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Lo dijo el aragonés Javier Lambán, con precisión de cirujano, en las altas horas de la noche electoral: lo ocurrido hoy es un tsunami que nos ha arrollado a todos.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Al tiempo de comparecer Lambán, el madrileño Pedro Sánchez ya tenía decidido lo que haría al día siguiente: convocar elecciones generales para el 23 de julio. En el lenguaje periodístico se utiliza mucho la expresión “sin precedentes” para referirise a un hecho importante o extraordinario, pero lo cierto es que hay precedentes para casi todo. Uno podría decir o pensar, por ejemplo, que nunca se han celebrado en España unas elecciones municipales y generales tan cercanas en el calendario. Pero ahí está el año 1979 para desmentirlo: en marzo de aquel año Adolfo Suárez, con aquella UCD que había creado desde el poder, conseguía un segundo mandato de los españoles para seguir al frente del Gobierno. Y un mes después, a principios de abril, la izquierda hacía su entrada triunfal en los ayuntamientos.
¿Podría ocurrir ahora algo parecido, pero a la inversa, a lo que sucedió hace 44 años? Podría, aunque parece difícil a tenor de las encuestas y a tenor también de la impresión dominante tras los resultados del 28 de Mayo: la ciudadanía parece hoy más inclinada a “comprar” los argumentos de la derecha que los argumentos de la izquierda. En el colegio electoral vi a una señora que dijo en voz alta, como para que la oyéramos todos los que hacíamos cola, “a mí me da igual uno que otro”; y a continuación buscó la papeleta del Partido Popular. Entonces alguien dijo, en tono un poco más bajo, “si quiere que nos creamos eso, debería ponerse una venda en los ojos y elegir a ciegas una papeleta”.
Son muy poquitos los que, en efecto, deciden votar a ciegas aunque sean muchos los que dicen no sentir preferencia por nadie. Lo que busca Sánchez con su reacción frente al tsunami es cambiar los sentimientos de unos cuantos cientos de miles de votantes, aquellos que ahora le han dado la espalda y que podrían renovarle el apoyo si consigue convencerlos en esta campaña de casi dos meses. Para empezar, ha tenido el gesto torero y corajudo de dar la cara y asumir en persona todas las culpas de la derrota, sin buscar excusa ninguna. Nadie, en los programas especiales de la noche electoral, intuyó o sugirió que Sánchez podría tener esta reacción de animal que acusa el castigo, como esos leones de los que hablaba Miguel Hernández en “Viento del Pueblo”.
Es innegable que ha habido un cierto voto de castigo hacia las dos fuerzas integrantes del Gobierno de coalición, y esa desafección la han pagado en sus carnes los presidentes autonómicos y los alcaldes, con notables excepciones, como la ciudad de Vigo. Y en muchos casos, como ha pasado en Alcalá, el vuelco se produce por un estrecho margen, si bien es cierto que ese estrecho margen favorece en casi todos los casos al Partido Popular, que se ha apuntado el éxito de atraer para sí a la inmensa mayoría de quienes votaron a Ciudadanos en las anteriores municipales y autonómicas. Ha pesado más el ruido interno del Gobierno, los errores, como la ley del sí es sí, o las acusaciones de pactar con los “enemigos de España” que aspectos positivos que han mejorado la vida de millones de personas, como los ERTE que se aprobaron durante la pandemia, la subida del SMI o la mejora de las pensiones. Y para colmo, las fuerzas situadas a la izquierda del PSOE se han presentado completamente desunidas.
Hay tres fenómenos políticos surgidos durante los últimos años que son dignos de estudio. Por un lado, el surgimiento de un nacionalismo español de extrema derecha, como respuesta a los desfíos de los nacionalismos periféricos; por otro, Ciudadanos, que se presentaba ante la opinión pública, con la vitola de centrista y liberal, pero cuyos votantes, de modo un tanto sorprendente, han optado en masa por la papeleta del PP. Y finalmente, Podemos, que tuvo un momento brillante en el que parecía poder desbancar al PSOE como fuerza hegemónica de la izquierda y después, víctima de sus errores, de su soberbia y de su incapacidad para la autocrítica, ha ido diluyéndose hasta casi llegar a la irrelevancia.
Ahora, tal como dijo Sánchez en su comparecencia, vamos hacia una clarificación sobre el país que quieren o queremos la mayoría de españoles. Y en este punto, yo le recomendaría al líder del PSOE dramatizar un poco menos, no meter tanto miedo con esa cantinela de la derecha extrema y la extrema derecha y centrarse más en explicar lo que ha sido su gestión y en la pedagogía. Hay que explicar, por ejemplo, que en la Carrera de San Gerónimo no se sientan los “enemigos de España”, sino ciudadanos en pleno uso de sus derechos constitucionales que han sido elegidos por otros ciudadanos para representar eso que llamamos la soberanía nacional. Todos los diputados son igual de legítimos a la hora de constituir una mayoría de gobierno. Y hay que explicar que la felicidad per cápita suele ser mayor en aquellos países con más igualdad, mientras que el sufrimiento per cápita crece en los países que se entregan a las políticas que favorecen la injusticia y la desigualdad. Tenemos por delante unas largas semanas para la reflexión.
Totalmente de acuerdo, (salvo en Gerónimo… :))
En carrera de san geronimo si se sientan algunos enemigos de España.