- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Hace tiempo que ocurre pero no nos dábamos cuenta. Yo no me daba cuenta. En el cine hace mucho. Ahora también en las series, género en auge que está sustituyendo al primero. Es uno de esos fenómenos sutiles de los que van conformando la mente de la gente poco a poco. O simplemente son un retrato del presente. O ambas cosas. El tópico del huevo y la gallina. Me refiero a que el modelo humano predominante de las historias audiovisuales, masculino o femenino o de cualquier otra variante del espectro sexual y género, es el del ser solitario. Personajes sueltos por la vida, personas sin ataduras, sin anclajes en la realidad cotidiana, sin prejuicios ni condicionamientos a las convenciones familiares y sociales.
Personas que viven solas, que se ignora si tienen amigos, de los que no se sabe si tienen familia y en el caso de que la tengan, invariablemente la ven de tarde en tarde y con frecuencia son relaciones ásperas, con desencuentros, rencores antiguos y pocas palabras. Hombres y mujeres de mediana edad que van a ver a sus mayores a las residencias y luego a sus cosas. Niños solos, viviendo de mano en mano y de semana en semana, vidas paralelas a las que se “acostumbran” mejor o peor, es lo de menos; los padres no se aguantan y eso lo justifica todo.
Héroes, y heroínas, últimamente son ellas las que solucionan las misiones más arriesgadas y difíciles. Es una corriente narrativa inapelable en todos los medios. Siempre solos, flotando en el espacio mundial, en guerras y conflictos, en paz y en problemas cotidianos. Mayormente profesionales, pues en estos tiempos es obligatorio ser profesional en lo que sea. A pesar de lo cual no ganan lo suficiente para tener su propia vivienda o si la tienen es minúscula cuando no compartida. Hay excepciones, los que viven en apartamentos de lujo y diseño, no sabemos de qué. Con relaciones erótico sentimentales fugaces, casi siempre motivadas por el deseo sexual oportuno y ocasional, sin compromiso. Sin hijos por supuesto, si por un error hay que abortar se aborta, entra en las posibilidades de esas relaciones. Como la vida misma.
No estoy emitiendo juicios ni prejuicios sobre el asunto, tranquilos los guardianes de la corrección. Solo trato de describir la realidad que ven mis ojos en las pantallas. Que coincide con la realidad de la vida en una gran parte, no creo que en toda. Al menos los españoles todavía seguimos apegados a la familia y a las costumbres hasta donde podemos. Pero que esa narrativa no sólo retrata sino que crea y recrea un modelo humano, que lejos de ser excepcional es un tópico que hace su efecto en las mentes de los ciudadanos. Ciudadanos porque primordialmente son los habitantes de las ciudades los que adoptan y ejercen ese rol de solitarios y desarraigados sin causa o por las circunstancias.
La pregunta, lo que me cuestiono yo sola, también sola en mi soledad, es si hay otras razones que no las meras expositivas de la realidad y el entretenimiento -sobre todo el entretenimiento, arma poderosa con la que inocular ideas e intenciones- o las de mentalizar al público con un modelo humano a seguir. Los conspiranoicos somos incorregibles, pero tenemos derecho a existir y nuestra labor es importante para adivinar males mayores. Opino que el modelo humano del solitario flotante en el nihilismo social y cultural no puede ser tan abundante, o no es bueno que lo sea. Pero lo cierto es que los jóvenes compartiendo vivienda, andando por la vida sin oficio fijo a pesar de un currículo brillante, con sueldos de supervivencia y terraza, personas ya maduras con problemas económicos y existenciales de envergadura, dando tumbos sentimentales sin rumbo, son los que retratan las películas y series con preferencia. A dónde nos quiere llevar ese estereotipo, lo desconozco aunque lo sospecho.
Mi teoría, inspirada en otros incorregibles más inteligentes y avisados que yo, es que el hombre (hombre como género humano, ¡cuidado!) cuanto más solitario, desarraigado y alienado, sin referentes familiares, de nacimiento, de historia y de nación, sin afectos filiales ni paternales (la familia, punto esencial del ser humano a diluir), adormecido por el cine y la tele, las distracciones lúdicas, el sexo y el entretenimiento, los viajes al exterior, etc., es el más manipulable, el más propenso a desentenderse de la actualidad política y sus manejos y seguir al rebaño, de adscribirse a cualquier causa gregaria o a ninguna. Es el sujeto idóneo para conformar el ambiente social, el sistema político y todo lo demás que requiere y desea el Poder. El individuo sin horizonte ni futuro, convencido de su impotencia para cambiar las cosas, sin ambiciones más allá del relativo bienestar que le permite la nómina, si la tiene, es el más conformista con la situación impuesta desde arriba con sus calamidades y limitaciones, porque no se cuestiona de dónde vienen ni a dónde van, sino que son así los tiempos.
Hace poco vi una película española en la que una muchacha minusválida (ese término ya ha sido proscrito y sustituido varias veces, al punto de haber modificado la Constitución, como si esa palabra descriptiva inocua fuera una aberración) andaba sola por el mundo de una ciudad cualquiera, ligando con el primero que pasaba, en este caso un buen hombre, menos mal. Cuando su enfermedad se agrava, la única persona que la visita en el hospital y que va a su entierro, es ese joven ya perdidamente enamorado. Ni rastro de hermanos o padres, familiares ni amigos. Antes eso ocurría en Hollywood, retratar su mentalidad y su cultura, tan distinta a la nuestra, parece ser. Ahora las pelis españolas van por el mismo camino, de la mano de esos personajes minusválidos de afectos y protección. Solos y solas. Es verdad que hay series de ambiente costumbrista y familiar, pero a decir verdad no sale muy bien parada la familia y sus relaciones. En alguna muy famosa de hace años, la relación madre hija era esperpéntica y cruda. Tenía un éxito tremendo.
En fin, después de estas reflexiones no acabo de ver si los poderes omnímodos en las sombras nos dirigen hacia un modelo nada deseable o ese modelo digno de imitar ya está establecido entre nosotros y meramente retratado en los medios audiovisuales. Otro momento de temible y angustiosa reflexión.
















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