Alcalá celebra el Día de Cervantes: procesión cívica, lectura del Quijote y Mercado Cervantino

Alcalá de Henares ha celebrado este jueves su día grande, con la tradicional procesión cívica que traslada la partida de bautismo de Miguel de Cervantes hasta la Capilla del Oidor, la lectura pública del Quijote en el Corral de Comedias y la inauguración del Mercado Cervantino, que hasta el domingo llenará el casco histórico de vida, historia y música en una Semana Cervantina que cada año atrae a miles de visitantes.

  • La alcaldesa Judith Piquet presidió una jornada luminosa en honor al autor del Quijote, marcada por historia, música y orgullo complutense.
  • Crónica gráfica de Ricardo Espinosa Ibeas y vídeo de Myriam Trujillo para ALCALÁ HOY

En un día luminoso y templado de otoño, Alcalá vivió este jueves su jornada más festiva: el Día de Cervantes. Desde temprano, la ciudad se vistió de solemnidad y celebración, con calles que poco a poco se iban poblando de visitantes, vecinos con rostros expectantes y el acento cervantino que lo inunda todo.

La mañana arrancó con la tradicional procesión cívica, emotiva y solemne, en la que la alcaldesa Judith Piquet encabezó el cortejo. En sus manos, como símbolo del legado cervantino, se trasladó la Partida de Bautismo de Miguel de Cervantes desde el Ayuntamiento hasta la Capilla del Oidor, que conserva la pila bautismal. La pieza documental quedó expuesta durante unas horas para ese “tocar el pasado” que a tantos les pone la piel de gallina.


Entre fe, memoria y fiesta

El paso del cortejo, acompasado y muy seguido, dejó escenas de libro: familias con peques encaramados a hombros, móviles alzados para cazar el momento, y ese murmullo respetuoso que se cuela en las grandes ocasiones. En su intervención, Piquet subrayó que “es un día muy especial en el que honramos a nuestro vecino más universal”, y animó a disfrutar de una Semana Cervantina que el año pasado rondó las 400.000 visitas y que este 2025 aspira a mantener, si no superar, esa cifra aprovechando el buen tiempo y el tirón de la cita.

Acto seguido, el protagonismo cambió de escenario para recalar en el Corral de Comedias, donde se abrió la lectura pública de El Quijote. La primera voz fue la de Ana Orozco, residente de la Fundación Astier Centro San José y Premio Ciudad de Alcalá a los Valores Cívicos este año. Con una dicción clara y pausada, Orozco arrancó el texto cervantino en una sala que mezclaba emoción, silencio atento y la inevitable sonrisa cuando Sancho asoma por los párrafos.

“En el corazón del casco histórico, la ciudad pasó, sin apenas transición, de la solemnidad a la verbena.”, la ciudad pasó, sin apenas transición, de la solemnidad a la verbena. Con el paseo oficial, del que por cierto este año se excluyó a la universidad cisneriana, quedó abierto el Mercado Cervantino, que permanece hasta el domingo 12 de octubre con 400 puestos y más de 300 actividades repartidas por plazas y calles principales: de San Diego a Santos Niños, pasando por Calle Mayor y Plaza de Palacio. Es la gran columna vertebral de una Semana Cervantina, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, y uno de los eventos de recreación histórica más potentes de Europa.


El Mercado despliega su hechizo del Siglo de Oro

A mediodía, el centro ya hervía. Artesanos, músicos, juglares, teatrillos ambulantes y olor a especias dibujaban un decorado siglo XVII que invitaba a quedarse. “Sábete, Sancho, que Alcalá es para vivirla” es el lema de esta edición, con cartel de Max Hierro, y sirve de brújula para la programación. Las justas de caballeros en la Huerta del Obispo (a cargo de Legend Especialistas), la cetrería de Francisco Miranda, el Campamento del Siglo XVII, el Campamento de Orcos, la Escuela de Esgrima, los títeres de Pirueta Teatro, las marionetas gigantes de ‘Oisôh’ o los pasacalles mitológicos de Bambolea van marcando el ritmo entre murallas y adoquines. En la noche de este viernes, el Festival Internacional de Música Celta con Carlos Núñez promete llenazos y gaitas en el recinto amurallado.

Quien camina por la Calle Mayor va enlazando sorpresas: acróbatas en un soportal, una tonada celta que sale de la esquina, un corro de peques hipnotizados por un cuentacuentos, la cola para probar una empanada “a la antigua” y, de repente, Don Quijote y Sancho reapareciendo como la Recua, quizás los mejores embajadores del mercado, posando para fotos y regalando guiños a cámara. En Plaza de Palacio, el teatro al aire libre recuerda que esto no es solo comercio: es escena, música, participación y un pellizco de orgullo local bien entendido.

La Capilla del Oidor, con la Partida expuesta, siguió recibiendo visitas durante toda la mañana. Allí, el rumor de la gente se mezcla con la historia material: la pila bautismal, el documento, el hilo fino que conecta el 9 de octubre con el presente. Visto con un poco de distancia, no deja de ser un pequeño milagro civil: una ciudad que se reconoce en su memoria y la celebra con liturgia propia.


Expectativas, cifras y corazón local

En el Ayuntamiento miran a esta edición con ambición y prudencia. “Cada año va a más”, insistió la alcaldesa, que recordó los datos de 2024 y apeló a seguir creciendo “con tranquilidad y seguridad”. La previsión: ocupaciones hoteleras altas, bares del centro con reservas a tope y comercios reforzados para el flujo que trae el mercado. “El tiempo acompaña”, recalcó, y eso, a estas alturas del otoño, es oro puro para la calle.

La organización presume, con razón, de músculo: decoración, ambientación sonora, iluminación y una logística que permite que convivan espectáculos, tránsito vecinal y vida de barrio. No es un detalle menor: cuando un evento crece, o se cuida la costura o la ciudad lo sufre. Este año, el despliegue apunta a equilibrio razonable: escenarios bien colocados, señalética clara y un esfuerzo extra en limpieza y seguridad para que el visitante disfrute sin invasiones indeseadas.

En el capítulo simbólico, la lectura de El Quijote volvió a ser la respiración de la jornada. Hay quien solo se sienta diez minutos, quien encadena capítulos y quien vuelve a escuchar un pasaje que le marcó. En la mezcla está la gracia: veteranos del ritual junto a adolescentes que descubren al hidalgo por primera vez, turistas que escuchan sin entender todas las palabras, pero captan el latido, y alcalaínos que cada año renuevan el voto cervantino sin necesidad de juramentos.

Conforme cae la tarde, el mercado enseña su otra cara: fuego, músicas, danzas, y esa luz cálida que vuelve amable cualquier foto. En Huerta del Obispo, las justas convierten el césped en tablado de epopeya. El resto es sencillo: la muralla hace de caja de resonancia, las gaitas hacen el resto y los móviles se rinden.

Queda la sensación, cada año, pero este con especial nitidez, de que la Semana Cervantina ya no es solo un programa: es la carta de presentación de una ciudad Patrimonio de la Humanidad que ha encontrado en Cervantes su hilo conductor más eficaz. Una fiesta identitaria que funciona para el turismo, sí, pero también para reconectar a la propia Alcalá con su relato. Como si la ciudad se pusiera frente al espejo, se reconociera en sus plazas y oficios, y se dijera a sí misma, con picardía y sin solemnidades excesivas, que “Alcalá es para vivirla”.

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