- Piquet afirma que sigue viviendo “en su casa de siempre”, junto al río, y que “paga su hipoteca como todo el mundo”.

En una reciente entrevista en un medio amigo, la alcaldesa Judith Piquet ha zanjado con serenidad los rumores sobre un supuesto cambio de domicilio. “Vivo en mi casa de siempre, en mi barrio de siempre y pago mi hipoteca como todo el mundo”, afirmó, dejando claro que no hay ni chalet nuevo ni mudanza secreta. La regidora aseguró que sigue viviendo en su vivienda habitual del barrio de Nueva Alcalá, situada junto al río, y que no tiene intención de cambiar de aires.
Según explicó, los rumores se habían extendido incluso entre sus propios círculos de amistades, que le han llegado a preguntar directamente por su supuesta nueva casa. “Me viene fenomenal desmentir esta leyenda urbana que está cada vez más extendida”, dijo, subrayando que su permanencia en el barrio responde a una elección personal. “Sigo viviendo en Nueva Alcalá y voy a seguir haciéndolo porque es la zona que más me gusta, es mi barrio”, recalcó.
Lo curioso del asunto no es tanto la aclaración como el ruido que la precedió. En los mentideros de la ciudad, que no son pocos ni silenciosos, se daba por hecho que la alcaldesa había abandonado el piso familiar para instalarse en una vivienda más amplia, según unos en una urbanización de la carretera de Meco, según otros en la zona del Gurugú, ya en término de Villabilla. La historia tenía todos los ingredientes del rumor perfecto: un toque de misterio, un aire de “yo lo sé de buena tinta” y la irresistible tentación de hablar de la vida ajena.
A nosotros también nos llegó el comentario, por distintas fuentes y con versiones más o menos noveladas. Y como medio responsable, faltaría más, nos creemos en el deber de hacernos eco del desmentido oficial. No por el morbo, que nunca nos ha interesado, sino por el rigor informativo y el amor al vecindario. Si la alcaldesa dice que sigue en Nueva Alcalá, ahí la damos por ubicada.
No es la primera vez que un cargo público local despierta curiosidad por su domicilio, su coche o el colegio de sus hijos. En Alcalá, el debate sobre dónde vive quién forma parte del folclore municipal, casi al nivel de las obras, los atascos o las fiestas del Val. Los pasillos del poder y los pasillos de las comunidades de vecinos comparten el mismo vicio: hablar de los demás.
Más allá del cotilleo, el episodio deja ver algo del clima político y mediático de la ciudad. Piquet, que en su día concedía entrevistas a este medio, parece haber afinado últimamente su sintonía. No es ningún secreto que ahora prefiere otras cámaras, quizá más amables. Pero eso no quita que sigamos atentos a cada palabra, incluso, o sobre todo, a las que se dicen en medios amigos.
Al final, la historia es sencilla: la alcaldesa desmiente, el rumor se disuelve y la vida sigue. Nueva Alcalá conserva a su vecina más ilustre, y los mentideros tendrán que buscar nuevo material. Porque en esta ciudad, cuando falta la política, siempre queda la conversación.
















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