-
Creo que, con independencia de cuál sea la evolución de este embrollo, tenemos elementos suficientes para una reflexión sobre lo ocurrido.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Leí con incredulidad e indignación la noticia sobre la negativa de Pedro Sánchez a participar en el debate que había propuesto RTVE con los candidatos de las cuatro principales fuerzas parlamentarias. Una decisión solo entendible desde la óptica de los más espurios intereses partidistas, con la que Sánchez le hizo un muy flaco favor a la democracia española y un favor aún más escuálido a la radiotelevisión pública. El candidato socialista decía no a un debate diseñado de acuerdo con las normas electorales y las instrucciones de la Junta Electoral para decir sí a un debate propuesto por una televisión privada y que incluía al candidato de Vox.
Días después era la propia Junta la que ponía fin al desaguisado recordando que en tiempos de campaña electoral también los medios privados deben respetar los criterios de proporcionalidad. La inclusión de Vox no cumplía ese criterio porque a día de hoy no es una fuerza significativa y se discriminaba a otras fuerzas parlamentarias que sí habían obtenido en las anteriores elecciones unos resultados mucho mejores. Pero sigue el desaguisado y, en el momento de escribir estas líneas, vamos camino de un desenlace rocambolesco: RTVE, que había propuesto un debate a cuatro para el día 22, decide unilateralmente cambiarlo al día 23 porque así se lo ha pedido el Gobierno. Partido Popular, Ciudadanos y Podemos han montado en cólera y acusan a la Corporación pública de estar al servicio de Sánchez. El propio Consejo de Informativos ha pedido que se respete el día inicialmente ofrecido y el resultado final es más que incierto, porque Sánchez solo quiere un debate y no dos, del mismo modo que tampoco ha querido un cara a cara con el candidato del principal partido de la oposición.
Creo que, con independencia de cuál sea la evolución de este embrollo, tenemos elementos suficientes para una reflexión sobre lo ocurrido. Porque el comportamiento de Sánchez no solo era poco respetuoso con las normas y las buenas prácticas democráticas. Era también una inaceptable afrenta a la radiotelevisión pública que habría merecido la dimisión inmediata de la Directora General, Rosa María Mateo, y un paro de protesta convocado por el Consejo de Informativos y el Comité de Empresa.
Puede que muchos o algunos de los lectores de Alcalá Hoy aún recuerden las palabras dichas por Mateo con ocasión de su toma de posesión, celebrada en el Congreso de los Diputados: “vamos a perseguir el sueño de una radiotelevisión pública, plural, imparcial e independiente”. Bonitas palabras, no cabe duda, inspiradas quizá en el famoso discurso del reverendo Luther King. ¿Pero qué ha hecho su autora cuando fue llegada la hora de pasar de las musas al teatro, de defender con actos la construcción de ese sueño? Acobardarse, esconderse, rendir pleitesía a quien la había nombrado a dedo. Una actitud servil que luego se ha completado con la inadmisible propuesta de cambiar la fecha del debate a cuatro, de acuerdo con las conveniencias o las instrucciones de Pedro Sánchez. Así no se construirá jamás una RTVE independiente y al servicio de los ciudadanos, no del poder de turno.
Rosa María Mateo ha dejado pasar una ocasión de oro para hacerle un gran servicio a la Corporación y Sánchez está dejando pasar una ocasión de oro para demostrar cómo se comporta un gobernante respetuoso con las reglas escritas y no escritas de una democracia avanzada. Es una lástima que la máxima culpa de toda la polémica le corresponda al candidato del PSOE, el partido que ha sido y es la columna vertebral de nuestra historia democrática.