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Dicho todo lo anterior, la joven Irene Montero parece una buena candidata… para el 3% que estaría dispuesto a coger su papeleta en las elecciones.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Según contaron los medios de comunicación, la música y la letra del tango Volver, compuesto por Carlos Gardel hace ya casi un siglo, fueron parte de la banda sonora que amenizó la V Asamblea Ciudadana de Podemos. Y al escuchar la letra y la música de Gardel junto con las palabras que se dijeron en la citada asamblea, uno llega a la melancólica conclusión ( el tango tiende a ser muy melancólico y Volver lo es en grado sumo) de que tener buen gusto musical no es garantía de que tengas también buen criterio político.
Para decirlo pronto y por derecho: yo creo que Podemos no tiene buen criterio político y hoy lo único que tiene es una empecinada voluntad de resistencia que solo servirá para que algunos de sus líderes (muy pocos) sobrevivan en el escenario público. Puede que alguna vez sus fundadores sí que tuvieran buen criterio (o por lo menos buen olfato) para lanzar un artefacto que deslumbró a muchos y que llegó a disputarle al PSOE la mayoría dentro del espacio de la izquierda, pero que empezó a caer no cuando los adversarios de la derecha (cloacas policiales, jueces, medios de comunicación, poderosos en general) maquinaron contra ellos, sino cuando sus propios líderes quisieron dejar bien sentado que ellos se sentían o querían ser herederos de la Revolución Bolchevique. Recuérdese aquello de “tomar los cielos por asalto” que dijo Pablo Iglesias en una de las asambleas de la formación.
Desde las primeras elecciones democráticas después de la dictadura, el espacio político y sociológico situado a la izquierda del Partido Socialista ha sido un territorio hostil donde la supervivencia ha estado siempre amenazada. Un territorio donde la precariedad era el pan nuestro de cada día. Desapareció el PCE unos cuantos años antes de que cayera el Muro de Berlín. Después, al calor de las movilizaciones contra la OTAN, se tejió Izquierda Unida con unos mimbres que nunca parecieron capaces, ni siquiera en los mejores momentos, de disputarle al PSOE su hegemonía. La famosa izquierda de las dos orillas, liderada por el predicador Julio Anguita fue languideciendo hasta la irrupción rutilante de Podemos, que en tan solo diez años ha pasado de querer asaltar los cielos hasta estar casi desaparecido en las encuestas.
Hay dos preguntas que podríamos hacernos, a la luz de lo vivido en las últimas décadas. La primera es esta: ¿Existe la posibilidad de llevar a cabo una política socioeconómica que vaya más allá de los límites que tradicionalmente han definido a la socialdemocracia? La respuesta que yo doy a esta pregunta es no, no existe esa posibilidad. Y menos en el contexto actual, en el que el verdadero peligro que se cierne sobre las democracias y los avances sociales conseguidos desde el final de la II Guerra Mundial es la resurgida y envalentonada extrema derecha. La segunda pregunta es: ¿tenemos necesidad o es conveniente que haya una izquierda más o menos sólida a la izquierda del Partido Socialista? Y la respuesta que yo doy a esta segunda pregunta es sí, sí es necesario o conveniente.
Debo reconocer que ambas respuestas son contradictorias en cierto modo. Porque si no se puede ir más allá de la socialdemocracia para qué queremos una formación a la izquierda del Partido Socialista. Bueno, para intentar una explicación tendríamos que empezar por recordar que el espacio sociológico donde el PSOE capta sus votos se extiende hasta el centro y más allá del centro. Y tendríamos que recordar, asimismo, que algunas figuras muy destacadas que se han sentado en los consejos de ministros presididos por líderes socialistas podrían haberse sentado, sin desentonar demasiado, en los consejos de ministros presididos por los líderes populares. Por poner solo un ejemplo: qué diferencias de calado o de matiz podía haber entre un Miguel Boyer, que fue Ministro de Economía en el primer gobierno de Felipe González, y un Josep Piqué, que fue Ministro de Industria, de Exteriores y portavoz en los gobiernos de José María Aznar.
Una característica española que añade dificultad a la ya difícil supervivencia de la izquierda alternativa o transformadora, es que en ciertos territorios el electorado susceptible de apoyar a esta izquierda está abducido por el discurso nacionalista: he ahí los casos del BNG en Galicia, EH Bildu en el País Vasco, ERC en Cataluña o Compromís en Valencia. De modo que el objetivo de sobrevivir y tener capacidad de influencia en la marcha de los asuntos públicos exige un cierto espíritu de cooperación y no de enfrentamiento, pero por desgracia lo que más se ha dado en esta franja del espectro político son las rencillas y la lucha descarnada por ocupar los escasos sillones disponibles. Ya se vio en las últimas elecciones municipales el desastre monumental a que condujo la presentación en varias candidaturas separadas.
Dicho todo lo anterior, la joven Irene Montero parece una buena candidata…para el 3% que estaría dispuesto a coger su papeleta en las elecciones. Ella dijo en la reciente asamblea de Podemos que “tenemos que ser generosas”. Pero no parece que su generosidad llegue al extremo de negociar una candidatura conjunta, puesto que se ve así misma como la representante de la izquierda auténtica y no contaminada. A su juicio, lo mejor que pueden hacer otras fuerzas, como Sumar o Más Madrid, es integrarse en el PSOE y dejarle el campo libre.
Así que estamos en uno de los peores escenarios que ha vivido la izquierda alternativa desde 1977 para acá. Es casi medio siglo, mucho más tiempo para una larga melancolía que el reflejado en el tango de Gardel, que solo hablaba de veinte años que no son nada. También hablaba de una mirada errante y febril que busca en las sombras. La ciudadanía, creo yo, tiene claro el camino para salir de las sombras, pero los líderes, los que calientan sillones, siguen enredados en sus ambiciones, sus inquinas personales y sus ajustes de cuentas.
Santiago López Legarda, con gran experiencia en la acción política y en la información y el análisis de la actualidad, suele estar acertado en sus juicios
Para empezar, permítame una pequeña digresión: ¿Por qué razón a la derecha del PP se le denomina extrema derecha -estoy plenamente de acuerdo con ello- mientras a la izquierda del PSOE no se le llama por idéntica razón extrema izquierda? Porque para mí son situaciones análogas y explican perfectamente el comportamiento de ambos sectores, donde la radicalidad ideológica y el talante sectario campan por sus anchas.
Estoy de acuerdo con usted respecto a la posibilidad de una izquierda complementaria del PSOE pero comprometida con sus votantes y sus idearios así como exenta de sectarismos trasnochados. De hecho ya existió, el PCE de la Transición al que usted perteneció y que, con independencia de que alguien en particular fuera votante suyo o no, era totalmente serio y responsable y contribuyó como el que más a traer la democracia a España, en contraposición a la extrema izquierda de la época que, siguiendo su inveterada tradición, se dedicó a poner todos los palos que pudo en la rueda en tácita coordinación con la extrema derecha. Pero ya se sabe, los extremos siempre se tocan.
Lamentablemente el PCE desapareció y su hueco fue invadido, que no sustituido, por toda esa sopa de letras que, pese a su ideología trasnochada y el secuestro, para arruinarlas, de reivindicaciones tan justas como la lucha contra la pobreza, la marginación, el machismo, el racismo o la defensa del medio ambiente o los animales, siempre con resultados dañinos para sus defendidos, siguen incordiando como si de tábanos se tratara o, mejor dicho, como el famoso perro del hortelano.
También da usted en el clavo al denunciar la aberración de ese presunto “nacionalismo de izquierdas” que no es sino una excusa para que la extrema derecha identitaria -eso son estos nacionalismos, sin posibilidad de reciclaje- se presente con una máscara que no oculta la evidencia de que, junto con sus ribetes fascistoides, está más trasnochada que el carlismo del siglo XIX, al tiempo que en casos conocidos del nacionalismo tradicional se las han apañado con la connivencia de los anteriores para perpetuar el control político y económico de su territorio por parte de la oligarquía local utilizando métodos que ya han sido juzgados por los jueces, por lo cual no voy a incidir en ellos, pese a lo cual han logrado salir indemnes de sus tropelías.
Acuérdese que el fascismo fue una respuesta al comunismo. De hecho Mussolini provenía del socialismo. Su padre fue un radical socialista y ya sabemos como acabó Europa y una parte del mundo. Como acabó la II Republica que no entendieron que en una democracia existe la alternancia en el poder. Estamos en el siglo XXI y vivimos al día sin saber mañana lo que puede suceder. Solo hay que ver lo que pasa con EEUU. China, Rusia o la UE. Existen muchos poderes y mucha estrategia que nunca sabremos para que estemos añorando al siglo XIX y a una izquierda caduca y obsoleta que está dando cada vez más fuerza a la ultraderecha.