AMINE YAMAL Y TODO LO DEMÁS | Por Pilar Blasco

Como me temía y advertí la semana pasada, la actualidad y sus escándalos han superado el tema Yamal, la racialización y otras estupideces. La Selección, para qué hablar, merendarse a nuestros antiguos unas veces enemigos, otras aliados (Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y algún Croacia y Georgia de entremeses).  Qué placer  por unas semanas vestir de rojigualda sin que te llamen facha, entonar el lololó nacional y el himno del  gran Manolo Escobar por toda España y parte del mundo mundial.

  • Pilar Blasco es  licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.

Como me temía y advertí la semana pasada, la actualidad y sus escándalos han superado el tema Yamal, la racialización y otras estupideces. En esta semana los españoles se han coronado Reyes de Europa con todo merecimiento, Carlitos Alcaraz ha sido premiado por manos de una princesa de Gales y el Reino Unido se ha rendido a sus pies, a su juventud, su naturalidad irresistible, su buena educación y respeto, deportividad y excelencia.

La Selección, para qué hablar, merendarse a nuestros antiguos unas veces enemigos, otras aliados (Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y algún Croacia y Georgia de entremeses).  Qué placer  por unas semanas vestir de rojigualda sin que te llamen facha, entonar el lololó nacional y el himno del  gran Manolo Escobar por toda España y parte del mundo mundial. Ha valido la pena las tardes de zozobra y alivio tras los goles en contra, empates y remontadas  frente al televisor familiar, el del bar del barrio y el de las plazas de pueblos y ciudades. Muy bien por los alcaldes de las pantallas gigantes,  muy bien por el entusiasmo unido y el buen ambiente en todas partes. Campeones, campeones, Oé Oé.

Qué alivio huir de la política por unas horas para discutir el tercer set que regaló Alcaraz a Jockovic ,  el posible fuera de juego por los pelos de Oyarzabal, el bailoteo de Nico y Lamine, las carreras por la banda de Cucurella, el dominio central de Rodri, la solidez de los veteranos, Morata al remate, Carvajal omnipresente, nuestro paisano Nacho, un capitán; la experiencia mundialista de Navas, casi leyenda, los paradones de Unai… Y todos los demás, que no caben aquí y lo siento.

Por unas horas, por intervalos mágicos de sólo deporte, sólo fútbol del bueno. Sólo por unas horas, ya que, cómo no, entre partido y partido, analfabetos de fútbol y de fútbol español, metieron sus uñas maléficas de politiqueo sucio en la normalidad deportiva patria, enrareciendo el ambiente, cómo no, como siempre, con comentarios en el retorcido lenguaje woke 2030 por parte, entre otros y otras, de la inefable exministra de igualdad discriminatoria – valga la paradoja-  recién estrenada diputada radiante de poderío europeísta, atribuyendo las virtudes goleadoras del  joven promesa Lamine Yamal a sus antecedentes familiares, no porque su padre fuera futbolista o algo así, sino por haber cruzado la raya de Melilla y haber apedreado una carpa de Vox. Lo mismo más o menos en el caso de Nico Williams.

No nos libramos de esa gente ni en los días de gloria. Había que sacar a la extrema derecha y el fascismo racista y xenófobo (sus obsesiones junto con otras, todas encaminadas a minar nuestra autoestima) aunque fuera pintando de negro a Dani Olmo tras su golazo contra Francia o al Merino del último minuto contra Italia. O fue al revés, qué más da, si lo de menos, para Irene y sus amigas chulísimas lo que importaba era llevar a su terreno pantanoso (observen que no digo fango, eso es patrimonio Sánchez) el odio y el rencor que fabrican a diario y expelen a la menor ocasión, venga o no a cuento, como es el caso.

Desde el gol de Yamal los acontecimientos político deportivos se han acumulado a la par y entremezclados en redes y tertulias con los avatares judiciales de la familia Sánchez sin darnos tregua. El vestuario de la Selección, las declaraciones sin desperdicio de Luis de la Fuente, la entrega de la copa por el Rey y la infanta, más las catorce horas de recorrido por Madrid y sus instituciones han dado de sí para todo y para todos sin que hayan faltado ni falten a estas horas junto con las mieles del triunfo, las acideces de los que no digieren la felicidad de los españoles unidos bajo sus símbolos sin distinción y sin miedo. Los que no soportan que también y especialmente en las regiones dominadas por el separatismo la gente se haya tirado a las calles con bandera y camiseta nacional a cantar y bailar, a abrazarse con el vecindario. Por unas horas y varios días más, somos españoles felices gracias a nuestra selección y a pesar de aquellos.

Mucho me temo y prometo salir al paso cuando ocurra, que las caras largas de los futbolistas al discurso de Sánchez, la frialdad de algunos en el saludo protocolario, el “Gibraltar español” del vestuario, el manifiesto emocionante de Morata “Somos el mejor país del mundo”, la profesión de fe católica de De la Fuente y  otras señales de rebeldía al pensamiento único, traerán cola. Aquí estaremos.

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