- La remodelación mejora el pavimento histórico pero mantiene intacto el monumento a los Caídos, símbolo silencioso de la memoria alcalaína.
- Crónica gráfica de Pedro Enrique Andarelli para ALCALÁ HOY
La Plaza de las Bernardas, uno de los rincones más reconocibles del casco histórico de Alcalá de Henares, luce estos días un pavimento reluciente, recién restaurado por la Concejalía de Patrimonio Histórico. La intervención, con una inversión de 48.000 euros, ha devuelto a la zona sur de la plaza el brillo del enchinado tradicional, esa técnica de guijarros blancos y negros que hace juego con los siglos. La operación, eso sí, se ha quedado a medio camino: el empedrado nuevo llega hasta donde empieza la memoria, justo antes del monolito que todavía recuerda a los “Caídos”.
A los visitantes que cruzan el arco del antiguo convento de San Bernardo, la escena les resulta familiar y extraña a la vez. Familiar por el aire monumental de este espacio, que linda al oeste con el torreón gótico del Palacio Arzobispal, al este con el Museo Arqueológico Regional y al norte con la fachada barroca del convento. Extraña, porque entre tanto patrimonio restaurado aún se alza un testigo pétreo de otra época: el monolito dedicado a José Antonio Primo de Rivera, erigido hacia 1960 y, por lo visto, fuera del alcance de las losas recién colocadas.
El suelo nuevo, pero no todo el suelo
Según explicó el concejal de Patrimonio Histórico, Vicente Pérez, “se trata de una plaza emblemática de nuestra ciudad, que usan cada día miles de visitantes que vienen a conocer el Museo Arqueológico Regional, y muchos alcalaínos que transitan por aquí en dirección al Arco de San Bernardo. Estamos muy satisfechos con el resultado y vamos a iniciar los trámites para actuar en los próximos meses en la zona norte y dejar la plaza perfecta para el disfrute de los alcalaínos”.
El edil reconoce que el pavimento anterior se encontraba en pésimo estado y ofrecía incluso peligro para los viandantes. Las obras han permitido restaurar la parte sur, la más transitada y deteriorada, dentro del Plan de Protección del Conjunto Histórico, que marca las intervenciones municipales en los espacios más sensibles del casco. La actuación subraya Pérez, “ha seguido los criterios de respeto al entorno monumental y la tradición constructiva de la ciudad”.
Sin embargo, el proyecto no ha llegado a cubrir toda la plaza. Quien se acerque comprobará que entre el monolito y la fachada del monasterio el viejo suelo sigue ahí, irregular y cansado, como esperando su turno. Una frontera visible entre el tiempo restaurado y el tiempo que resiste.
La piedra que no se mueve
El monolito a José Antonio Primo de Rivera, o “monumento a los Caídos”, como prefieren llamarlo algunos. Se mantiene en pie con discreción de piedra vieja. No tiene emblemas falangistas ni inscripciones franquistas, solo el escudo de Alcalá en la base y una cruz metálica en el remate. Fue levantado hacia 1960, cuando la plaza llevaba oficialmente el nombre del fundador de la Falange.
Desde entonces, ha sobrevivido a varias remodelaciones, a la Ley de Memoria Histórica y a los vaivenes del calendario político. En los primeros años, dos mil todavía fue punto de encuentro de actos conmemorativos autorizados por Falange Española, con encendidos homenajes nocturnos. Hoy pasa inadvertido para la mayoría, aunque su sola presencia evoca un tiempo de sombras.
La rehabilitación reciente, que ha dejado el pavimento nuevo a pocos metros del monumento, ha sido leída por algunos con cierta ironía: se ha restaurado la plaza, pero se ha respetado lo que quizá más ruido hace por su silencio. El concejal, prudente, lo resume de otro modo: “con esta actuación recuperamos la esencia patrimonial de uno de los espacios más emblemáticos de Alcalá, siempre desde el máximo respeto a su valor histórico”.
Esculturas que vuelven y memoria que queda
La Plaza de las Bernardas es, además, un museo en sí misma. En los últimos meses, se están reinstalando aquí varias piezas del Museo de Esculturas al Aire Libre (MUSEAL), aquel proyecto de los años ochenta que decoraba el entorno de las murallas de la Avenida de Madrid y que ahora renace disperso por distintos rincones de la ciudad. Algunas de esas esculturas han encontrado en este espacio su nuevo hogar, junto al monasterio y frente al Arqueológico, como un diálogo entre pasado y contemporaneidad.
La Plaza de las Bernardas, espacio abierto medieval en la antigua morería, fue transformada a comienzos del siglo XVII por el cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas al fundar el Convento de San Bernardo (1604). El templo se concibió como un gran escenario barroco frente a la plaza, que se regularizó plenamente en el siglo XVIII. En el proceso se modificó parte del entorno, aunque no se derribó el barrio de la almazara (ubicado en otra zona). Desde entonces, este rincón reúne historia, arte y un halo de misticismo cisterciense.
Con esta intervención, el Ayuntamiento busca reforzar esa identidad, enlazando conservación patrimonial y atractivo turístico. La actuación, aunque limitada en superficie, encaja en la estrategia del Gobierno local de poner en valor el patrimonio como motor cultural y económico, alineada con la condición de Alcalá como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
De momento, la parte sur luce impecable, con su enchinado brillante y sus bordillos limpios. El resto espera turno. Entre tanto, los vecinos comentan, los turistas fotografían y el monolito observa, imperturbable, cómo cambian los tiempos y las baldosas.
En Alcalá, ya se sabe, nada se borra del todo.
















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