- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
María Corina ha sido la más eficaz y precisa en la oposición a Maduro, más inteligente, menos visceral. No porque le falte pasión y sentimientos, todo lo contrario, sino porque antepuso la serenidad y la tecnología incluso a la razón y a la legitimidad que le asiste. Las experiencias anteriores han demostrado que con el tirano no sirven esos valores ni esas condiciones básicas del comportamiento humano en unas elecciones ni en la vida de una sociedad; ese lenguaje no lo comparte el sátrapa y su corte de sumisos en el poder y el dinero. Así que Corina Machado tiró de informática y estadística apoyándose en un equipo de patriotas formados en tecnologías punteras para demostrar con datos fehacientes y reales lo que el pueblo venezolano había dicho en las papeletas electorales.
Mientras el gobierno chavista, pillado en renuncio, estupefacto ante lo inesperado (nunca antes se había presentado actas alternativas al minuto técnicamente perfectas) se demoraba en mostrar las suyas, por inexistentes, falsas fraudulentas actas (las urnas le daban menos de un 30*% de votos frente al 70% de Edmundo González), echando mano de excusas inverosímiles, María Corina y los suyos exhibieron con todos los marchamos necesarios las del triunfo arrollador de la Oposición legal y democrática a la dictadura.
Hace ya más de un mes de las elecciones en Venezuela. Qué ha ocurrido desde entonces. Nada que no supiéramos. Nada que no esperáramos. Nada que no hubiéramos visto una y otra vez. Nada que, con variantes, no haya pasado ante nuestros ojos y ante los ojos y oídos de la llamada comunidad internacional y ante la pasividad hipócrita y culpable, cómplice en algunos casos más o menos evidentes de las clases políticas de uno y otro signo. Más culpable en el caso de las naciones autoproclamadas democráticas , las abanderadas del progreso, los derechos humanos y la civilización occidental.
Muchos, los escapados del analfabetismo funcional y de la abducción progre, en la que se incluye una gran parte de la derecha, sabíamos y advertíamos lo que está pasando y seguirá pasando sin remedio. A saber, que el aparato armado represor de Maduro saldría inmediatamente a las calles a disparar desde las motocicletas del Apocalipsis a los manifestantes que habían grabado en las manifestaciones. Que los mensajeros del terror llegarían de día y de noche a los hogares de los venezolanos de bien de todos los puntos del país, a sacar a la fuerza sin orden judicial ni acreditación alguna a hombres y mujeres sospechosos de disidencia, preferiblemente jóvenes, y llevarlos directamente al Helicoide, a Ramo verde o cualquier otro centro de tortura, vejaciones y desaparición, de los que ya son terriblemente famosos en Caracas y sus alrededores.
Sabíamos que el mismo día de las elecciones, en las horas siguientes, los mandatarios de los países “democráticos” se rasgarían las vestiduras mirándose de reojo unos a otros, ante la sospecha cumplida de fraude y la reacción esperada del gobierno de Maduro, Diosdado, Delcy y demás sicarios. Que reconocerían con más o menos prontitud, con más o menos entusiasmo, al candidato legalmente ganador, presidente in péctore González Urrutia, cara visible del partido opositor en ausencia obligada bajo amenaza de arresto (el tirano no se corta a la hora de saltarse las leyes y perseguir y encarcelar a quien se le oponga) de la verdadera presidente María Corina Machado.
Los no ideologizados por los medios oficiales de desinformación masiva esperábamos, pesimistas por experiencia y costumbre, que habría muchos muertos y desaparecidos sin registrar, perdidos o encontrados, huidos con suerte o sin ella. Más exiliados sobre los millones esparcidos por el narco chavismo desde hace más de 20 años. Más y más y más. Que otra vez la bota del monstruo pisotearía los derechos humanos y divinos sin piedad ni conciencia y que el mundo civilizado y el otro asistirían, en unos casos con indiferencia, en otros con compresión cómplice, muchos con impostada indignación, a la masacre impune del pueblo de Venezuela, de la libertad, la justicia y la humanidad más elemental.
Hace más de un mes y los ecos del escándalo se van apagando poco a poco, como otras veces, como en las anteriores ocasiones. Como cuando Guaidó (quién se a cuerda), Capriles, Leopoldo López… y tantos personajes llegados con grandes riesgos y peligros a competir legalmente con la fuerza bruta y el matonismo criminal, pensando ingenuamente que el mundo “civilizado” saldría en su defensa en caso de probable atropello. Que la pomposa Unión Europea, las inefables protectoras Naciones Unidas, supervisoras de los procesos democráticos en el mundo mundial, se encargarían de velar por la legalidad de los comicios, de evitar el fraude y en su caso denunciarlo… Nada. Estamos ganando por goleada, ralentizada eso sí, para que no parezca, los negacionistas de los pies en la tierra, los pesimistas de la experiencia, los informados de la realidad sin filtros ni manipulaciones.
Quizá los venezolanos esperaban que España, tan madre patria, tan demócrata, tan amiga, tan cercana en otros tiempos, conservaría algo de sus valores y su posición en el mundo, en el mundo hispano al menos, para salir la primera en defensa de la justicia y la libertad de sus hijos y hermanos de historia, de cultura y de sangre. Que en esta ocasión aparcaría la neutralidad diplomática y los intereses económicos con vistas a un futuro mejor para Venezuela y para España misma. Pero España ya está infectada del mismo mal, no en vano los transmisores del virus chavista forman parte del gobierno Sánchez. Por algo hay un expresidente español, padre político del actual, paseando vía libre por Caracas y otros paisajes de Venezuela, (dicen que donde hay minas de oro), pregonando por aquí las bondades del madurismo, con un par. No por nada nuestro amado país se parece cada día más al de María Corina Machado para desgracia de ambos.
Qué será de Venezuela? Hay todas las razones para encontrar la respuesta en Cuba, en Nicaragua, en Corea del Norte… Es la Crónica de una muerte anunciada, la sugestiva novelita del gran escritor Colombiano, amigo de sus amigos del lado oscuro, de Sao Paulo y Puebla, del que no toca hablar aquí, aunque venga al caso.
Daría cualquier cosa por equivocarme y cuánto desearía errar en mis profecías agoreras. No quisiera ganar la apuesta, no quiero pensar que otra vez Venezuela está muriendo sin remedio. Otra vez.
Y, sin embargo, Edmundo González ha preferido venir a exiliarse a la dictadura comunista de Perro Sanxe que al paraíso liberal de Conan Milei. Curioso. ¿A la derecha española no le extraña que Edmundo González haya ido a la embajada española a pedir asilo en vez de ir al embajada argentina? Y más aún sabiendo que Edmundo González fue embajador de Venezuela en Argentina …¡o precisamente por eso!