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El colectivo complutense denuncia la falta de cuidados que condujo al deterioro del emblemático árbol y pide que su hueco vuelva a tener vida.
 

El hueco que hoy se abre junto al bar La Panadería, en plena Calle Mayor, es mucho más que un espacio vacío: es la ausencia de un viejo compañero de la ciudad. El castaño de Indias (Aesculus hippocastanum) que creció durante décadas en ese rincón imposible, entre fachadas y soportales, fue retirado esta semana tras un largo proceso de deterioro. La escena del apeo, silenciosa, contenida, ha dejado una impresión honda entre los vecinos.
Durante años, su sombra fue parte del paisaje cotidiano de Alcalá. Aquel árbol, uno de los pocos capaces de sobrevivir en la arteria más emblemática del casco histórico, había resistido calores, reformas y cambios de pavimento. Pero las señales de declive se habían vuelto visibles: ramas desnudas, corteza agrietada, hojas que amarilleaban antes del verano. El Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense lo ha expresado con emoción y claridad en un texto difundido esta semana: “A lo largo de los últimos años hemos presenciado el declive en el bello castaño de Indias que crecía esbelto junto al bar La Panadería… y ahora, los lamentos nuestros y de tantos complutenses en las redes y en la calle.”
Un árbol singular entre la piedra y el ladrillo
El comunicado subraya que el desaparecido ejemplar era un superviviente. “De los pocos árboles que puede técnicamente permitir una calle como la Mayor, dice el texto, podríamos decir que era el más singular, junto con el airoso ciprés de la Casa de Cervantes.” En una vía donde predominan los soportales y las fachadas históricas, el castaño aportaba un raro contrapunto vegetal, una pincelada de sombra y frescor entre tanto ladrillo.
El Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense describe con detalle la naturaleza de esta especie ornamental, tan presente en parques y paseos del norte de España, y cada vez menos adaptada al clima del centro peninsular. “El castaño de Indias es un árbol que se ve mucho como árbol ornamental en bulevares, paseos y parques románticos de las antañonas y señoriales ciudades españolas de la mitad norte”, recuerdan, señalando su belleza y su vulnerabilidad.
En Alcalá, su uso ha sido limitado, pero no inexistente. La nota recuerda que “en la primera década de este siglo se plantó una hilera de castaños de Indias en uno de los tres paseos arbolados de la Isla del Colegio”, aunque las altas temperaturas y la insolación de la explanada han jugado en su contra. La especie, añaden, prospera en ambientes húmedos, con sombra y suelos frescos, condiciones que el actual clima complutense apenas puede ofrecer.
El comunicado incluye incluso una observación de interés científico: los modelos climáticos indican que el área natural de expansión del castaño de Indias en la península se concentrará cada vez más en su tercio norte, donde el ambiente atlántico aún le es favorable.
Una víctima del clima y del abandono
La reflexión del Grupo va más allá de la nostalgia. Describe con precisión los síntomas del estrés térmico que afecta a los árboles urbanos en entornos hostiles. “Vemos amarillear las hojas con los primeros calores fuertes de junio, pues necesita desprenderse de las hojas por las que puede perder agua”, explican, comparando ese fenómeno con una caída anticipada de la hoja en pleno verano.
El texto recuerda que la corteza del castaño “se agrieta y muestra heridas en la parte del tronco expuesta al implacable sol de la tarde”, motivo por el que algunos ejemplares se han protegido con cañizo. En la avenida Juan Carlos I, observan, el crecimiento varía según el grado de exposición solar: los árboles crecen más altos cuando los edificios del sur les ofrecen sombra, y más bajos cuando no la tienen.
No obstante, no todo es pesimismo. El Grupo comparte una nota de esperanza: en una zona de ribera del Henares, próxima a la Isla del Colegio, un pequeño castaño de Indias ha germinado espontáneamente. “Lo más seguro es que el pequeño castaño de Indias que allí brotó consiga crecer hasta hacerse un árbol de notable porte si nada trunca su crecimiento.” Una metáfora viva de resistencia en tiempos de cambio climático.
El comunicado también aclara que, pese a la semejanza de sus frutos con las castañas comestibles, el castaño de Indias no pertenece al mismo género botánico. Una precisión que delata el rigor con el que el Grupo aborda la cuestión: conocimiento científico, sí, pero acompañado de afecto por el paisaje urbano y natural.
El paisaje urbano, un patrimonio vivo
El tramo final del comunicado vuelve al tono más emocional. “Su desaparición enfría el paisaje urbano pétreo y latericio de la calle Mayor”, lamentan, recordando que “era, con el mencionado ciprés, uno de los enormes ‘alcalaínos’ vivos que vigilaban día y noche nuestra populosa e histórica calle soportalada.”
Desde esa mirada sensible, el Grupo plantea un debate más amplio: la responsabilidad compartida sobre el patrimonio natural urbano. “Entendemos los equilibrios que debe hacer el Ayuntamiento cuando, como en este caso, se plantea una intervención municipal en un elemento del patrimonio natural que se encuentra en una propiedad privada”, admiten. Pero también reclaman coherencia: “De la misma forma que no se habría consentido el talado del árbol, tampoco se debería haber permitido el abandono de este espléndido castaño de Indias.”
Esa crítica, formulada con respeto, pero con firmeza, conecta con otros casos recientes, como la pérdida del “formidable plátano de sombra de la esquina de las calles Ávila y León”, que también murió lentamente antes de ser retirado. El Grupo concluye con un deseo: “Esperamos que en este caso no haya habido ningún interés en la muerte de nuestro gigante vecino; y que, si ese solar ha de permanecer huero, se negocie que sea ocupado por otro árbol que dé vida al lánguido paisaje urbano”.
La idea de que un árbol puede ser un “vecino” resume bien la filosofía de este colectivo: la naturaleza urbana no es un decorado, sino parte esencial de la identidad de Alcalá. La muerte del castaño de Indias deja un vacío visible, pero también un mensaje que resuena entre los adoquines: cuidar el patrimonio verde es cuidar la memoria compartida de la ciudad.
                















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