- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Hace meses escribí sobre un libro documento titulado “Nos quiere muertos” en el que Javier Moro cuenta la vida de Leopoldo López y su familia bajo el régimen chavista. Lo recomiendo vivamente, como hice en aquella ocasión, porque se trata de un libro apasionante, testimonio de primera mano del trágico panorama de Venezuela, que sin literatura ni dramatismo añadido, sumerge en la atmósfera de una opresiva y feroz red de control sobre un personaje y su entorno, todo un entramado de víctimas en diferentes grados, a los que trata de someter a base de intimidación, de peligros, de muerte y desaparición, de dolor y tortura física y psicológica insoportables. Leopoldo y demás personajes, aún sabiendo las consecuencias, aceptan el riesgo de enfrentarse al monstruo por patriotismo, por amor, por sentido del deber y de la libertad. En Venezuela abundan esos héroes hombres y mujeres; el número de muertos, torturados, presos y desaparecidos lo dice todo sobre su valentía y sobre la crueldad del adversario político, el régimen bolivariano de Chávez y Maduro.
Es una obligación moral enterarse de lo que pasa en el mundo, especialmente si ocurre en sociedades y gentes con semejanzas y vínculos tan cercanos a nosotros como Venezuela. Junto con Argentina me atrevo a decir, el más hermano de todos los países hispanos. Antes también Cuba. No sólo por lo que supone de injusticia y sufrimiento humanos a cargo de personajes imbuidos de fanatismo y soberbia, ambición sin límites, megalomanía y crueldad sin freno y sin conciencia.
Es obligatorio también porque en muchos casos, en este sin duda, supone un ejemplo del futuro que nos aguarda por desentenderse cómodamente de la vida, los problemas y la realidad de los demás. De la vida de los otros, como reza el título de aquella impresionante película de los noventa, en la que también sin más recursos técnicos que pasar la cámara por las vidas de un grupo de alemanes del Este, describe el mismo terror sordo, impalpable e invisible, por ello más horrible, de sentirse vigilado y amenazado las veinticuatro horas del día y la noche. En las que en cualquier momento pueden sonar al otro lado de tu puerta las pisadas de los mensajeros del mal. Los que con modales más o menos correctos, expeditivos o violentos, te sacarán de tu hogar, de los tuyos, de tu vida, para ingresar en la desaparición, el aislamiento, la tortura y todo lo demás.
Ya son miles las personas -lo ha dicho Maduro en sus delirantes discursos al populacho enloquecido-, jóvenes en su mayoría, las que han recibido la visita de los jinetes en moto del apocalipsis en sus domicilios, en las calles y en los campos de todos los rincones de Venezuela. No hace falta vivir en la capital, ni ser líder de un partido ni especialmente significado, el régimen te conoce, lo sabe todo sobre ti y los tuyos, enviará sus sicarios por tierra mar y aire y te encontrará en las provincias más remotas del país.
El chavismo ha gastado muchos pesos de los venezolanos a lo largo de años en la creación del gran hermano, maquinaria indispensable de las dictaduras, mientras los ciudadanos vivían sus vidas ajenos a lo que se tramaba en los dominios del poder omnímodo, cada día más extendido sobre instituciones, vidas y haciendas, pensamientos y palabras, creyéndose libres e intocables porque la “democracia” los protegía de todo mal y las tiranías eran cosa de otros tiempos y lugares.
Aviso a los navegantes de la incredulidad y la comodonería, del espacio de confort y las vacaciones alegres y despreocupadas, del embrutecimiento televisivo oficial… De las ferias y fiestas “gratis”, entretenimientos varios a cargo de nuestras queridas instituciones. Aviso también a los crédulos admiradores y adoradores incondicionales del régimen de turno, aplaudidores sin pudor del tirano, populacho vociferante del mitin amenazador de libertades, perseguidor de los justos, condescendiente con los malvados… También a ellos les alcanzarán los tentáculos del poder omnímodo cuando no queden otras víctimas. La maquinaria del tirano es amoral, insensible, ambiciosa sin límites. Y no se detiene.
No te equivocas Pilar. Siempre certera.
Excelente articulo.
Desgraciadamente es tremendo el sufrimiento de los venezolanos. Toda denuncia es poco
Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista
Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre.
—Martin Niemöller
Circulan mensajes en la red donde «se denuncia» que atendemos más a lo que pasa fuera de España que a lo que pasa dentro y no se dan cuenta que todos somos uno.