- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Sí, se puede. Esta frase admite las dos versiones, con coma y sin ella. En ambas tiene la misma fuerza. Para corearla es más adecuada la primera y así ha quedado establecida como seña de identidad de un movimiento pseudo revolucionario convertido hoy en partido político. Cuando hace ya 13 años Madrid, la Puerta del Sol, se llenó de jóvenes airados bajo ese lema, según una corriente ideológica que recogía las inquietudes, supuesta y aparentemente universales contra el sistema de injusticia, marginación de la juventud, condiciones de vida, bla bla bla, la mayor parte de la sociedad, al menos la madrileña, se sintió compelida sentimentalmente hacia aquel movimiento juvenil y menos juvenil (el gurú de los indignados era un viejo extranjero del que no recuerdo el nombre, que murió unos años después). Fue una especie de mayo del 68 redivivo, 15 M, y como en aquel, las ideas y las aspiraciones no eran del todo claras, un totum revolutum que englobaba, nunca mejor dicho, visto dónde estamos, englobaba, digo, una nebulosa de reclamaciones al mundo mundial en favor de la verdadera democracia, exigían con “indignación” y amparados por los derechos humanos universales, cambios sociales y políticos profundos que regeneraran el sistema político corrupto, propiciaran la participación popular en los gobiernos, la libertad de todo y en todo lo habido y por haber, etc.
Aquel fenómeno resultó un antes y un después social y político. Y hasta los que no creímos en él ni en la limpieza y altruismo de la romántica historia, hemos tenido que admitir que, al menos para España, sí lo fue. Los indignados permanecieron acampados en la plaza de Sol varios meses, las condiciones higiénicas dejaban mucho que desear y el tránsito por la zona era impracticable, los comerciantes se vieron seriamente afectados, etc. Pero casi toda la prensa y una buena parte de la sociedad, como digo, lo perdonó todo y simpatizó con la “causa” de manera acrítica y hasta entusiasta. Gente menos joven se acercaba un rato a diario a convivir con los círculos activos que se formaron y extendieron por los barrios de Madrid, como células de autogestión, en los que sentados en el suelo, los congregados discutían los planes para regenerar la sociedad mundial, y por supuesto la española. Estos seres de buena voluntad hasta te preguntaban si tú no ibas a Sol, que aquellos días era lo último en causas nobles, revolucionarias pacíficas y necesarias con los que debíamos solidarizarnos, al menos moralmente y tal.
Surgieron líderes, aparentemente espontáneos, de todos conocidos. Luego hemos sabido que venían con el liderazgo puesto de allende los mares y de dónde procedía aquel ímpetu, la encendida oratoria, las ganas de cambiar el mundo conocido y demás demagogias atractivas en boca de atrevidos jóvenes airados con coleta y estudiado aspecto desaliñado a lo pobre. También hemos sabido con qué gasolina se mantenía aquel empuje y entusiasmo en personajes que no tenían oficio conocido, o en todo caso, precario. De dónde salía el dinero, en una palabra. Pero entonces todo era ilusión, romanticismo. Con el tiempo, las acampadas pacíficas, las ruedas de prensa, participación en tertulias, en las que dicho sea de paso se los disputaban como estrellas invitadas a discutir a base de consignas manidas con gente sesuda y experta, hasta que el suflé se fundió y la aureola cultural fue quedando en muy poco o nada. Suficiente para los creyentes que habían caído en las redes y en las que muchos permanecen, en más o menos grado y en facciones distintas afines o enfrentadas.
El movimiento degeneró, según guion diseñado, en manifestaciones violentas con destrozo urbano, ataques a fuerzas del orden, apaleamiento y pateo incluidos, rodeo del Congreso y demás actos ilegales al más puro estilo revolucionario bolchevique, justificado por sus líderes como jarabe democrático, del que despierta emociones íntimas al ver rodar los cascos antidisturbios y correr la sangre de las cabezas de los policías acorralados por la barbarie. Con esos elementos en acción, una sociedad normal, democrática y moderna, se supone que la española lo es, o lo era, en un país comunitario europeo, esa plebe violenta no debería haber tenido el mínimo recorrido. Pero no fue así. Por el contrario, los líderes de todos conocidos se infiltraron, legalmente, elecciones mediante, en la política nacional, en el sistema del que abominaban, al que denominaban de “la casta” y que ellos iban a regenerar. Era una incursión necesaria para cambiar el sistema pútrido por dentro y convertirlo en la arcadia feliz comunista de la que gozan países que todos sabemos. Los mismos que Habían financiado la entrada triunfal del 15 M en nuestras vidas sin permiso y sin desearlo.
El resto de la historia hasta hoy, al menos para los que nunca creímos en ellos, y para los desengañados, es conocido. Los “regeneradores” se instalaron en el aborrecible sistema, se adaptaron a los usos y costumbres de la casta, sueldazo y lujo derivado, estilo indumentario y demás signos externos. Incluida seguridad privada a cargo de las fuerzas del orden apaleadas con el jarabe democrático de otros tiempos, quién lo diría. Aferrados al poder como garrapatas, como el resto, alternándose en ministerios, vicepresidencias, diputaciones en el Congreso, en el europeo también, pululando por la política, elaborando leyes nefastas sin saber Derecho, haciendo planes económicos depredadores, estatutos laborales sin sentido y sin piedad… Ahí están.
Momento de reflexión y pregunta del millón ¿cómo han llegado hasta aquí y cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta, como la de todos los desmanes, arbitrariedades y horrores políticos últimos está en el poder omnímodo que ostenta el partido socialista en la persona de Pedro Sánchez y no sólo en Sánchez. El 15 M comenzó con Zapatero, que dejó su proyecto globalista sociocomunista iniciado, a sabiendas de que el PP no iba a cambiar nada, como así fue, y continuado hasta el paroxismo con el autócrata que padecemos, sin ley, sin freno y sin medida. El PSOE ha ahijado a Podemos y sus terminales, lo ha absorbido y neutralizado al punto que son inconfundibles, reina sobre ellos con poder más totalitario que el que pregonaba Pablo Iglesias en la Puerta del Sol. Y no están solos, van acompañados con la corte de los milagros de separatistas, golpistas y terroristas. Juntos nos arrastran, porque el sistema lo permite, y lo que no permite ellos se lo pasan por el forro, ante la estupefacción, el miedo y la impotencia de los españoles, asomados al abismo de la autocracia y la tiranía. La que padecen los países, en otro tiempo prósperos, que ahora, además de pobres, financian las tiranías exportadas a otros pueblos y otros continentes, el nuestro para más señas, por si alguien aún no se ha dado cuenta o no se quiere dar.
Parece increíble pero Sí, se puede.
Terrorismo el que usted practica con sus deleznables artículos de opinión. Llama usted golpista a un gobierno legítimo. ¿Cuántas comunidades autónomas gobiernan con pactos entre las derechas más eméticas? De lecciones de tiranía veo que usted va sobrada
De tirania no se, de simplismo si que va sobrada y sl p arecer con mucho tiempo libre para dedicarse a escribir estos panfletos que acostumbra.
Aproveche la “libertad” de su lideresa y tomese una cañita para relajarse….
Lo contrario de la anterior opinión, considero que es un excelente artículo!
De aquellas lluvias estos lodos.
Viví la misma situación en Barcelona con características muy parecidas.
Un analisis muy bien detallado.
¿No recuerda Usted el nombre del “gurù” extranjero con lo fàcil que es preguntar a un quincemayista o al mismo Google? Stèphane Hessel, quien fue torturado por la Gestapo. No se preocupe por la inversión de tiempo y dinero, el libro “Indignàos” no le pesará mucho a su bolsillo.