Puente, fealdad y otros accidentes ferroviarios: crónica de un encontronazo estético

Todo parecía una broma sin maldad, de esas que uno hojea entre bostezos y tostadas, hasta que La Razón ilustró una encuesta de fealdades regionales con la cara del ministro Óscar Puente. A partir de ahí, el fuego cruzado entre IA, vallisoletanos ofendidos y Paco Marhuenda desencadenó un sainete nacional. Porque en este país, hasta la belleza (o su ausencia) se discute con ironía, política… y espejo en mano. Así lo cuenta con humoris Pedro Enrique Andarelli.

Fotocomposición IA de Pedro Enrique Andarelli
  • HUMORIS CAUSA / Pedro Enrique Andarelli, editor de ALCALÁ HOY. Alcalaíno en paz con el espejo… y con buen humor cuando no queda otra.

Todo comenzó con una noticia inofensiva, de esas que suelen llenar los márgenes de los periódicos entre catástrofe y catástrofe, y que alguien, en su infinita creatividad, decidió titular: “La IA sentencia que los de Valladolid son los más feos de España”. La cosa podía haber quedado ahí, como un chiste malo contado en la máquina de café de una redacción un viernes por la tarde. Pero no. El genio que ilustró semejante hallazgo de inteligencia artificial eligió, como imagen de muestra, la cara del ministro de Transportes, Óscar Puente. Y claro, se desató la tormenta.

Puente, que tiene el gatillo más suelto de Twitter (perdón, X) que un sheriff borracho en el Lejano Oeste, no se lo pensó dos veces. Respondió con la agilidad de un vikingo berserker digital, curtido en años de memes, titulares y editoriales cruzados. “Le recomiendo un espejo a Marhuenda”, disparó con ironía quirúrgica, refiriéndose al director de La Razón, que pasaba por allí con su eterno gesto de saberse el jefe de estudios de una escuela de monjas.

Y a partir de ahí, el asunto escaló más rápido que un algoritmo con exceso de cafeína. Que si “cómo se atreven”, que si “la edad de oro del periodismo”, que si “la IA dice esto” y “la rectificación en portada por lo otro”… Vamos, un festival de dardos dialécticos que haría palidecer de envidia a cualquier torneo medieval. Puente, con verbo afilado y trinchera propia, dejó claro que una cosa es meterse con su gestión (que para eso está la oposición) y otra, mucho más delicada, es usar su jeta para ilustrar una encuesta de fealdad regional.

Lo curioso del asunto es que nadie se planteó preguntarle a la IA en cuestión por su criterio estético. ¿Qué parámetros sigue para declarar “feos” a los vallisoletanos? ¿Una media ponderada de selfies mal iluminados? ¿La densidad de cejas por metro cuadrado? ¿O simplemente se alimenta de memes y comentarios de cuñados? Porque seamos sinceros: si Valladolid fuera un emoji, sería ese con cara neutra, que ni ríe ni llora, simplemente está. Y eso, en tiempos de euforia estética de TikTok y filtros de unicornio, no puntúa alto.

Pero claro, la inteligencia artificial aún no ha aprendido lo que en Castilla es casi una religión: la retranca. El arte de decir que hace frío cuando el hielo ya ha colonizado tu alma. Valladolid no necesita ser guapa para molar. Tiene su dignidad, su ríos de historia, sus vinos de la Ribera, y su Concha Velasco, que en paz descanse, pero que en su día brillaba más que el sol en agosto. Y si de guapos hablamos, ¿dónde dejamos a Patricia Conde? ¿Y a Daniel Muriel, ese galán de televisión que podría ser perfectamente el hijo bastardo de un anuncio de colonia? A ver si vamos a tener que sacar las fotos del archivo y organizar un certamen de belleza retroactivo.

Por su parte, el director de La Razón, Paco Marhuenda, salió a escena con cara de no haber roto un plato, pero con la cubertería todavía temblando. En Espejo Público, ese magazine donde cada mañana se cuece una pequeña revolución, pidió disculpas públicas. “Tienes toda la razón, Óscar”, dijo. “Fue desacertado”. Y añadió, entre sonrisas: “Eso sí, el ministro está todo el día en Twitter”. Hombre, Paco, eso ya lo sabíamos, igual que sabemos que tú no sales del plató más que para coger el AVE.

No sabemos si Marhuenda se miró en el espejo después, como le aconsejaba Puente, pero lo cierto es que pocas veces se ha visto a dos adultos intercambiar pullas con tanto estilo. Uno lanzando misiles digitales desde el ministerio, el otro respondiendo con el suspiro resignado del catedrático que suspende por pereza.

Y mientras tanto, la verdadera pregunta sigue sin respuesta: ¿quién le ha dado voz a esta IA tan cruel? ¿Y por qué no hizo el estudio en plena temporada de alérgenos, cuando todos parecemos zombis con conjuntivitis? ¿Dónde queda el margen de mejora, la fotogenia en blanco y negro, la sonrisa honrada de quien se afeita sin espejo?

Por suerte, los datos, como las caras, son interpretables. Valladolid tiene lo que hay que tener: arte, carácter, gente con los pies en la tierra y hasta un tranvía imaginario que Óscar Puente prometió en campaña. Eso sí que es belleza, la de prometer infraestructuras sin mapas ni planos, pero con la misma convicción que uno reserva mesa para diez en un bar con cuatro sillas.

Así que, visto lo visto, yo, Pedro Enrique Andarelli, firmo esta pieza con la certeza de que, si algo ha quedado claro en esta historia, es que en Valladolid no serán los más feos, pero desde luego, sí los más respondones. Y eso, en política y en la vida, vale su peso en oro.

Y si no, pregúntenselo a Marhuenda. Pero no le pidan que se mire al espejo… que ya le ha cogido miedo al cristal.

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