LA TORMENTA PERFECTA | Por Pilar Blasco

Estamos aún bajo los efectos de la gota fría, dana o me da lo mismo. El nombre de las cosas no altera su realidad, como piensan algunos.  Y la realidad es que lo que hubo en la región sur de Valencia y parte de Albacete, el martes 29 de octubre fue una tormenta, una borrasca, una lluvia salvaje y despiadada, de las que descargan periódicamente la región del Levante mediterráneo con violencia y cantidad inusitadas.

Varias personas retiran el lodo acumulado en una calle de la localidad valenciana de Paiporta. EFE/ Biel Alino
  • Pilar Blasco es  licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural

 

Estos fenómenos no son nuevos ni mucho menos. Ya se están encargando expertos de todo tipo -no oficiales, claro- de desmentir causas espurias y cambios climáticos sobrevenidos para la ocasión y demás contingencias reales o no, que achacan a causas casi sobrenaturales e impredecibles el fenómeno que ha arrasado un área próspera y rica de nuestro país, con consecuencias devastadoras sobre todo en vidas humanas. Teniendo en cuenta además que las vidas humanas no solo consisten en la existencia y el respirar, sino que incluyen las otras vidas, las de los suyos/nuestros, familiares, vecinos, amigos… el hogar, el coche, los enseres, los recuerdos, los documentos, el paisaje, el aire que se respira… Es demoledor, el dolor es enorme aun si vivirlo en carne propia.

Como una suerte de lenitivo al desconsuelo y el abandono están las ayudas, la nobleza y desinterés de los españoles, casi todos, que han/hemos acudido de todas partes y de mil maneras al socorro de nuestros semejantes, de nuestros vecinos y hermanos, de nuestros compatriotas malheridos y desnudos de auxilio, abandonados en medio de la nada, rodeados y sumergidos en el agua,  anegados en el lodo, impedidos por los desechos de cañas y barro (qué título de Blasco Ibáñez, valenciano él, tan apropiado para la tragedia) empujados por la riada a las puertas y ventanas de sus casas, ahogados en los sótanos, arrastrados por la corriente hasta el mar… Españoles anónimos apresurados por llegar a tiempo de consolar a los huérfanos, a los ancianos, a los padres y madres, a los amigos que han visto desaparecer a su alrededor, de entre sus brazos en algún caso, a sus seres más queridos, por los que habrían dado sus propias vidas en caso de poder elegir, a cambio de no sobrevivir a sus pérdidas para siempre.

¡Cuánto dolor! Tanto se agrupa en nuestro costado, que por doler nos duele hasta el aliento. (verso adaptado de Miguel Hernández, alicantino de Orihuela, de la misma hermosa y rica región siempre azotada en peligro de naufragio)

Y toda esa compasión y ayuda automática y directa, con la buena voluntad y la generosidad como combustible, mezclada con la impotencia de no llegar a tiempo, de no tener medios, de no poder con escobas, palas y tractores a abrirse paso entre el lodazal indescriptible, todo ese potencial de amor humano estremecedor y estremecido, no basta para solucionar lo irremediable. Pero queda la satisfacción y el alivio del deber cumplido. El deber que no animó a ninguna de las autoridades de varios tipos y niveles que estos días no cumplieron con el suyo, pero que sin embargo brotó y sigue brotando espontáneamente del corazón y la mente de la gente. La gente desconocida que sabe lo que tiene que hacer y no espera el permiso por escrito ni por mail ni por whatsapp para lanzarse a la calle y socorrer al prójimo; la mayoría sin saber ni recordar que es uno de los mandamientos de la Ley de Dios, el segundo y parte del primero, nada menos.

Aparte, en la otra dimensión de la catástrofe, está la técnica, la meteorología, la geología, la informática, la comunicación, el sistema administrativo y el político unidos en lo mismo, como los Mandamientos. Y sobre todos esos factores fríos y objetivos hay otros parámetros que deben o debieran controlar y dominar los anteriores. Hablo de la responsabilidad, la autoridad, el control de la situación, toma de decisiones, el tiempo real para actuar, el vital en estos casos (las primeras horas son fundamentales, decía una ministra española de Defensa enviando a Marruecos tropas de auxilio urgente), conocimiento del terreno, la valoración de los hechos, la experiencia, antecedentes, actuaciones anteriores, en fin, todo lo que un sistema político administrativo debe ostentar para merecer tal título y hacerse cargo de la situación y remediar el desastre, sobre todo lo antes posible, como dijo la misma ministra para Marruecos y no para Valencia, sino todo lo contrario “el ejército no está para achicar agua”.

No voy a enumerar los factores físico-climáticos que causaron la catástrofe, de sobra publicados por sabios expertos y que no son competencia humana. El clima y sus determinantes, temperatura, altitud, evolución, etc.  pero sí los que tienen que ver con la intervención del hombre en el medio natural y por los cuales controlar en lo posible la naturaleza desatada sobre el mar y la Tierra. Y aquí viene el tercer bloque de factores, los que no han desatado el diluvio pero sí lo han agravado en la medida que no han funcionado debidamente ni a tiempo. Ni funcionan a día de hoy. Por qué. Porque han intervenido los elementos que no debieran ser ni estar  ni intervenir en las catástrofes ni en el gobierno de una nación en general. Han funcionado, la incompetencia, la desidia, el desinterés, la ignorancia, la incomunicación (en la era de la comunicación), la cobardía, la inseguridad, … y en última instancia el desprecio, la ambición de poder, el interés político, la ambición, la rivalidad, el cálculo electoral, la maldad y la corrupción. La conjunción y conjugación de todos para la tormenta perfecta.

Qué podía salir bien en Valencia, qué puede salir bien en España con esos valores inhumanos de las castas políticas en el poder. Nada salió bien, todo falló y todo se lo llevó la riada, dejando al descubierto un sistema imperfecto además de nefasto. En el que las decisiones y los controles están confusamente repartidos en niveles no siempre claros, en el que prima la rivalidad y el enfrentamiento entre partidos políticos más pendientes de cifras y encuestas electorales que de atender a la población. En el que la profusión de leyes generales, autonómicas, municipales, comarcales… lo dificultan todo y paralizan el ritmo libre y normal de la sociedad, sujeta a múltiples prohibiciones y reglamentos acumulados, absurdos en muchos casos, incongruentes, contradictorios.

Por esos males de la patria, tan antiguos, increíblemente tan actuales, se tardó en comunicar la gravedad de la dana, se titubeó en dar las alarmas, se  calculó (lo más grave, dañino y malvado) el rédito electoral que se obtendría en culpar al enemigo político, y cuanto más se demorara el auxilio, más culpabilidad y más rédito electoral. Por eso no se declaró el estado de alarma, no se mandó al ejército, ni se lo ha mandado en número suficiente, ni se permitió actuar a los bomberos acuartelados de otras comunidades (estas fechorías criminales tienen precedentes), no se dejaba pasar a los voluntarios con el pretexto de que entorpecían las labores (qué labores), etc., etc.

Segunda parte del proceso, ahora dicen que todas estas noticias y testimonios de primera mano de los protagonistas sobre el terreno con sus teléfonos grabando, son bulos de la extrema derecha y la fachosfera, las patadas y escobazos de vecinos desesperados al coche blindado de Sánchez, comandos ultras (investigación inmediata con helicóptero y misión antiterrorista, sin escatimar medios), intoxicación y propaganda en medios oficiales y demás clientes, manifestaciones progres importadas con pancartas condenatorias de Mazón y el PP (ninguna contra Sánchez, casualidad), desmentidos de las cadenas del régimen… Nada nuevo.

Seguimos confiando en la Virgen de los Desamparados y demás Patronas celestiales en las que depositar nuestra fe y esperanza en el bien común de los valencianos y de los españoles. Nos hacen mucha falta.

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1 Comentario

  1. Que buena referencia« Cañas y barro» un drama valenciano…
    Un artículo muy acertado que remarca las acciones e inacciones que colaboraron con la imponente descarga de agua para crear esa «tormenta perfecta»
    Solo añadiría par abundar en el asunto que desde la triste y famosa riada de 1957 está no ha sido la de lluvias más copiosas pero si la de resultadis más desastrosos, lo que indica que algo o mucho se ha hecho mal en esta ocasión…

  2. De quien depende el ejército. Pues eso
    De quien depende la policía nacional. Pues eso
    De quien depende la guardia civil. Pues eso
    De quien depende protección civil. Pues eso.
    De quien depende la confederación hidrográfica del Júcar. Pues eso
    De quien depende la AEMET. Pues eso
    De quien depende la Emergencia Nacional. Pues eso
    Felicidades Pilar, como siempre dando en el clavo.

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