Álex de la Iglesia, 35 años riendo ante la oscuridad en Alcalá

La Capilla del Oidor acoge hasta el 30 de noviembre la exposición “Álex de la Iglesia: 35 años riendo ante la oscuridad”, una retrospectiva incluida en la programación de ALCINE 54 que recorre la trayectoria del director bilbaíno desde su mítico corto Mirindas asesinas hasta la consolidación de su productora Pokeepsie Films. La muestra, inaugurada por el propio cineasta y el concejal de Cultura, Santiago Alonso, rinde homenaje a su universo creativo.

Foto del Ayuntamiento
  • La exposición celebra el Premio Piedra Angular a Álex de la Iglesia y su regreso al festival donde comenzó su carrera hace 35 años.
  • Crónica gráfica del Ayuntamiento

La Capilla del Oidor acoge estos días una de las exposiciones más esperadas de ALCINE 54: “Álex de la Iglesia: 35 años riendo ante la oscuridad”, un recorrido visual, caótico y fascinante por la trayectoria de uno de los cineastas más irreverentes, lúcidos y personales del cine español. Desde su mítico corto Mirindas asesinas hasta el presente de Pokeepsie Films, la muestra no solo celebra su carrera, sino también el universo delirante y profundamente humano que ha construido detrás de la cámara.

El propio director bilbaíno, Premio Piedra Angular de esta edición del festival, estuvo presente en la inauguración este viernes junto al concejal de Cultura, Santiago Alonso. Fue un reencuentro con sus orígenes: hace exactamente 35 años, en este mismo certamen, presentó aquel cortometraje rodado en 16mm que acabaría abriendo la puerta a una filmografía repleta de humor negro, crítica social y personajes al borde del abismo.


El regreso a los orígenes de un creador inclasificable

Álex de la Iglesia se mueve entre el disparate y la lucidez con una habilidad que pocos directores conservan intacta tras más de tres décadas de carrera. Quienes visiten la Capilla del Oidor encontrarán algo más que un repaso a su filmografía: es un viaje a su mente, a su forma de mirar el mundo desde un prisma deformado pero veraz, donde lo grotesco se convierte en espejo de la realidad.

La exposición traza un recorrido que va desde su etapa inicial en los ochenta y noventa, cuando la escena underground y los juegos de rol alimentaban su imaginación, hasta la madurez creativa de un autor que ha pasado de filmar con amigos a dirigir repartos internacionales para HBO. Lo hace a través de carteles, bocetos originales, storyboards, objetos de rodaje y diseños creados por el propio cineasta.

El visitante puede descubrir, por ejemplo, los apuntes gráficos de El día de la bestia o los artefactos de Balada triste de trompeta, auténticos fetiches de un cine que nunca ha tenido miedo a la exageración. Y en paralelo, aparecen también las huellas de su faceta más desconocida: la del aficionado a los cómics, los juegos de mesa y el rol, con materiales de la exposición Puntos de cordura que se mostró en Cómic BCN en 2023.


De “Mirindas asesinas” a Pokeepsie Films

El eje narrativo de la muestra se articula en torno a dos polos simbólicos: Mirindas asesinas y Pokeepsie Films. El primero, un corto delirante y visionario que rodó en 1990 y que aún hoy conserva la fuerza del descubrimiento; el segundo, la productora que fundó junto a Carolina Bang en 2013 y que ha logrado consolidar una nueva manera de entender la creación audiovisual en España.

Entre ambos extremos transcurre toda una vida de rodajes, premios, amistades y batallas contra la corrección. Los años noventa fueron su explosión con Acción mutante y El día de la bestia, su consagración en el cambio de siglo con La comunidad o Crimen ferpecto, y su etapa más introspectiva con títulos como Las brujas de Zugarramurdi o Perfectos desconocidos.

El espacio de Pokeepsie dentro de la exposición tiene un aire más luminoso, casi de laboratorio creativo. Allí se muestran imágenes y diseños de producciones recientes como Veneciafrenia o 30 monedas, y se reivindica el papel de la productora como trampolín para nuevos talentos. Pokeepsie ha conseguido conjugar el inconfundible estilo de Álex de la Iglesia con la apuesta por jóvenes creadores, abriendo un abanico que va del terror a la comedia familiar sin perder su sello personal.

Quien recorra la sala percibe cómo, pese a los cambios tecnológicos, el universo del director sigue moviéndose en torno a la misma obsesión: la del caos como motor de la condición humana. Cada panel, cada diseño, cada fragmento de guion exhibe esa mezcla de violencia y ternura que define su mirada.


Un festival que también es homenaje

La exposición se integra en la programación de ALCINE 54 como una de sus citas más destacadas. No solo por la relevancia del homenajeado, sino por la conexión emocional que mantiene con el propio festival. En 1990, el joven director bilbaíno llegó a Alcalá con un corto y un sueño; 35 años después, regresa convertido en referente, recibiendo el Premio Piedra Angular por una carrera que ha cambiado la manera de entender el cine de género en España.

Durante la inauguración, el concejal de Cultura, Santiago Alonso, destacó “la importancia de recuperar la memoria de los creadores que pasaron por ALCINE y hoy son parte fundamental de nuestra cinematografía”. Por su parte, Álex de la Iglesia, con su habitual mezcla de ironía y afecto, confesó sentirse “como un crío que vuelve al lugar donde todo empezó, pero con más canas y más películas encima”.

La muestra, abierta al público hasta el 30 de noviembre, permite entender también el papel del festival complutense como plataforma de descubrimiento. Muchos de los nombres que hoy llenan las salas tuvieron en Alcalá su primer contacto con el reconocimiento, y la historia de Álex de la Iglesia es ejemplo de ello.

En palabras de algunos asistentes, la exposición no solo celebra una trayectoria individual, sino también el poder de ALCINE para generar memoria colectiva. Un festival que sigue defendiendo, medio siglo después, la vitalidad del corto y el talento emergente, mientras rinde tributo a quienes un día fueron sus promesas.

En el fondo, “35 años riendo ante la oscuridad” es mucho más que una exposición retrospectiva. Es un manifiesto de amor al cine como arte y como oficio, a la cultura popular, a las risas que nos salvan cuando el mundo se desmorona. Y es también una forma de reconocer que, detrás del exceso y la caricatura, Álex de la Iglesia siempre ha hablado de nosotros: de nuestras miserias, nuestras contradicciones y nuestra desesperada necesidad de redención.

Al salir de la Capilla del Oidor, entre vitrinas y carteles, queda flotando una sensación de gratitud. Gratitud por un cineasta que ha sabido hacer del caos un género y del humor una resistencia. Y gratitud, también, por un festival que, 35 años después, vuelve a tenderle la mano para decirle: bienvenido a casa.

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