La tragedia de Gaza: guerra, genocidio y sufrimiento

Desde Alcalá de Henares, ciudad patrimonio de la humanidad y cuna de Cervantes, surge este grito escrito 'Horroris Causa' ante la tragedia que desangra Gaza. No se trata de una guerra más, sino de un drama humanitario insoportable, con miles de niños muertos, madres desoladas, hambrunas provocadas y una población entera castigada por existir. Escribo estas líneas para no mirar hacia otro lado, para no acostumbrarnos al horror y para que al menos quede constancia de que lo vimos.

Foto de agencias
  • Por Pedro Enrique Andarelli, desde Alcalá de Henares, patria de Cervantes y patrimonio de la humanidad  (Horroris Causa).

Desde esta ciudad de letras y memoria universal, donde Miguel de Cervantes imaginó a un hidalgo capaz de enfrentarse a los molinos de la injusticia, escribo movido por un sentimiento que trasciende la razón: Horroris Causa. Horror al contemplar las imágenes de niños famélicos que mueren de hambre en Gaza. Horror ante los cuerpos de pequeños masacrados cuando acuden, desesperados, a por una bolsa de arroz. Horror al ver a las madres que ya no lloran porque el llanto también se les ha secado.

Y, sin embargo, no olvido cómo empezó esta pesadilla. El 7 de octubre de 2023, el grupo islamista Hamás perpetró un ataque brutal en suelo israelí. Murieron 1.200 personas. Se llevaron a 250 rehenes, incluidos bebés, mujeres, ancianos. Fue un acto cruel, inhumano, deliberadamente diseñado para romper el equilibrio más frágil del planeta y provocar una respuesta militar que, como todos sabíamos,  sería desproporcionada. Una trampa sangrienta en la que Israel cayó con todo su peso, y toda su furia.

A partir del 11 de octubre, el Estado israelí, con Netanyahu al mando y el apoyo tácito de Occidente,  desató una ofensiva que ya ha matado a más de 47.000 palestinos, entre ellos al menos 18.000 niños. No es una cifra: es un cementerio de infancia. La ONU y múltiples ONG hablan sin ambages de limpieza étnica. Amnistía Internacional y Human Rights Watch lo califican de genocidio. Y no se equivocan. Gaza se ha convertido en un campo de ruinas. Más del 60% de sus viviendas han sido destruidas. El 90% de su infraestructura es solo polvo y escombro. No hay hospitales. No hay escuelas. Apenas queda vida.

El 96% de su población vive en inseguridad alimentaria extrema. Hay 50.000 niños al borde de la muerte por desnutrición. ¿Dónde está la línea que separa el castigo militar de la barbarie? ¿Qué nombre recibe este exterminio por inanición?

Desde Alcalá de Henares, ciudad de cultura y derecho, cuesta encontrar palabras. Aquí donde aún resuena el eco de la razón ilustrada y la ética universal, resulta insoportable contemplar lo que ocurre en Gaza sin sentir rabia, impotencia y una enorme vergüenza colectiva.

Y por si el dolor no bastara, el pasado 26 de febrero el mundo asistió a una nueva ignominia: Donald Trump, infame presidente de Estados Unidos, publicó un video en su red Truth Social donde Gaza aparecía convertida en un resort de lujo. Una Riviera de Oriente Medio con yates, rascacielos, playas de postal y una estatua dorada del propio Trump junto a Netanyahu en bañador. Todo ello, acompañado de una banda sonora absurda que rezaba: “Donald Trump te liberará, la Gaza de Trump está aquí”.

El video, creado por cineastas israelíes en clave satírica, fue difundido por Trump sin ninguna advertencia ni contexto. El resultado fue una bofetada al sufrimiento gazatí. Una burla de mal gusto que no se limita al esperpento, sino que forma parte de una propuesta real: desplazar a los dos millones de palestinos que sobreviven en Gaza a países vecinos y reconstruir el territorio como destino turístico bajo administración estadounidense. Una fantasía colonial que recuerda más al apartheid sudafricano que a cualquier solución política seria.

Incluso sus propios seguidores en Truth Social lo han considerado “deplorable”. Hamás, tan condenable como es, ha calificado el video de “vergonzoso” y “legitimación de la limpieza étnica”. No les falta razón.

La tragedia de Gaza ha trascendido las fronteras del conflicto regional. Ya no se trata solo de Israel y Palestina. Se trata de nosotros. De cómo el mundo permite, con complicidad o indiferencia,  que se castigue colectivamente a una población entera. De cómo el Holocausto, esa tragedia fundacional de la conciencia contemporánea, es invocado para justificar actos que, en sí mismos, rozan la negación del otro.

Porque sí, el Holocausto fue sistemático, industrial, ideológico. Pero eso no exime a Israel, Estado creado en nombre de “nunca más”, de repetir ahora, con otros métodos y en otro contexto, un castigo colectivo que avergüenza a la humanidad. El paralelismo no es exacto, pero el eco moral es insoportable.

Y mientras tanto, los niños. Los niños de Gaza, con sus huesos marcados y sus ojos huecos. Los que ya no juegan, los que ya no ríen. Los que morirán sin saber por qué. A ellos, y solo a ellos, debería responder la comunidad internacional. No a los cálculos geopolíticos ni a las pantomimas propagandísticas.

Desde esta ciudad cervantina que sabe de luchas imposibles y de causas perdidas, lanzo estas palabras como quien lanza una botella al mar. Quizá no sirvan de mucho, pero al menos dejan constancia: vimos lo que ocurrió. No miramos hacia otro lado. Y lo denunciamos, ‘Horroris Causa’.

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1 Comentario

  1. Gracias por mirar a la cara a está sin razón.
    No es una cuestión política, es una cuestión de la soberbia y prepotencia de estos dirigentes mundiales que son como una secta, donde todo vale para conseguir sus fines.
    Y donde están los derechos humanos?
    Acaso la vida de un judío vale más que la de cualquiera?
    Y todo el mundo mirando esto sin hacer nada, me hace sentir vergüenza de llamarnos seres humanos.
    Humanos?

  2. Gracias, ya empiezan a levantarse voces contra este infernal genocidio, sin piedad ninguna. Hasta ahora, el resto del mundo miraba hacia otro lado. 🥇🌎 Gracias. Seguiremos alzando voces por Palestina

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