Lo que falta del Koldogate | Por Carlos Cotón

“No tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político. Quién me lo iba a decir. De una parte y de otra. Y lo tengo que hacer solo. Soy un mero peón”. Así verbalizaba José Luis Ábalos en rueda prensa su marcha al Grupo Mixto en el Congreso de los Diputados.

Jesús Hellín (Europa Press).
  • Cada día conocemos un episodio más de esta trama. Un nombre nuevo que relacionado con Koldo García. Y, me temo, que aún nos falta por saber algo que no nos quieren contar.

 

  • Analista político  colaborador de ALCALÁ HOY

 

Hace no mucho esto sería inimaginable. Entre otras cosas, porque el sanchismo no puede entenderse sin la figura de Ábalos. Hombre fuerte de Sánchez en las primarias contra Susana Díaz, portavoz del PSOE en la moción de censura a Rajoy, responsable de Organización del PSOE y, hasta hace nada, Ministro del Gobierno.

El “Koldogate” es asqueroso y llamativo a partes iguales. Asqueroso por la corrupción que lleva intrínseca y llamativo por la manera que el Gobierno y en este caso el PSOE están gestionando toda esta crisis abierta por las operaciones mafiosas del ex-asesor de Ábalos.

Cada día conocemos un episodio más de esta trama. Un nombre nuevo que relacionado con Koldo García. Y, me temo, que aún nos falta por saber algo que no nos quieren contar. Algo que trasciende a lo político y que llega hasta lo personal.

Sólo así se explica el trato que el partido y muy característicamente Pedro Sánchez están dispensando a Ábalos. Porque, de momento, Ábalos no está siendo investigado por estos hechos. De momento.

A pesar de eso, le han exigido que asuma responsabilidades políticas bajo la teoría de que fue él quien nombró a Koldo. Claro, siguiendo esa lógica, ¿quién nombró Ministro a Ábalos? ¿No tendría alguien que asumir responsabilidades por ese nombramiento?

Porque Koldo no se da a conocer con la llegada de Ábalos al Ministerio de Transportes. Koldo ya era conocido en el PSOE y el PSOE ya conocía a Koldo. Sobre todo, era de sobra conocido entre los más fieles a Pedro Sánchez. Sin ir más lejos, él fue la persona encargada de custodiar los avales obtenidos por Sánchez en aquellas primarias.

Por otro lado, nunca se explicó por qué Ábalos salió del Gobierno. Es cierto que quedó muy tocado con el escándalo del “Delcygate”. Para quien no lo recuerde, Delcy Rodríguez, Vicepresidenta del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, tenía prohibida la entrada en suelo europeo y Ábalos, ni corto ni perezoso, la recibió en el aeropuerto de Barajas saltándose la prohibición que pesaba –y aún pesa- sobre ella.

A partir de ese momento, Ábalos cavó su tumba y el desprecio con el que sus compañeros lo han tratado no es sino la mejor expresión del trato hacia un hombre que ha dejado de ser útil a la causa. Un cadáver político al que ni siquiera han tratado de recolocar fuera de la vida institucional.

Los portavoces del PSOE de Sánchez dicen una y otra vez que ellos son contundentes con la corrupción, pero, ¿por qué esa contundencia no se despliega con Francina Armengol, Ángel Víctor Torres, Fernando Grande Marlaska, Santos Cerdán o Salvador Illa? Sus nombres también aparecen relacionados con las tramas de Koldo.

El caso de Armengol es, sin duda, el más bochornoso en estos momentos. Está probado que su Gobierno en Baleares hizo pasar unas mascarillas defectuosas por material en perfecto estado y que por la compra de ese material defectuoso, regaló 3,4 millones de euros provenientes de fondos europeos a la empresa vinculada con Koldo.

Por eso me cuesta creer que Ábalos sea el único que caiga con el Koldogate. Aquí hay algo que se nos escapa. Algo que no nos quieren contar y que, tarde o temprano, por la prensa, por las investigaciones judiciales o, quien sabe, por la boca del propio Ábalos, nos acabaremos enterando.

De momento, las explicaciones dadas por Ábalos y el Gobierno son insuficientes. Desde Moncloa y Ferraz, en una estrategia perfectamente coordinada, han preferido sacar el ventilador y atacar al PP para imponer una cortina de humo que trate de disimular lo que a todas luces se presenta como un entramado de corrupción desde el más alto nivel, que combatir la corrupción con esa contundencia que dicen tener y con la credibilidad que se requiere.

Así las cosas, me temo que aún nos quedan capítulos por conocer. Más personas que caerán –o a las que dejarán caer si es preciso- y, si la estrategia sigue siendo tan torpe y tan poco creíble como hasta ahora, más crispación que inocular a una sociedad harta de mentiras y engaños constantes.

Y lo peor de todo, que nada de lo que vayamos conociendo nos sorprenderá.

 

 

 

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