DESBLOQUEO JUDICIAL O BIPARTIDISMO 2024 | Por Pilar Blasco

Desde que aquel Montesquieu francés descubrió que una forma de controlar los poderes omnímodos de los gobernantes -no sólo los llamados absolutistas sino también los siguientes- era establecer contrapoderes limitantes unos de otros, la mayoría de los países llamados demócratas se rigen más o menos rigurosamente por ese sistema ideal. Lo que se llama Estado de Derecho.

  • Pilar Blasco es  licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
El vicesecretario de Institucional del PP, Esteban González Pons; la vicepresidenta de la Comisión Europea, Vera Jourová, y el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, durante la firma del acuerdo para la renovación del CGPJ, en el Parlamento Europeo, a 25 de junio de 2024, en Bruselas (Bélgica).

Esta semana toca el ansiado pacto PP-PSOE para “equilibrar” el Poder Judicial y garantizar su imparcialidad en la aplicación de las leyes -nada menos- mediante el reparto de los jueces entre los dos grandes partidos. Los que llevan casi medio siglo repartiéndose el poder en los tres niveles reglamentarios desde que se inventó la monarquía o la república constitucional, que tanto da y no es momento de entrar en las diferencias y similitudes de ambos regímenes; al menos no es oportuno por aquello de no echar leña al fuego del presente, que ya tiene sus propios inquietantes afanes.

Desde que aquel Montesquieu francés descubrió que una forma de controlar los poderes omnímodos de los gobernantes -no sólo los llamados absolutistas sino también los siguientes- era establecer contrapoderes limitantes unos de otros, la mayoría de los países llamados demócratas se rigen más o menos rigurosamente por ese sistema ideal. Lo que se llama Estado de Derecho. Ese invento tenía, tiene sus precedentes, sin ir más lejos en la misma España medieval y sus reinos, pero bien está lo que la sociedad y la historia acepta y consolida, y ya sabemos la tendencia de nuestros vecinos de la grandeur a atribuirse los méritos políticos e históricos, merecidos o no, que al final así se queda el relato.

Resulta que aquel filósofo o político o ambas cosas, que no lo sé muy bien, y en eso estamos, en la ignorancia mezclada con la confusión, “murió” por decreto ley en la España de la Transición, precisamente, a manos de esos dos grandes partidos, uno por acción otro por omisión o sumisión interesada -tampoco se sabe-, que a partir de entonces han gobernado la barca de la Nación y Reino de España. Y vamos ya para los 50 años de luto por el ilustrado francés del invento tripodemita. Me ha salido un neologismo muy oportuno para los tiempos que sufrimos. Quién nos lo iba a decir, que íbamos a llorar la muerte intelectual de un enemigo habitual de nuestra soberanía a lo largo de siglos. Así es la vida y la política.

Pero resulta que el equilibrio del Poder Judicial acordado por consenso de los partidos hegemónicos se ha visto zarandeado a lo largo de años, especialmente los últimos, por el empeño del partido en el poder actual (PSOE), en que el equilibrio, paradógicamente, caiga de su lado por medio de la colocación, a dedo o por ley, de sus allegados ideológicos, entre los que hay incluso militantes y ex altos cargos de carné. El otro gran partido (PP) lógicamente comparte aspiraciones semejantes y por las mismas razones, poner la balanza de la señora de la venda en los ojos a su favor.

Hasta ahora, al menos por mi parte y la de muchos españoles de a pie, sólo la prensa especializada manejaba estos conceptos y estas reglas de la composición y el reparto del Consejo General del Poder Judicial y sus pormenores para criticar a uno y otro bando en función de su ideología (los periodistas también tienen su corazoncito a derecha e izquierda), o simplemente del análisis objetivo de los hechos (algo de prensa independiente queda) y analizar las circunstancias de ese Poder Judicial y sus componentes, de esos factores de los que la mayoría silenciosa no tenemos conocimientos ni criterio suficientes. Han tenido que pasar décadas, la última al menos, para que, a base de machacar el tema en tertulias y sesudos artículos, las gentes del común hayamos pillado en qué consiste el intríngulis que al parecer se ha resuelto apenas hace 48 horas. Por consenso y satisfacción de ambos hegemónicos partidos. Por orden de Europa, dicen. Por salvar judicialmente a corruptos de ambos bandos, o bandas, incluyéndolos en las amnistías e indultos que circulan a tutiplén para los de siempre, según las malas lenguas.

Deberíamos estar contentos y tranquilos. O Debería darnos vergüenza estar hablando así del tercer poder del estado. No sabemos, no estamos seguros. Como en tantas otras ocasiones los mensajes oficiales sólo hablan de las bondades del pacto entre los caballeros González Pons (el de la fondona apariencia señorial de pelo blanco y discurso bovino de compadreo europeísta) y Bolaños (el de los juveniles remolinos engominados, gafitas de colegial y lengua sectaria). Sin embargo, lejos del bochorno y el complejo, este sindiós y este disparate esta “normalizado” en la sociedad española.

Algo nos impide sentirnos tranquilos a los que peinamos canas y nos hemos molestado en nuestra vida en leer y escuchar los acontecimientos y las actuaciones de los diferentes gobiernos alternativos en el poder a lo largo de los más de cuarenta años. No a todos, eso es verdad, los deglutidores de ruedas de molino y otras verdades oficiales están como si nada, como siempre mientras no me toquen la pensión, y aún entonces si lo mandan los amados líderes.

Las señales evidentes de que el Régimen del 78, el que marcó nuestra entrada entre los elegidos, está siguiendo el camino de Montesquieu, marcado hace tantos años. Y que nos llevan a su entierro los dos alternantes por consenso en el gobierno; los que aparentemente pelean como enemigos encarnizados en las Cortes (hablar es fácil y gratis) pero que a la hora de la verdad son continuistas en políticas diversas y cuando les hace falta, a ellos, pactan, abiertamente o entre bambalinas. Al fin y al cabo la política tiene mucho de tinglado de la antigua farsa y retablo de las maravillas, mi tópico teatral favorito, más en estos días del Festival de Clásicos en Alcalá (magnífico por cierto), otro día hablaré de él.

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