
- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
Marcelo Gullo es un escritor y ensayista, investigador histórico y profesor de universidad en Rosario, Argentina, su país. De ascendencia totalmente italiana. De esa simbiosis y “mestizaje” sociocultural latino que se ha producido en el Cono Sur, especialmente al este de la Cordillera de los Andes. Él destaca sus orígenes sin mezcla española precisamente -creo yo- para darle más valor a su pasión por España. Ignoro cuándo descubrió el tesoro histórico de nuestra vieja nación, no sé si se lo han preguntado en las numerosísimas entrevistas y conferencias que da en nuestro país, del que es visitante, asiduo, querido y admirado; cancelado y agredido por independentistas y gentucilla endofóbica. Historiador concienzudo y riguroso, supongo que en un momento dado se topó con la Epopeya española y empezó a tirar del hilo hasta convertir nuestra historia en el centro de su investigación y de su producción y devoción literaria. No es literatura lo que escribe Gullo pero no encuentro la palabra para definir la exposición histórica con trasfondo lírico subliminal, o no tanto.
Lepanto es su última obra. Uno de esos temas inagotables por su complejidad y significación. Él mismo reconoce que se han escrito magníficos libros de autores especialistas en historia naval y militar sobre la batalla de Lepanto, anteriores y mejores probablemente que el suyo, no es su propósito rivalizar en erudición. Marcelo no persigue el tecnicismo ni la precisión en los detalles y episodios de aquella gesta naval estratégica y en cierto modo temeraria en el Mediterráneo; la más decisiva de las campañas que durante dos siglos se libraron en los cuatro puntos del mar de nuestros bienes y nuestros males. El que fue griego, romano y cristiano en su esplendor hasta que el Islam se propagó violenta y cruelmente para nuestro mal y el de los pueblos de una y otra orilla, hasta cercar y presionar a toda Europa. De aquellas invasiones, abusos y sometimientos sabemos un poco los españoles, o deberíamos saber, para no olvidarlo. Es una de las ideas, quizá la principal, que MG transmite implícitamente al narrar la batalla, sus antecedentes, derivaciones y consecuencias.
Es una narración de parte, no cabe duda, fuera de correctas neutralidades, pretendidas equidistancias ni relativismo alguno. Estamos del lado recto, no caben las medias tintas en el recuento de las tropas -en franca minoría las cristianas, como casi siempre- en la actitud de los países en liza -cada uno con sus intereses y sus traiciones, como siempre-, en la vehemencia y perseverancia, la fe y esperanza en la empresa y el empeño sufriente y místico del Papa -Valores derivados de la Fe cristiana y su defensa a ultranza-, en el inteligente cálculo estratégico naval junto a la valentía rayana en la temeridad de las tropas y sus comandantes –“Aquí morimos todos”–, en la descripción y valoración de sus héroes –D Juan de Austria el primero, Álvaro de bazán, Miguel de Cervantes… –
Una Epopeya en teoría suicida, como otras, pero ineludible. España en esos tiempos irrepetibles acudía a donde era necesaria a riesgo de lo que fuera menester. La movía lo que Gullo llama la Fe fundante, teoría filosófico moral inventada por él, que explica muchas cosas de las que han ocurrido en la historia, imprescindible motor para determinadas empresas como Lepanto. En aquel caso y otros -navas de Tolosa, Cruzadas, Reconquista, Nuevo mundo- era la Fe cristiana y la cristiandad como núcleo y objetivo a proteger y defender con la vida. Europa era cristiana en esencia por encima de sus cismas y divisiones. En el siglo XVI la Cristiandad llevaba siglos hostigada, gravemente amenazada en occidente – el sur y el oriente ya habían desaparecido como tal-. Algo había que hacer. Cuando fallan la diplomacia, pactos, concesiones y demás estrategias geopolíticas, quedan las armas.
El presentismo reinante actual, interesado en ideologizarlo todo para su causa, juzgará este axioma políticamente incorrecto, posiblemente racista y fascista. Es lo que pasa cuando la ideología bien edulcorada e inoculada masivamente en las mentes de las personas que tienen seguridad y la vida resuelta, que se permiten / nos permitimos el lujo de juzgar el pasado con la osadía del correcto ignorante y del bienpensante benefactor de la humanidad desde el sofá ante la tele. Del temeroso, del tibio y el cobarde. También D Juan de Austria tenía detrás voces que le aconsejaban la retirada a los que contestó aquella frase.
Cuando repasamos los episodios de nuestra historia, si somos objetivos y no nos ciega la endofobia y otras lacras culturales españolas, encontramos una épica digna de la mejor narrativa, del mejor cine y del mejor recuerdo. Parece ser que no hay dinero, ni valor ni ganas de llevar a los medios la aventura de Lepanto, de Las Navas, de Covadonga. La mejor película del Cid, la única, la hizo Wollywood. Hay ejemplos en nuestro cine pero muy pocos, y de esos pocos, casi todos teñidos de la ideología dominante, con pocas excepciones. La película El Cautivo, gran factura para un mensaje teñido de wokismo siglo XXI en la figura de nuestro noble paisano, soldado de los tercios, héroe de Lepanto en la Marquesa. Herido en “la más alta ocasión que vieron los siglos y aun verán los venideros”
Honor y gloria a los nuestros. Gracias, Marcelo Gullo Omodeo, español de corazón, hispano orgulloso y apasionado, por hacernos sentir emoción y gratitud hacia ellos.

















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Muy certero articulo sobre un gran.libro de Marcelo Gullo. Tanto el artículo como el libro EXCELENTES.
Muchas gracias
Muy buen artículo.
Mejor que no hagamos ninguna película, dada nuestra persistente muestra de desprecio hacia la verdad histórica para en «aras» de la creatividad artística crear bodrios que desagradan a personajes y episodios. Solo recordar «Los últimos de Filipinas» o nuestro Cervantes, donde no había drogadictos y homosexuales ya los creamos nosotros.
Muchas gracias Pilar por acercarnos a Don Marcelo Gullo.