuando trataba de afrontar sus problemas y contradicciones, fue golpeada por la traición de unos militares a la soberanía del pueblo al que se debían. Pero los traidores no venían solos, les acompañaban los ejércitos de Hitler y de Mussolini.
Los trabajadores y las trabajadoras dejaron sus herramientas y cogieron los fusiles, luchando y muriendo por la libertad que nos hace hombres y no esclavos.
Tras la guerra llego el terror y el genocidio. Los datos oficiales revelan 192.000 fusilados en los campos de concentración y cárceles franquistas ya terminada la guerra. Habiendo en el periodo entre 1939 y 1940 más de un centenar de fusilamientos diarios. Insisto en que estas no fueron personas asesinadas durante la guerra, sino ya terminada la misma. 192.000 asesinados oficialmente, sin tener en consideración las ejecuciones extraoficiales de las que no constan datos ni lugar de enterramiento, por lo que hoy que España es el segundo país del mundo en número de desaparecidos.
El franquismo estableció un régimen genocida de terror. Propagó el miedo porque el miedo mata los sueños presentes y aborta los venideros, el miedo es la bala que abate al libre pensamiento. El franquismo utilizó el miedo para matar toda idea de libertad. Todo deseo futuro de emancipación de la clase trabajadora.
En el Cementerio Viejo de Alcalá de Henares yacen 286 fusilados, junto a una tapia desnuda que hace años decidimos vestir con respeto y memoria con una humilde placa de recuerdo.
Hay algunas lápidas, muy pocas comparándolas con el número de asesinados allí enterrado. Las dejaron ponerlas a sus familias pero con la condición de escribir en la losa la palabra “SUCUMBIO” para poner de manifiesto que fueron derrotados. No, no estoy de acuerdo, no sucumbieron. Resistieron, porque su recuerdo perdura, porque su lucha resiste. A todos ellos, gracias, sinceras e infinitas gracias desde cada uno de mis latidos.
No podemos olvidar la lucha y sacrificio de todos aquellos que fueron asesinados y reprimidos por el fascismo. Debemos rendirles homenaje y respeto, exponer su legado, hacerlo visible.
Pero nada termina aquí, este no es punto y final, hoy los derechos laborales de la clase trabajadora van en continuo y frenético retroceso, los servicios públicos son privatizados, la justicia no es igual para todos y los ricos son rescatados con el dinero de los pobres.
Nosotros, los nacidos después de la dictadura, no podemos contentarnos con recordar lo que hicieron otros por nosotros, sino que debemos construir esa sociedad que nos permita ser dueños de nuestro destino, de nuestra vida, lejos del individualismo egoísta a golpes de televisión inculcado. Seamos otra generación de trabajadores que quiera dejar de ser súbditos para ser ciudadanos.
Por el recuerdo de ellos, por nuestro presente y el futuro de nuestros hijos, construyamos una sociedad entre iguales, donde no tengan cabida las coronas ni sus séquitos. De igual a igual construyamos República.
Por la Tercera República.
David Cobo . Coportavoz de Izquierda Unida Alcalá